Desde el momento en que sorpresivamente, Netanyahu resolviera disolver el gobierno de coalición a solo 18 meses de haber comenzado su periodo, el panorama político ha comenzado a reestructurarse rápidamente, con algunas movidas inesperadas en el tablero partidario. La primera y más sorpresiva, fue la de Itzhak Hertzog y Tzipi Livni, líderes del laborista Avodá y de Hatnuá respectivamente. Hasta su ruptura con Netanyahu, Livni fungía como ministra de Justicia, mientras que Hertzog, encabezaba la bancada de la oposición. Hertzog y Livni no solo decidieron ir juntos a las próximas elecciones, sino que además declararon que de ganarlas, se comprometían a ejercer el poder de manera rotativa. O sea, dos años cada uno en el cargo de primer ministro.
El único antecedente de esta fórmula, es el gobierno de unidad nacional de Shimon Peres e Itzhak Shamir, nacido como resultado del empate obtenido entre Avodá y Likud, en las elecciones de 1984. El anuncio de marras, resultó sorprendente para la opinión pública y de alguna manera se interpretó como injusto y asimétrico para los miembros de Avodá, dado que ese partido cuenta con quince curules en la Knéset, mientras que Hatnuá de Livni, solo tiene seis. De acuerdo al convenio, Livni secundará a Hertzog en la plantilla, mientras que el exministro de Medio Ambiente por Hatnuá, Amir Peretz, antiguo miembro e incluso líder de Avodá en el pasado, se ubicará en el octavo lugar. El resto de los candidatos postulantes se jugarán su lugar a través de elecciones primarias internas. Tres semanas después de esta sensacional declaración, las encuestas de intención de voto le dan a la lista conjunta, 24 curules, o sea tres más que a la suma de sus actuales y respectivas representaciones parlamentarias. Con ello logran por primera vez, sobrepasar virtualmente y por el momento, al Likud de Netanyahu. La otra sensación política la ha protagonizado el partido ortodoxo oriental, Shas.
A solo un año de la muerte del rabino Ovadia Yosef, líder espiritual y promotor del partido hace 30 años, Shas, se ha dividido en dos fracciones, ahora envueltas en una encarnizada y escandalosa pugna. Según las últimas encuestas, ambas listas se exponen a no franquear la barrera del 3.25 por ciento de los votos contables, establecida como mínimo por la nueva “ley de gobernabilidad” para lograr representación en la Knéset. Por esa misma razón, los tres partidos árabes están en tratativas de unificación a fin de llegar a un mínimo común denominador, que les permita salvar esa barrera. Jadash, el partido comunista israelí que fuera fundado por judíos en los años veinte del siglo pasado, hoy está compuesto por una mayoría árabe y una minoría judía.
Ese partido, no parece que se sumará al intento de unidad con los partidos islamistas o nacionalistas árabes. Se calcula que los ciudadanos árabes de Israel, poseen un potencial electoral conjunto de entre quince a 17 curules en la Knéset. Mientras tanto, una nueva “estrella” se eleva en el firmamento político. Se trata de Moshe Kahlón y su nuevo partido “Todos•”. Exministro de Comunicaciones y luego también de Bienestar Social por el Likud, en el periodo 2009/2013. Se alejó del partido y la vida política por desavenencias con Netanyahu a causa de su política socioeconómica. Kahlón ganó mucho apoyo popular cuando logró por ley, romper el monopolio de las tres grandes empresas de telefonía celular, obligándolas a competir entre sí, y a reducir sus tarifas de manera drástica. Kahlón, que otrora fuera conocido por sus posturas contrarias a un estado palestino, hoy critica a Netanyahu por su falta de iniciativa política y alerta sobre un peligroso aislamiento internacional de Israel. El partido Habait Haihudí de tendencia religiosa-nacional y encabezado por el ministro de Economía Naftalí Benet, está viendo acrecentar su potencial electoral en las encuestas.
Benet y su partido representan a muchos de los 350 mil colonos judíos establecidos en Judea y Samaria y a otros sectores tradicionalistas y laicos de derecha, que niegan rotundamente el establecimiento de un estado palestino. Eje principal de su campaña, a la vez que propugna leyes civiles que pretenden acentuar “la identidad nacional judía”. Mismas que podrían poner en tela de juicio el principio de igualdad de derechos para todos los ciudadanos del país. En el Likud, se libró una feroz contienda interna en su última convención. Miembros prominentes del partido, habían abandonado sus filas en los últimos tiempos. Otros, fueron marginados, por la presión de grupos de derecha-religiosa, que pretendían apoderarse hostilmente del partido.
