La danza, la música, los colores del vestuario, escenografía, toda la
sofisticación que la tecnología le ha dado a este Festival de proporciones ilimitadas, es grandioso, es espectacular, sorprende a todo aquel que tiene oportunidad de presenciar un movimiento tan impresionante como el que se ha generado a través de los bailes y el folklore.
Si este año el concepto tiene que ver con Perspectivas, implica una palabra con significados muy amplios y justamente envía nuestra imaginación a múltiples ideas, enfoques, visiones, porque la perspectiva es el arte de dibujar para recrear profundidad y la posición relativa de los objetos comunes.
Tiene que ver, con la ilusión visual que percibe el observador y la dimensión de dibujar. Si recreamos esta metáfora con el Aviv, podremos ver con profundidad, lo que en el marco de nuestras instituciones comunitarias se manifiesta, dentro de estos foros que promueven identidad, salud física y mental, pertenencia, elementos que dimensionan e impactan a niños, jóvenes y adultos envueltos en un momento mágico de gran exaltación individual y social.
El Aviv además estimula a creadores del folklore judeo mexicano, la esencia de nuestro judaísmo y nuestra relación con el arte, porque en esta edición número cuarenta y uno, se convocó a los coreógrafos para que tradujeran su visión artística en movimiento, ideas de concepción, principios geométricos de luz y pintura, efectos visuales, isométrica como método gráfico, dancístico, de representación.
Todo un universo de lenguaje que proyecta lo que otorga la posibilidad expresiva, durante varias semanas previas y en el gran momento en el que se pisa la tarima con la desnudez de nuestros pies, en que cada quien, se conecta desde su propia perspectiva, en el goce y la sublimación, en conocer que ciertas aptitudes y disciplinas sí conllevan a que se intensifiquen nuestros valores para fortificar nuestra propia esencia y nuestro espíritu.