Al tiempo que recordamos la Shoá – Holocausto, quedó un poco olvidado uno de los acontecimientos positivos de aquella época. En octubre de 1943 ordenó Hitler a Dinamarca entregar a sus judíos. Dinamarca fue ocupada mucho antes, en la primavera de 1940. Al contrario de otros países ocupados por los nazis, los daneses no cumplieron con la orden. Al contrario, cuando el gobierno y sus empleados se enteraron de la orden alemana pusieron en marcha una amplia y espontánea acción. Llamaron, según el directorio telefónico a personas que tenían apellidos cuya pronunciación sonaban judíos, les advirtieron para que fueran a la campiña, recorrían en bicicletas las ciudades y las aldeas en su búsqueda.
La advertencia corría de boca en boca, de casa en casa. A la ayuda de los judíos se entregó la ciudadanía de todas las capas, los rancheros, oficinistas, obreros, policías. Ofrecieron escondites, confundían a los soldados alemanes, repartiendo los mensajes. Durante dos semanas de octubre, 7,200 judíos se escondieron en los hogares, en las iglesias, escuelas y hospitales, para después ser llevados a los puertos donde fueron embarcados, pero también en los cayac y embarcaciones deportivas para ser llevados a Suecia, país neutral. Como escribía Hannah Arendt en su libro, Eichman en Jerusalem, “Dinamarca fue el único país en el que los nazis se enfrentaron a una abierta resistencia nacional”.
La resistencia creó también sus propias leyendas, como aquella que el mismo rey danés se prendió la amarilla estrella de David: la verdad es que los judíos daneses no fueron obligados a traer este símbolo. Las preguntas de por qué los nazis decidieron llevar esta solución tan tarde y por qué los daneses se comportaron con los judíos tan solidariamente, se cita en el libro del historiador danés Boa Lidergaard, Los paisanos. Curiosamente, es el primer estudio que se ocupa de este suceso, y se publicó hasta este año.
Lidergaard se nutre principalmente de documentos hasta ahora no publicados y de testimonios de gente, quienes huían y quienes les ayudaban. Lidergaard, afirma que los alemanes posponían este paso tanto porque fueron convencidos por su contacto danés, el ministro de exterior de Dinamarca, Erik Scavenius. El milagro de la salvación de los judíos daneses se atribuye al patriotismo y al hecho de que los líderes socialdemócratas daneses lograron convencer a sus ciudadanos que la democracia y el patriotismo son partes inseparables. Ser un buen danés significó así oponerse a la autoridad y proteger a sus conciudadanos quienes fueron por circunstancias – “judíos”. Lidergaard no afirma que el modelo danés podía ser aplicado también en otros países, sin embargo, concluye que el odio “hacia el diferente” no es una fuerza primaria, que solamente espera la oportunidad para tomar fuerza, sino que es un instrumento político usado para tomar el poder.