El amor te cambia de alma

Título: El amor te cambia de alma
Categoría: Preparatoria / Cuento
Pseudónimo:
Rose

El auto del esposo de Amanda desapareció en la distancia, levantando una nube de polvo que se asentó lentamente sobre la tierra seca. Amanda, aún con las manos temblorosas, miró a David, quien seguía observándola con esos ojos extraños, como si no fuera del todo él. La sensación de que algo terrible estaba por ocurrir no la abandonaba.

Omar había esperado cerca de la puerta, contemplando la casa con una tranquilidad que heló a Amanda. Ni una palabra, simplemente esperó, parte del paisaje, como si siempre estuviera esperando que algo saliera mal.

David caminó hacia ella, arrastrando los pies. El niño parecía más pesado de lo que debería para su edad, y su andar torpe solo aumentaba la sensación de que había algo roto en su interior. Amanda quiso decir algo, preguntar si necesitaba algo, pero las palabras se atascaron en su garganta.

“Vení”, dijo David en voz baja, tomando su mano. Amanda sintió su piel fría y un escalofrío recorrió su espalda.

“¿A dónde?” preguntó, pero el niño no respondió. La estaba arrastrando hacia el bosque, ese lugar al que Amanda siempre había tenido miedo, el lugar que Omar miraba de reojo cuando pensaba que nadie miraba.

“Tenemos que ir ahí”, dijo finalmente David, mirando hacia los árboles que se erguían como sombras contra el cielo.

Amanda quiso alejarse, pero algo en la mirada de David la paralizó. No era un niño, no del todo. Había una parte de él que esperaba algo más, algo más allá de su control, y si ella retrocedía, todo terminaría en desastre.

“¿David?”, susurró, pero el niño siguió caminando, arrastrándose lentamente hacia el borde del bosque. “¿Por qué vamos ahí?”

“Es la única forma”, murmuró él, sin mirarla. “Lo vas a entender después.”

Amanda quería gritar y correr de regreso a la casa, pero sus piernas no se movían. Sintió que la distancia de rescate se acercaba de nuevo, pero esta vez no era con Nina; fue consigo misma. Algo la estaba atrayendo, atrayéndola hacia el oscuro interior de ese bosque donde todo se confundía, donde la vida y la muerte se mezclaban, donde David ya no era David. 

Al entrar, Amanda lo único que podía escuchar era la voz de Nina llamándola a ella, pidiendo ayuda, una forma de salvarla a ella.

Los árboles los envolvieron y el aire se hizo más espeso, como si el mundo fuera de ahí se desvaneciera y los dejara en una dimensión en suspensión entre lo real y lo que Amanda no quería enfrentar.

“Es aquí”, dijo David deteniéndose en un túnel que parecía demasiado perfecto, como si hubiera sido preparado para ellos.

Amanda sintió que le daba vueltas la cabeza y todo se oscureció. 

Amanda cayó al piso inconsciente de sus emociones y de su cuerpo.

Cuando despertó, estaba sola. David y Omar habían desaparecido y el túnel estaba inquietante bajo la luz del amanecer. Intentó gritar, pero no salió sonido alguno de su boca. Algo en el aire la asfixiaba, como si el bosque mismo la estuviera envolviendo, acercándose a su cuerpo y creando una presión incomparable.

“Es la intoxicación” dice Amanda, pero lo que ella no sabía es que la distancia que tenía con las demás personas está ahora demasiado tensa, pero al mismo tiempo, demasiado floja. Esa distancia de rescate que tanto tenía Amanda, es lo que cree que puede salvar, que se puede llevar con ella.

Amanda caminó hacia la luz al final del túnel, el silencio fue completo. 

Y entonces lo entendió: la distancia de rescate ya no existía. Estaba perdida. 

Y ella no estaba en el mundo real con sus seres queridos, sino en su inconsciente soñando qué es lo que podría llegar a ser de ella. 

“Mami, mami, despierta, ¡Hoy vamos a ver a David y a Carla!”, dice Nina.

Ahí fue cuando se despertó y se dió cuenta que todo lo que había pasado con ella durante la noche era solo un sueño y que al reunirse al siguiente día con su nueva amiga Carla y su hijo David nada de lo que había soñado pasaría, que solo sería un día como otro en el campo.