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Inteligencia emocional y adicciones

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Linda Bucay

Daniel Goleman, psicólogo e investigador estadounidense, nos explica que además del coeficiente intelectual existen otros tipos de inteligencia, entre las cuales está la emocional. Esta, está compuesta por varios factores relacionados con la forma en la que identificamos nuestras emociones, la capacidad que tenemos de regularlas y reflexionar sobre ellas (en vez de ahogarlas o callarlas), la habilidad de automotivarnos, manejar la frustración, controlar nuestros impulsos, si podemos o no retrasar la gratificación, y si tenemos o no la capacidad de empatizar con los estados emocionales de los demás. En los últimos años, se han realizado estudios que nos dejan ver que el cociente emocional es más importante para el bienestar de una persona a lo largo de su vida, que su nivel intelectual: existen muchas personas que no estudiaron una licenciatura, pero que tienen vidas estables y exitosas. Por el contrario, tenemos individuos a nivel de doctorado cuyas relaciones y afectos son totalmente disfuncionales. Ahora, seguramente se preguntan ¿qué tiene que ver esto con las adicciones?

Las sustancias como anestesia para las emociones

Si preguntamos a un grupo de personas para qué sirven el alcohol o las drogas, seguramente nos responderían “para divertirse” o “para relajarse”. Pero si les preguntamos para qué les sirven a los adictos, la respuesta sería diferente: “para evadirse de la realidad” o “por débiles y tontos”. Podemos darnos cuenta claramente de que sí conocemos la diferencia entre quien tiene la enfermedad de la adicción y quien no, pero en ambos casos las sustancias se usan para anestesiar las emociones. En medicina e incluso en la vida cotidiana, el alcohol y las drogas se utilizan por su propiedad anestésica, principalmente para calmar el dolor, el miedo o la ansiedad. Un ejemplo muy claro, es cuando tenemos miedo de subirnos a un avión, ¿qué nos recomiendan? tomarnos unas copas o unas pastillas, pues es de dominio común que estas sustancias “calman los nervios”. Al anestesiar parcialmente la emoción, podemos subirnos al avión o relajarnos ante la tensión que trae consigo enfrentarnos a una reunión social con personas desconocidas. Estos ejemplos nos demuestran que sí sabemos utilizar las sustancias como anestesia emocional. Goleman menciona algunos estudios que muestran cómo muchos de los adictos comenzaron a utilizar las sustancias como una especie de “medicación”, para disminuir sentimientos de ansiedad o melancolía que los atormentaban. Como sabemos, no todos los que prueban se vuelven adictos, pero sí cierto porcentaje. Aunque la adicción es una enfermedad multifactorial, uno de los elementos que aumentan la vulnerabilidad, es encontrar en las sustancias un alivio a emociones negativas que se han cargado por años. Asimismo, quienes tienen una predisposición genética a estos estados emocionales (como la ansiedad o la depresión), cuando experimentan el efecto de la droga dicen haberse sentido “normales por primera vez”. El problema de las sustancias es que ofrecen un bienestar temporal a cambio de la destrucción de muchos aspectos de la vida, uno de ellos es el daño que hacen a las funciones del cerebro (entre otros órganos del cuerpo).
Vamos a revisar los hechos; si alguna vez has tenido la experiencia de tomar varias copas de alcohol ¿qué sentiste? Al principio, efectivamente te notaste relajado, al seguir tomando seguramente comenzaste a platicar de más, si te levantaste al baño sentías que tu coordinación y equilibrio no funcionaban como deberían, y empezaste a decir o a hacer cosas que no dirías o harías normalmente. Estos efectos se deben a la toxicidad que afecta las funciones en tu cerebro que coordinan movimientos, pensamientos, juicios, acciones y manejo emocional; los efectos variarán su intensidad dependiendo de la cantidad de copas que tomes.
Cuando una persona abusa de las sustancias o se vuelve adicta, su atención se mueve a un lugar aparentemente menos doloroso que lo que percibe como su realidad, pues las sustancias o conductas compulsivas transforman las percepciones, emociones y pensamientos. Quien consume sustancias para calmar el dolor, lo hace porque no encuentra otros recursos para manejar sus sentimientos de miedo, inseguridad, angustia, abandono, enojo o tristeza. Lamentablemente, el camino de las adicciones genera heridas físicas y emocionales más graves que las originales, pues se trata de sustancias diseñadas natural o artificialmente para hacer que el cuerpo y la mente generen una dependencia a ellas. Su consumo, además, va dañando progresivamente el cuerpo y sus consecuencias pueden llevar a la muerte. En el caso de las conductas adictivas, como la ludopatía, en la que no se ingieren sustancias sino que se genera dependencia al juego de apuestas, la persona puede terminar perdiendo todo su patrimonio, cometiendo fraudes y poniendo en riesgo a su familia. Las consecuencias en la salud, resultado del estrés, pueden llegar a ser igual de graves. La adicción no tiene cura, pero se puede controlar y después de un proceso de rehabilitación, se puede tener una vida feliz y funcional, en la que se aprenda a lidiar con las emociones de una forma más sana, que no lastime a la persona ni a quienes les rodean.
Las investigaciones nos dicen que el área emocional se puede trabajar, y con ello mejorar y educar a través de diferentes métodos, como la psicoterapia, mientras que el intelectual (CI) es poco maleable. Es sumamente importante, que como padres y educadores, tengamos conciencia de lo importante que es impulsar el desarrollo de las habilidades emocionales desde la infancia y adolescencia, pero también en la adultez. Promover las herramientas para que podamos diferenciar nuestras propias emociones de las de los demás y así, guiar los pensamientos y acciones en una forma sana y funcional.

Referencias:

- Goleman, Daniel. (2006), Emotional Intelligence, Bantam Dell, New York.
- Francisco A. Cantú. (2009). “Con sentido común en las adicciones: una guía para la familia” CreateSpace, México.