//David Attie

En esta edición la dirección del Festival, a diferencia de las anteriores, pretendió privilegiar en el Certamen de Danza de Cámara, que los coreógrafos y solistas experimenten la búsqueda tanto formal como de contenido, inspirados en el tema, el cual fue un gran acierto: Revelando un objeto ritual del judaísmo, en contraposición de una demostración virtuosa en escena que caracterizaba a anteriores ediciones.

La dirección facilitó a un especialista con quien los muchachos vivieron la experiencia de comprender y vivir los elementos litúrgicos, los cuales siempre entendían de una manera monocromática, ahora, arriba del escenario, como símbolos interpretables y policromáticos.

El resultado es mediano tanto en la ejecución como en la convocatoria, vivimos un certamen venido a menos, pero alentador en donde se quería poner el acento. Como observadores, vivimos con ellos las distintas visiones que resultaron de su búsqueda.

Particularmente, me quedo con una imagen que ilustra cabalmente lo antes mencionado, aquella en donde un hombre vestido de negro, con los tefilín enrollados en su mano, a través de su danza, medita, probablemente sobre el día que comienza, devotamente quizá, agradece a D-os. En algún momento, la mano misma toma vida propia arropada por las pulcras tiras negras que la envuelven. ¿Algo falta en la imagen? La cabeza no contiene el cubo litúrgico que la centra. Hacia el final de la obra este hombre encuentra en la tierra misma la razón para consumar el rito, su frente acaricia el suelo y al levantar la mirada hacia el público, mágicamente el cubo toma su lugar, cerrando así el binomio mente – cuerpo.

El certamen tuvo poca participación, apenas cinco grupos, cuando un proyecto como este merece, sin duda, de mucho más entusiasmo y participación.

La esencia y los objetivos de quienes lo crearon hace 15 años, deben complementar como en años anteriores, el gran éxito que el Festival alberga.

42 Festival Aviv Carlos Halpert de Danza Judía y de Israel