Amanecía en la plaza, el sol comenzaba a estirar sus rayos suavemente sobre el cielo
inmenso con un gran bostezo despertaba al día nuevo.
Así todas las aves desde los distintos lugares donde tuvieron sus sueños nocturnos recibían un nuevo y delicioso amanecer.
En la copa de unos de los álamos de esa plaza vivía Paco, un loro muy coqueto al que le gustaba mucho mirarse en el agua que encontrara, charco, balde, fuente o vidrio; que reflejaran a modo de espejo su propia imagen. Se admiraba con mucha atención y orgullo, pues sostenía en su pensamiento que él era el más lindo y apuesto de todos los loros que existían en ese lugar.
Las loritas elogiaban a Paco por el aspecto de sus alas brillantes verdes y amarillas, su pico muy lustrado que reflejaban pequeños destellos del sol, sus ojitos negros con mirada muy interesante y su forma tan ágil de volar, se llevaba todos los suspiros.
Paco tenía muchos amigos pues también le gustaba conversar sobre diferentes temas: el tráfico, los niños, las frutas, los juguetes, el tiempo, también le gustaba escuchar historias de sus mayores, le parecían muy útiles, decía siempre: – seguro que algo nuevo aprenderé. Y era así, pues las experiencias narradas tenían aprendizajes valiosos.
Cuando algún nuevo desafío se presentaba ante Paco hacía memoria y ¡zas! Sabía resolver todo tipo de situaciones. La frase preferida: “todo sucede por alguna razón” la repetía en el momento justo, la había escuchado cuando era muy pequeño, el día que perdió con su familia su casa en una tormenta de verano y su mamá la decía mientras los abrazaba. Desde ese día se encargó que nada le faltara a su familia y los cuidaba siempre, Paco quería que su mamá siempre estuviera orgullosa de tenerlo como hijo.
Ocurrió que de pronto en ese amanecer tan cálido comenzaron a invadir el cielo, muchas nubes grises y oscuras. El viento que repentinamente sacudía los árboles y plantas del lugar y todas las aves volaban rápidamente a refugiarse de la gran tormenta que llegaba.
Paco llevó a su familia hasta un hueco del árbol y luego a otros amigos con sus pichones. Volaba sin parar de un lado a otro.
Una sábana que volaba sin rumbo por los aires atrapó a Paco que sin mediar movimiento por esquivarla quedó atrapado, y cayó con un fuerte golpe al piso. Dos amigos vieron lo ocurrido y rápidamente lo ayudaron, estaba muy lastimado y dolorido. Tenía golpes en un ojo y en una de sus alas que no podía mover.
Sus amigos lo llevaron hasta un lugar seguro y lo atendieron, trajeron a su mamá y luego de la tormenta fueron hasta su casita en la copa del árbol más alto, el lugar de Paco.
Poco a poco logró recuperarse hasta nuevamente poder salir en busca de un nuevo y mejor vuelo.
Después de tanto tiempo, todas sus ansias y deseos por hacer aquello que le encantaba disfrutar: volar sin medida ni límites, con giros, ascensos y descensos, bien alto hasta casi llegar al cielo.
Y en unos cuantos riiiiiiiiiiii, riiiiiiiiiiiiiiiiii, riiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, expresaba su inmensa alegría por su fantástico nuevo vuelo. Desplegar sus alas al viento y dejarse llevar…
Fin.
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