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Del verbo emprender. Los hijos de los emprendedores (Segunda parte)

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Salo Grabinsky

Partimos de la premisa de que hay confusión entre los padres de esta generación acerca de cómo entenderlos, aceptarlos y que hay límites a fijar. Tratar que esto no cause problemas tanto en nuestros principios y los de otros familiares. Se requiere un balance muy delicado y vamos a evaluar algunas ideas:

I.- Como lo han mencionado psicólogos, el que nuestra infancia y vida familiar hayan sido muy difíciles tanto en múltiples carencias, dureza e incluso violencia y otros problemas (alcoholismo, acoso sexual, etcétera), hace que nosotros queramos compensar estas debilidades sobreprotegiendo a nuestros hijos, dándoles bienes que nunca tuvimos y así sentirnos buenos padres. Todo con medida y lógica es válido, pero los excesos pueden causar más problemas en los hijos, haciéndolos dependientes de sus padres y de otros.

2.- El ambiente de este nuevo siglo XXI es, por decirlo suavemente, caótico. Hay guerras abiertas en varias zonas del mundo, y encubiertas en nuestras ciudades, calles y en casas. Los problemas sociales afectan a la población más pobre en general, pero a los demás sectores también. Los casos flagrantes de corrupción a todos los niveles y estratos son inmensos, y no hay visos de solución a corto plazo. Los jóvenes y muchos adultos estamos expuestos a este alud de noticias y desgraciadamente nos hacemos inmunes a las atrocidades o cínicos ante estos actos delictivos.

De ahí hay un paso para que los jóvenes de nuevas generaciones tengan actitudes tal vez de autoprotección y en otros casos busquen escaparse y no entrar al mundo y a un ambiente que no les gusta.
El problema que todos nos preguntamos con preocupación es si esta fase es temporal (unos meses tal vez), para que los jóvenes “se encuentren” o es más duradera, y que vayan a esperar a planear su vida emocional, económica y productiva a tan largo plazo hasta que se les acaben las oportunidades. Esto es un problema mayor.

3.- Como a todos, el pasado individual ejerce una fuerte influencia en nuestra actuación.

Por una parte, mi familia ha sido una gran influencia en mi vida, me dieron lo esencial y más, ya que sus principios, cariño y límites impuestos durante la adolescencia eran estrictos, pero razonables. En el momento que terminé mi carrera en la UNAM (a un costo ínfimo para todos) no se volvieron a ocupar de mi situación económica y la autosuficiencia financiera y libertad han sido de los valores más preciados para mí.

Otros hallaron muchas dificultades para salir adelante e incluso tuvieron que mantener a sus familiares, y algunos otros vivieron etapas de gran riqueza, herencias dadas sin supervisión y controles, y desarrollaron una actitud de arrogancia y, sobre todo, de ignorancia al hecho de cómo ganarse el sustento, no recibirlo “peladito y en la boca”. Cada caso es diferente, pero nuestra experiencia, buena o mala, debe servir para fijar la actuación ante los hijos.

4.- Raíces y alas. Ese magnífico lema de darles raíces y principios a los hijos y luego dejarlos volar sin coartar su libertad, es válido pero no muy viable.

¡Si venimos de familias y ambientes disfuncionales, esas raíces son nefastas y hay que cambiar radicalmente nuestra educación y enseñanzas a ellos! Por otro lado, aceptando que hay que dejarlos libres, la situación actual puede que amerite un pequeño empujoncito para hacerles menos pesada su entrada al mundo real.

Muchos padres nos cuestionamos: ¿Qué tanto es tantito? El final de esta serie tratará de los valores, las razones y límites que hay que fijar a los proyectos de nuestros jóvenes.

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Del verbo emprender. Los hijos de los emprendedores (Primera parte)