Mi Cuenta CDI

No como ovejas al matadero

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Esther Shabot

La esencia de la resistencia judía en los guetos de Europa oriental y los campos, estuvo encarnada en la lucha por la supervivencia física y moral. Las draconianas medidas económicas y sociales impuestas por el sistema nazi, fueron a menudo enfrentadas por los judíos con ingenio y valentía.

La indefensión de los judíos ante el proyecto nazi de exterminio dio lugar a que una vez terminada la guerra, prevalecieran juicios injustos que sin apoyo en investigaciones precisas y documentadas concluían que el comportamiento judío durante aquel nefasto período había sido similar al de ovejas marchando dócilmente al matadero. Por medio de esta metáfora, se proyectó una imagen no sólo desapegada de lo que fue la verdad histórica, sino también denigratoria al implicar una cierta dosis de cobardía, actitud que no fue precisamente lo que caracterizó la reacción colectiva de los judíos ante la maquinaria de exterminio nazi.

Porque más allá de las dimensiones de la agresión de que fueron objeto, con el paso del tiempo ha emergido suficiente información como para afirmar, con datos precisos y fuentes incontrovertibles, que de todos los grupos perseguidos y acosados por el nazismo, fue entre los judíos donde se registró la mayor cantidad de actos de rebelión, aún en las condiciones más precarias y por tanto menos propicias para protagonizar actos de resistencia.

Planeada o espontánea, armada o desarmada, la resistencia judía a los nazis y sus colaboradores, fue un fenómeno bastante más frecuente de lo que era dable esperar en las condiciones prevalecientes de control totalitario del régimen y aislamiento total de los judíos por la situación de guerra y la virulencia del antisemitismo en muchos lugares de Europa. De hecho, en el sistema nazi, en el cual los judíos enfrentaron un proceso de deshumanización deliberado que culminaba con la muerte, cualquier acto que se opuso a dicho proceso puede ser definido legítimamente como resistencia.

Dentro de las diversas formas de resistencia, ocupó un lugar especial la resistencia armada organizada, como la del levantamiento del Gueto de Varsovia en la primavera de 1943 y las rebeliones en los campos de Sobibor, Treblinka y Auschwitz-Birkenau. Aunque todas fueron reprimidas brutalmente, y sus combatientes asesinados en la mayor parte de los casos, se trató sin duda de combates en los que los luchadores actuaron no para salvar cantidades significativas de judíos de la muerte, sino como una forma de venganza y de manifestación última de un sentido de la dignidad y del honor judíos, hubo también partisanos judíos que lucharon en los bosques para sobrevivir y debilitar al enemigo, y esta lucha se dio casi siempre en condiciones adversas de principio, ya que el acceso a armas era muy limitado y la disposición de los grupos partisanos locales a incluir judíos en sus filas casi nunca fue favorable. En la mayoría de los países de Europa central y occidental, la resistencia se manifestó, sobre todo, en operaciones de rescate como las que tuvieron lugar en Bélgica, Holanda, Hungría y Alemania misma. El caso de Francia combinó actividades de rescate con resistencia armada organizada. Durante el verano y el otoño de 1942, se consolidó la clandestinidad judía a través de la creación de la armée juive (ejército judío) que participó en diversas operaciones: atacó aviones, vehículos de transporte y trenes alemanes, y practicó acciones de sabotaje contra fábricas de materiales de guerra del eje.

Por su parte, la esencia de la resistencia judía en los guetos de Europa oriental y los campos, estuvo encarnada en la lucha por la supervivencia física y moral. Las draconianas medidas económicas y sociales impuestas por el sistema nazi, fueron a menudo enfrentadas por los judíos con ingenio y valentía. Recurrieron al contrabando de comida, ropa, medicinas y otros productos, estableciendo incluso un mercado negro con sectores externos. En el aspecto moral, aún en condiciones dramáticamente adversas en guetos y campos, se produjo literatura, se crearon teatros, prensa, orquestas y educación para los niños como respuesta a la deshumanización pretendida por el nazismo. De igual forma, el mantenimiento de la observancia religiosa y el cumplimiento de rituales, lo mismo que el activismo por la causa sionista entre sectores juveniles, fueron muestras de una convicción de estar dispuestos a correr riesgos mayúsculos en aras de conservar su dignidad y sus ideales. Tal como lo expresó el escritor y sobreviviente Primo Levi, mantener un cierto nivel de aseo personal en un lugar como Auschwitz, era una manifestación de dignidad humana. Y esa dignidad irrenunciable fue la que con frecuencia les permitió conservar la voluntad de sobrevivir.

Resistencia también fue la búsqueda de ayuda entre población no judía para esconderse o huir. Individual o grupalmente se trató de escapar de las garras nazis cruzando fronteras, utilizando documentación falsa u ocultándose. El incumplimiento de las demandas nazis fue igualmente una forma de resistencia. Muchos líderes judíos se rehusaron a obedecer las imposiciones alemanas y fueron asesinados en consecuencia. Ese fue el caso de varios líderes de los consejos judíos de los guetos (judenrat). 

La documentación de la resistencia judía aún no ha sido evaluada del todo, pero hay constancia suficiente de que se trató de un fenómeno mucho más extendido de lo que en un principio se calculó. En los testimonios de sobrevivientes de la Shoá que llegaron a establecerse en México después de la guerra, testimonios recogidos en el libro El rostro de la verdad, editado por Memoria y Tolerancia A.C. desfilan múltiples ejemplos del heroísmo implícito en la resistencia desarmada con la que muchos de ellos enfrentaron la catástrofe. De igual manera, impactan los relatos de personas como Agnes Braun y Yeoshúa Baruchowic, quienes a pesar de los enormes riesgos formaron parte de la resistencia armada contra los nazis.

Es un hecho que no obstante los horrores del régimen nazi, hubo entre grandes núcleos de judíos, hombres y mujeres, una heroica voluntad de defender sus vidas y su dignidad, usando los escasos medios que en este terrible período de guerra salvaje y desigual estaban disponibles para ellos. Reconocer esa realidad y difundirla constituye una obligación moral para las generaciones subsiguientes y para los historiadores, porque más allá de la precisión académica que lo exige, se trata también de un acto de justicia y de honor a la verdad. 

Suplemento especial de la Shoá