//Jaime Levit

Todos los días nos despertamos, el rugido del despertador nos asusta, aun así no debemos asustarnos, pues es el momento de suspender nuestra jornada de relajación, procedemos a pulir nuestro cuerpo y se abre el manantial de la ducha, algunos se aventuran a ir directo a la jungla de labores, pero otros lo tomamos más a la ligera y nos vamos al universo de poner al ritmo nuestro cuerpo, de ayudarlo a activarse, iniciamos con una ligera caminata, posteriormente el cuerpo empieza a agarrar su ritmo y calentar sus motores, así empieza a acelerar y a soltar el aceite, el trayecto empieza a hacerse cada vez más amplio y empieza nuestra rutina con grandes desafíos, correr y encontrarnos con un universo de herramientas, que nos permiten desahogar nuestras presiones, angustias, preocupaciones y que nos hace sentir en la gloria, tal es así que nos olvidamos del mundo normal, del mundo del estrés, y a cambio estamos en un mundo de gran edén, de sentirnos lo que queremos expresar.

Existen retos en este ambiente, algunos comienzan con pequeñas rutinas de entrenamiento, y otros ya son expertos en la materia, tal es así que compiten localmente y hasta mundialmente, todo es cosa del esfuerzo de cada uno.

El deporte es una atmósfera donde la presión se va diluyendo y al final sale y nos sentimos extraordinarios, es por eso, que este espacio quizás íntimo entre el ejercicio y nuestro cuerpo, es un esparcimiento de relajación y confort, pero de repente el reloj que marca cada hora, cada minuto, anuncia el gran final y a cerrar este espacio. Es hora de alistarnos para entrar a la jungla de presiones, de deudas, de labor pesada, aun así debemos entender que este mundo entre lo relajado y el mundo de la presión van de la mano, ya que uno necesita del otro porque si no explotamos y caemos.
Es por eso que debemos tener la iniciativa de ponernos a prueba, y seguir adelante para crecer y olvidar las presiones, y sentirnos extraordinarios y aprender a vivir y a disfrutar de la vida.