Dentro de unos días tendremos ante nosotros la fiesta de Rosh Hashaná, el inicio del año.
Cuando se trata de un año nuevo, pedimos a Nuestro Creador un año bueno y dulce, y en las cenas comemos los Simanim (símbolos), como la manzana con miel, la Jalá redonda con pasitas, la cabeza de pescado o de cordero, ‘Tzimes’ (zanahorias dulces), y hay quien también pone acelga, betabel, pescado, granada, según diferentes costumbres, y con el nombre del alimento en Hebreo o en Yidish se hace una frase que resulte en una bendición para el siguiente ciclo.
Sin embargo, el día en que principia nuestro año no se trata especialmente de pedir. Enfocamos nuestros rezos en ungir al Todopoderoso como Rey, como el Rey de Reyes que es, y hacemos hincapié en que Él posee el dominio de todo, en la fuerza de Su mano y el vigor de Su diestra (como está escrito en el libro de oraciones de Rosh Hashaná), y en lo temible de Su nombre sobre todo lo que creó. Nos concientizamos que es quien dirige y maneja el mundo y la vida de todos y cada uno de los seres vivos, de cada persona, a cada instante y a cada momento.
Es el Rey que se merece todos los honores, y cuya voluntad se hace siempre en todo el universo. Es difícil para nosotros concebir Su poder, que no termina, que nunca se acaba. No nos es fácil percibir hasta dónde Él conoce de nuestros sentimientos, de lo que hay dentro de nosotros, pero Él es omnipotente, omnipresente y nos ama de una forma totalmente grandiosa. Siempre nos da oportunidad de acercarnos a Él, de regresar hacia el camino correcto, arrepintiéndonos de nuestros malos actos, y los días especiales para eso son los diez días entre Rosh Hashaná y Yom Kipur, los llamados Aséret Yemé Teshuvá, “diez días de arrepentimiento”. En esta etapa es cuando es más sencillo darse cuenta en dónde uno ha cometido errores y cómo enmendarlos; pedirle ayuda a D-os para poder abrir bien los ojos, observar nuestras acciones, nuestras palabras, si es que le hicimos daño a alguien, y corregirlo.
Y, ¿a quién es mejor pedir ayuda, sino al que todo lo puede? ¿Al Rey de todos los Reyes, al Santo Bendito Él? Ya que es Nuestro Rey, y en este día nosotros lo ungimos como tal, y sabemos de todas Sus maravillas, de Su potencial, de lo que es capaz de hacer y de transformar, nos encomendamos a Él para comenzar así el que será, con Su ayuda, el mejor de los años para todo el Pueblo de Israel, que llegue el Mashíaj pronto en nuestros días, Amén.
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