37 grados

Título: 37 grados
Categoría: Abierta / Cuento
Pseudónimo: Y

Soy -era- alpinista de rendimiento, y cuando decidí caer en suspenso de la montaña, a 37 grados, una parte de mi pensó que seguía subiendo pero otra sabía que estaba bajando, y mi cuerpo en su descenso notó que no estaba sólo, que en el camino arriba había muchos otros detrás de mí, los mismos que nunca vi a pesar de haber pasado a su lado -exceptuando el par de los cuales me burlé, y todos rieron- ahora los resiento, ahora los degrado, ahora me burlo de todos, ahora no se ríe nadie.

Que ego enorme edifiqué, que me hace pensar que a mí no me pasa nada nada.

O tal vez es mi mente nostálgica que quiere sentir que era lo que fue… que no he encontrado la forma (no buscada) de caducarla, aunque adentro adentro lo sabe, lo sabe.

He aprendido las mejores formas de mentir… sobre todo, a mí mismo, me digo que sigo siendo lo que era, el “as” de la familia, escuela, amigos, todo, casi del mundo. Nunca fuiste “as” mentiroso de mierda, solo demasiado listo para tu clase… “ass” en todo caso.

X, el todopoderoso…. Soy nada, duraron mucho más de la cuenta los años regalados, los meses de ventaja, que los grados degradantes. Pero esos grados dominantes, bellos, puercos, malditos pero benditos, al final final, son diluviosos; y si no existe la palabra, el condenado tiene derecho a una llamada, a quien quiera, así que diluviosos, deliciosos, o lo que yo quiera.

Esta amante de nochecita, después de tarde, y a veces de día, esta sensación efímera, lujuriosa, me ha hecho perder la mente que me daba la ventaja en mi eterna improvisación.

La mente siempre perturbada pero aguda y ventajosa. 

La mente que con poco esfuerzo ganaba las carreras; pero no más.

Maldita mente estúpida si fueras diez por ciento de lo que pensaba que eras no te habrías autodestruido.

Mente vanidosa, caprichosa, elitista, roedora a veces, cómo rata que escabulle, o reptil al final, arrastrando a los que te siguieron, por ciegos, pendejos.

Y en el fin, depresión, ya vi que sí prende el corazón, enciende solito con la batería del sufrimiento, ya-vi.

Shum.

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