Esta situación, estaba poniendo a Netanyahu y a su liderazgo en la cuerda floja. La convención del partido finalmente, originó una plantilla donde aún figuran candidatos de la extrema derecha, pero en número más reducido. Netanyahu deberá definir posiciones y hablar claro ante las próximas elecciones. No se puede manipular el principio de dos estados para dos pueblos, como lo ha hecho hasta ahora, pero en realidad conducir una política de estancamiento sin ninguna iniciativa o plan político solo esperando que el status quo, la inercia y el correr del tiempo, jueguen a su favor.
En cuanto a la difícil situación económica por la que atraviesan grandes sectores de la población, su imagen se ve hoy muy deteriorada. De todas maneras, la nota de la semana anterior la ha dado sin duda, el partido Israel Beitenu, liderado por el controversial Avigdor Liberman, actual ministro de Relaciones Exteriores. La Unidad Especial 433 de la policía, dedicada a la investigación y persecución de la corrupción y el crimen organizado, con el aval de la Procuraduría General de la Nación y del Asesor Jurídico del gobierno, han abierto una profunda investigación sobre un caso de corrupción que involucra a altos cargos de ese partido. Se trata de una amplia red de burócratas de algunos ministerios del gobierno, que llega hasta alcaldes municipales y conocidas figuras de la actividad social, cultural y deportiva del país. Al parecer, esta red desviaba fondos del presupuesto de algunos ministerios a favor de individuos y organizaciones allegadas al partido, para luego cobrar porcentajes de esos fondos en su beneficio personal. Las pesquisas han llevado hasta ahora a la detención de más de 30 conocidos funcionarios de todos los niveles. Entre ellos, la viceministra de Interior, quien es señalada como cerebro de esta maniobra delictiva. Luego de ser interrogada durante varias horas, fue puesta en libertad, gracias a su fuero parlamentario. El resto de los involucrados se hallan aún detenidos.
Liberman ha acusado a los gestores de la investigación, denunciando el acto como una conspiración política en contra de su partido, justamente en vísperas de las elecciones. Él mismo, aún no ha sido llamado a prestar declaración. Nadie puede prever aún, cuáles serán los efectos de este incidente en el resultado de las elecciones para este partido. Según datos elaborados por organizaciones internacionales sobre los países con menor corrupción en sus aparatos burocráticos, Israel ocupa el 37 lugar entre los 175 países investigados. Para fortuna y consuelo de los israelíes, hay jueces en Jerusalem que imparten justicia y que aplican la ley con todo rigor y castigan sin distinción a los responsables de este tipo de delitos. Liberman, ahora muy crítico y opuesto a Netanyahu, busca cómo lo hacen también el exministro de Hacienda, Yair Lapid y Kahlón del nuevo partido “Todos”, robarle votos al Likud. Sobre todo, de aquellos defraudados de Netanyahu por la situación económica y que se aprestan a castigarlo en las urnas. Por supuesto, también todos buscan atraer al electorado del “centro” en el espectro político.
Aquellos que no votarán a Avodá por razones atávicas o prejuicios contra la izquierda, o por no querer apoyar a sus candidatos de extrema derecha. La insatisfacción popular se orienta sin duda hacia la política económica de los últimos dos periodos de Netanyahu. Ese será el tema de prioridad en las elecciones.
Casi a nivel de protesta popular. Luego vendrán, según los sondeos, los tradicionales asuntos de seguridad nacional, la religión y el estado, etcétera. La política económica ha llevado a acrecentar de forma alarmante, las filas de las clases más débiles y necesitadas, acentuando cada vez más la distancia y desproporción entre ricos y pobres. Grandes sectores del pueblo israelí, pagan desde hace tiempo y de manera extrema los cada vez más exigentes gastos que impone el conflicto con los palestinos, y aquellos destinados a la seguridad nacional en general. Lo que hay que entender, dicen algunos politólogos y economistas, es que existe una estrecha relación entre esos imperativos para la defensa y la situación económica que vive el país. Por eso, el simple lema “Solo no Netanyahu”, esgrimido por varios partidos, no será suficiente para dar el giro sustancial que exige la actual situación. Sin un vuelco político real, orientado firmemente a fortalecer las instituciones de un estado protector, que brinde bienestar social a toda la población, no habrá solidaridad en el seno de la sociedad israelí, ni tampoco seguridad nacional.
