Otro complemento del Festival Aviv es el video que abre el evento que, además de ser el famoso ‘tan,
tantarán, tan, tan’ previo al inicio de la función, es el empuje de adrenalina que le damos al público para que sepa que el espectáculo está por comenzar. Pero, ¿qué hay detrás de todos estos cuadros por segundo, fades, cortes, paneos y travelings?
Para esta edición del festival, la dirección general en conjunto con la dirección artística, tomaron la decisión de, entre todos los voluntarios, seleccionar a algunos que se encargarían de hacer que el video sucediera, desde la selección del tema hasta que se entregaran las versiones finales de todos los audiovisuales presentes en el Aviv.
Sabíamos que queríamos la presencia de todos los elementos, pero no estábamos seguros de cómo lo llevaríamos a la pantalla, sabíamos que queríamos un espacio grande, verde y bonito, pero no sabíamos a dónde ir. Acabamos tan cerca y tan lejos, CDI Tepotzotlán fue la locación principal. Así es, esos espacios maravillosos que se vieron en el video de la apertura, es el T-Poz, los cuales usamos para nuestros Campamentos de la Tnuá, nuestros intensivos de bailes y la carne asada en familia del fin de semana.
Era viernes, llegamos a nuestro destino alrededor de las 16:00 horas, teníamos tres bailarines extraordinarios, fotógrafos sensacionales, un equipo de producción de primera, y todas las ganas de sacar el proyecto que por meses habíamos planeado. Bien sabíamos que la ‘pacha mama’ no haría aire, tierra, fuego y lluvia por nosotros, así que tuvimos que llevarnos los cuatro elementos en la cajuela del coche, así de extremo fue nuestro viaje, una experiencia digna de un Tzadik.
Cruzando la calle al salir del casco – nombre con el que conocemos la zona de las cabañas – está la entrada que nos lleva al lago, la puerta anterior a esta, era un misterio hasta el día del scouting que, por metiches y extremos, decidimos explorar. Es un área verde enorme llena de espigas que te hacen sentir Heidi, una granja abandonada, una cancha de Fútbol, un laberinto de árboles secos, un millar de grillos brincadores, arañas y telarañas en colores exóticos, y cualquier variedad de plantas e insectos que más que terror, le dan vida a este lugar casi abandonado.
Una pipa de agua de muchos litros fue nuestra primera cómplice, una vez que se escuchó “¡Echen el agua! ¡Acción!” , la diversión había comenzado, estábamos como a quince grados, era noviembre y nos encontrábamos parados en medio de la nada, el talento bailarín estaba a medio vestir y aún así, dieron todo para posar, bailar y reír bajo lluvia artificial que aparentaba ser la tormenta más fuerte que jamás se haya visto en T-Poz.
Una vez finalizada la escena del agua, por ahí de las 21:00 horas, una parte del equipo de producción se encontraba preparando la siguiente escena, mientras que los otros se aseguraban que los bailarines tuvieran agua caliente para bañarse, y se alistaran para volver al foro que, para ese momento, seguía siendo un misterio para todo el equipo.
En nuestra mente, teníamos una fogata típica de majané, con bailarines alrededor de ella. Cuando llegamos a la cancha de Fútbol de la puerta abandonada, nos encontramos con cinco fogatas que superaban los dos metros de altura. Siendo franca, sí tuve un poco de miedo, y no me sentía lista para morir quemada entre leña y gasolina. El equipo de fotógrafos y los bailarines, sin deberla ni temerla, se pasearon entre las fogatas al ritmo de la música. Bailaban, brincaban y sudaban, representando la lucha del ser humano con el elemento en curso, y buscando equilibrio y convivencia con el mismo.
Grabábamos contrarreloj, el fuego se consumía, y eso traía consigo demasiados problemas: ya no había leña, no había gasolina y temíamos no tener suficiente material fotográfico para la edición del corte final. Una a una se fueron acabando las fogatas, el reloj ya marcaba las 24:00 y llevábamos casi siete horas rodando. Los bailarines estaban agotados y sedientos por el calor, y ya era momento de regresar al casco.
Entonces uno de los fotógrafos amablemente echó agua al fuego para irnos a descansar y una ráfaga de humo invadió las canchas, entonces alguien gritó: “¡Esto, esto tiene que ser el aire, vamos a grabar!” Todos los presentes pusieron manos a la obra y regresaron a escena. Una serendipia que nos cayó del cielo, porque aquí entre nos, no teníamos aún resuelto cómo llevaríamos aire, que usualmente no vemos, a la pantalla.
Nos quedaba un día de rodaje, y un elemento a retratar, la tierra. A las 8:00 horas estábamos ya listos para el llamado, teníamos dos locaciones en mente: el círculo y el laberinto de árboles. Había sol y grillos por todos lados, era el último jalón para terminar con la producción de la apertura y quedaba, después de ese fin de semana, un largo camino por recorrer.
Una vez más, el talento de bailarines y fotógrafos, pusieron pies y manos a la obra. Descalzos y en vestuario danzaron y corrieron entre insectos, hojas secas y espigas. No pusieron ni un solo pero y de nuevo, lograron cautivar a la cámara con sus movimientos e interpretaciones. Hasta los grillos quedaron sorprendidos.
“¡Corte y queda!”, las palabras que dieron fin a esta gran experiencia, a un fin de semana con grandes compañeros y colegas, que pusieron su creatividad y talento para este festival que, por 43 años, ha sido el calendario de muchos. La vida se mide antes y después del Aviv, en esta ocasión, nosotros medimos el año antes y después del llamado que nos hizo echar los cuatro elementos en la cajuela del coche y, sin saber lo que nos esperaba, nos permitió plasmar en imagen lo que representa un Tzadik. A partir de este momento, todavía teníamos una postproducción por resolver. Ese video que nos hace gritar de emoción, fue el corte final de esta historia, y la primera junta de producción para nuestro próximo festival.
¡Qué viva la danza, que viva el video, y por supuesto, que viva el Aviv!