Aunque contamos con varios conteos de tiempo, estamos seguros que históricamente las fechas de acontecimientos de gran importancia en la historia, se rigen por el calendario Gregoriano.
Se considera que este calendario, que vino a sustituir al calendario Juliano empieza justamente en la Era Cristiana. Los romanos contaban antes los años desde la fundación de Roma, y el calendario Juliano, es herencia de la grandeza de este Imperio y de los acontecimientos de este poder imperial, aunque tuvo una corta época republicana.
Independientemente de que los judíos tenemos un conteo de tiempo que en este año marca 5775, aparentemente desde el Diluvio, contamos los días de nuestra estancia en Judea, de acuerdo al calendario Gregoriano.
Los importantes acontecimientos que surgieron en Judea a raíz de la invasión romana, los conocemos con fechas de este calendario.
La invasión romana con fuerzas muy superiores a las que contaban los judíos para defenderse, fue el primer acontecimiento y fue aplastante.
La destrucción del Segundo Templo, el Beth Hamikdash, con una furia impresionante y con un saqueo, después de haber incendiado las diferentes partes del Templo Mayor, fue impresionante y un espectáculo nunca antes visto. Del Templo que era inmensamente grande, no quedaron más que montones de piedras y cenizas. Un muro, el Kotel, se conserva y se venera hasta el día de hoy.
La reacción de los judíos y la organización de fuerzas de resistencia, que más bien eran operaciones de sabotaje a las fuerzas de ocupación romana, organizadas por Simon Bar Kojba y otros cuyos nombres fueron tragados por la historia, se inició al día siguiente del incendio del Beth Hamikdash. Se organizó la resistencia y el ataque a legionarios romanos en toda la provincia de Judea, con reportes diarios de resultados al jefe máximo de la insurrección Simon Bar Kojba. Los romanos estaban agobiados.
Sabemos hoy que la conquista de Judea fue en el año 65 e.c. y la destrucción del Templo Mayor fue en el año 69 e.c. La expulsión de los judíos como castigo por los ataques continuos a los legionarios romanos fue en el año 140, de la era actual.
Efectivamente, los continuos ataques bien organizados de héroes judíos de todas las edades contra los romanos, llevó a que esta fuerza de ocupación decretara la expulsión de los judíos del territorio de Judea. Estas tierras fueron declaradas y convertidas en una provincia romana con el nombre de Alea Capitolina.
Sabemos que el general romano que comandaba estas fuerzas de ocupación accedió a la petición de unos rabinos, para que los judíos se pudieran preparar para el viaje y emprender la odisea de emigración, después de pasar tres días en Yavne, con Rabbi Akiva para que aprendieran las bases de la fe judía.
La emigración de los judíos fue paulatina, pues no existían suficientes medios de transporte, que pudieran llevar a los judíos a otros puertos del Mediterráneo.
Cuando había barcos disponibles para navegar a Roma, estos se llenaban, pues era el destino preferido. En esta época Roma, la capital del Imperio, llegó a contar con 100,000 judíos.
En esta época apareció Jesús de Nazareth, Ish Nezert. Sus adeptos fueron llamados “convertidos a la nueva fe”. Muchos de ellos habían llegado a Roma, siguiendo el decreto de expulsión. Sus dirigentes, en la capital del Imperio, eran San Pablo, Pablo de Tarso, y San Pedro, Shimon de Kinéret.
Muchos judíos tenían la reputación de ser buenos maestros. Los primeros convertidos a la nueva fe eran todos judíos.
Otros judíos se quedaron en las tierras adyacentes a Judea en el Medio Oriente.
Más tarde, muchos de ellos se fueron de Roma hacia el Norte de Europa, acompañando a las Legiones Romanas porque conocían oficios que eran de utilidad para los guerreros.
Para nosotros la salida de los judíos de Judea, y de su transformación después de abandonar el territorio romano se conoce como Diáspora.