Ofensiva diplomática
A pesar de la fuerte oposición de la administración Obama y de una conformación adversa en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas, la Autoridad Palestina resolvió presentar su propuesta de resolución. La moción, pretendía que la ONU adopte una resolución que le ponga fin a la ocupación de los territorios en Judea y Samaria en un plazo de tres años, juntamente con el reconocimiento de un estado palestino independiente. Tomándose como referencia, la frontera de 1967 como línea divisoria con Israel y que se reconozca a Jerusalem oriental como capital del estado palestino. La moción presentada por Jordania, no logró el voto necesario de nueve países, de entre los quince que componían el Consejo. Pero en enero de 2015, se cambiarán cinco de los países no permanentes en el Consejo de Seguridad. Casi todos ellos, considerados hostiles a Israel y que podrían aprobar por mayoría la propuesta palestina.
Lo que exigiría entonces el incómodo uso del veto estadounidense para fraguar el intento. Hamas se opuso abiertamente a la iniciativa del presidente palestino, pues esa moción dijo, reconoce tácitamente el derecho de existencia de Israel. Los europeos, han elaborado un plan que propone un plazo máximo de dos años de negociaciones intensivas, que deberá concluir con la creación de un estado palestino y un tratado de paz que garantice la seguridad a Israel. Varios parlamentos europeos han votado últimamente, mociones declaratorias a favor de un estado palestino, sin que ello obligue a sus gobiernos por el momento a tomar medidas concretas al respecto. Los europeos se adhieren, salvo algunos cambios, a la iniciativa Saudita del 2002, respaldada por la Liga Árabe. En lo esencial de sus términos, allí se exige la devolución de todos los territorios ocupados en 1967, el establecimiento de un estado palestino, y el regreso de un número no determinado de refugiados a Israel.
A cambio, los países árabes ofrecen su reconocimiento a Israel y el establecimiento de relaciones diplomáticas. Plan que hoy, carece de toda validez, pues los mismos palestinos están profundamente divididos entre sí en varias fracciones, cuya mayoría niega cualquier tipo de reconocimiento a Israel. La Autoridad Palestina dice reconocerlo, pero le niega su condición de estado nacional del pueblo judío. Además, qué tipo de garantías podrían ofrecer hoy países como Siria, Irak, Yemen o Libia entre otros, sumidos en guerras fratricidas que han hecho sucumbir el estado de derecho de un gobierno legal y reconocido. Por qué no hablar del sanguinario Califato y Ejército Islámico, ya dueño de parte de los territorios de Irak y Siria, y que amenaza con irrumpir en Jordania y Líbano. Los palestinos, se aprestan a solicitar además, su membresía en cientos de organismos internacionales. Muy particularmente, ante el Alto Tribunal de la Haya y su Corte Penal Internacional, donde pretenden acusar a Israel de cometer crímenes de guerra. Acto que podría revertirse fácilmente y actuar como un verdadero “bumerang” en su contra. El caso del lanzamiento de miles de misiles sobre la población civil, por ejemplo, o actos de terrorismo calificados de lesa humanidad. Estados Unidos ha anunciado que se opondrá a la moción palestina por considerarla “desequilibrada y provocativa”.
La doctrina estadounidense ha sido clara y consecuente a ese respecto. Durante décadas, ha mantenido que el proceso de paz, debe ser el resultado de un acuerdo consensuado entre ambas partes y no una imposición externa. Israel ha declarado que se opondrá a cualquier resolución que la obligue a cambiar los términos del status quo vigente y que no sea producto de un acuerdo entre las partes. Netanyahu ha expresado que está considerando aplicar represalias económicas contra la Autoridad Palestina. Hecho que habría de estudiar con extrema cautela, dado que ese tipo de sanciones podrían desmoronar a la autonomía palestina y convertirse en un arma de doble filo. Todo indica que por el momento, la situación continuará así, condenada a un trágico y congelado círculo vicioso.
El conflicto con los palestinos no tiene solución militar, por lo tanto, la pregunta real no es solo cómo se frenan los procesos hostiles locales o internacionales. La verdadera pregunta es, cómo se activan iniciativas políticas, que sin renunciar a los principios fundamentales se pueda resguardar la integridad del estado y la seguridad de su población. Una política, que debiera conducir a una salida del conflicto. Ya sea esta gradual y a largo plazo, o definitiva. Una que arroje por lo menos un rayo de luz y de esperanza de paz, para ambos pueblos.