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Conversando en México con Dalia Rabin

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Esther Shabot

Desde hace tiempo el Medio Oriente ofrece un panorama desolador y alarmante con un agravamiento creciente de problemas de todo tipo. A ello han contribuido sin duda el fracaso de la llamada Primavera Árabe, el deterioro económico generalizado, la violencia irrefrenable y el fortalecimiento de tendencias ideológicas y religiosas radicales que han vuelto a la región una de las más complicadas y explosivas del planeta. La formación hace unos días de una amplia coalición internacional para enfrentar los avances del Estado Islámico (ISIS) es tan solo la punta del iceberg de una enredadísima madeja de intereses, fuerzas e ideologías en colisión cuyas ondas se expanden aceleradamente. Dentro de ese contexto, el conflicto palestino-israelí también aporta una buena dosis de tensiones graves tal como lo ha mostrado la reciente guerra entre Israel y Hamas, por lo que ante tal sombrío escenario general parecería que el pesimismo tiene ganada la batalla.

Y sin embargo, la conversación hace unos días con Dalia Rabin, hija de Itzjak Rabin, quien fuera primer ministro de Israel y como tal fue asesinado por un extremista israelí en noviembre de 1995, fue una bocanada de aire fresco al ser ella una vocera de las fuerzas que no se dan por vencidas y luchan, como reza la canción de los Beatles, por “dar una oportunidad a la paz”. Dalia Rabin estuvo en nuestro país en una visita privada. Su pasión, a sus 64 años de edad, es seguir ampliando los alcances del Centro Educativo y Museo Itzjak Rabin que se fundó en Tel Aviv unos años después de la muerte de su padre quien fuera, junto con Shimon Peres, arquitecto de los Acuerdos de Oslo que dieron paso a un principio de solución al conflicto con el pueblo palestino. Desde hace doce años Dalia es la cabeza de este bello y amplio centro cuyo diseño combina la presentación de la turbulenta historia del Estado de Israel con la trayectoria de vida de Itzjak Rabin.

Uno de los propósitos más encomiables del centro es el combate a la ignorancia de la historia que se presenta, ignorancia que de acuerdo a la palabras de Dalia Rabin, es la que permite “lavados de cerebro” en las generaciones jóvenes que sobre todo en esta región, están cada vez más en riesgo de caer en visiones maniqueas y extremistas donde no queda lugar para la conciliación, el reconocimiento de los otros y la voluntad de convivir pacíficamente aceptando las diferencias propias de la diversidad nacional, étnica y religiosa de las poblaciones ahí asentadas. Los méritos del centro en cuanto a este objetivo, son muchos. Uno de ellos es sin duda su promoción clara y directa de la tolerancia, la democracia y el diálogo como valores irrenunciables que deben normar las decisiones políticas y sociales del entorno.

El público que asiste al centro, ya sea a visitar el museo o a participar en cursos y conferencias impartidos por personal altamente calificado, se cuenta por miles cada año. La gran mayoría son soldados y jóvenes estudiantes que se ven expuestos a una narrativa y un pensamiento críticos destinados a derribar prejuicios, estereotipos y resistencias añejas fincadas en el resentimiento y el odio. Mediante la presentación del ejemplo dejado por la biografía personal de su padre –enfatiza Dalia Rabin- se lanza el mensaje de la necesidad imperiosa del diálogo como eje de la posibilidad de llegar a la paz. No es necesario ni posible estar de acuerdo en muchas cosas, pero dialogar significa poder escuchar las razones del otro y entenderlas como paso fundamental para la reconciliación y la convivencia pacífica. A pesar de estar consciente de luchar contra fuerzas formidables en sentido contrario, ella sostiene, con razón, que ese trabajo debe ser realizado y multiplicado porque si aún hay esperanza, la educación hacia la tolerancia y la democracia es una de sus armas imprescindibles.

Fuente: Excélsior, 14 de septiembre, 2014.