Jacek (Alberto Ruzansky) sobrevivió la Segunda Guerra Mundial, y como
cualquiera que sobrevive un evento en el que vio a muchos de sus seres queridos morir, él sabe que el único mérito en haber sobrevivido es no haber muerto, y la razón por la que él no murió es una que probablemente nunca va a entender. Él lo único que sabe es que su adolescencia, el periodo de la vida en el que según la religión uno es ‘hombre’, pero en el que apenas está empezando a conocerse, él la pasó corriendo por su vida de soldados en uniformes verdes, metiendo comida al gueto de la manera que pudiera y perdiendo, uno a uno, a sus mejores amigos que vivieron este mismo evento con él. Yankele (Arie Milstein), Sevek (Eyal Dorenbaum), Hela (Paula Miserachi), Mala (Galia Stolkin), Rudy (Ilan Tiktin), Lutek (Nuri Kalach) y Halina (Frida Schiavon). Estos son los nombres de solamente unas cuantas víctimas de este evento que conocemos como el Holocausto, pero para Jacek son los personajes más importantes de la historia que nos viene a contar. Una historia que, por la razón que sea, le tocó narrarla a él. Ahora los estudiantes de CIM-ORT bajo la dirección de Alex Goldberg nos traen esta puesta basada en la obra de Susan Nanus que en sí está basada en las memorias de Jacek Zlatka (quien posteriormente fue conocido como Jack Eisner, un magnate en el negocio de importación/exportación que falleció en el año 2003).
Lo que vi en escena
Justo cuando uno está convencido que un tema como el Holocausto, un tema que lleva con él en la sangre, ya no lo puede devastar, se le presenta el tema una vez más de una manera que lo deja destrozado. Esta puesta pide mucho de sus actores, ya que mucho de lo que sucede lo aprendemos a través de monólogos al público, por lo que es impresionante ver a un grupo de adolescentes para quienes el Holocausto es un evento tan lejano (y que a pesar de esa distancia en el tiempo, es un evento que tienen en la sangre) conectarse tan profundamente al material, representando los miedos y las inseguridades que vienen con crecer a través de una situación que los hace crecer más rápido de lo normal. La escenografía consiste de unos bloques color ladrillo que son manipulados para sugerir los diferentes lugares que habitan nuestros personajes (un cementerio, un sótano, el gueto), permitiendo que la imaginación del público se encargue del resto. La puesta intenta englobar la experiencia del Holocausto, incluyendo testimonios y chistes de otros narradores que, aunque se siente innecesario para esta historia en particular, lleva a que el público enfrente más a fondo lo que significó esta experiencia.
¡Una experiencia impactante!