El día que nos marcó

Título: El día que nos marcó
Categoría: Infantil A / Cuento
Pseudónimo: Fantasma

Todo comenzó en una noche de terror que cambió nuestra vida por completo, sin despedirnos, sin previo aviso y sin una sola razón… TODO CAMBIÓ.

Mi nombre es Omer, muchos me dicen Omi, pero mis papás me dicen “Jaim Shelí”. Tengo 9 años y vivía muy feliz.

Un viernes como cualquier otro, fui a la escuela, jugué con mis amigos y en la tarde hice todas mis tareas para prepararme y poder recibir shabat como nos gusta… bañado, perfumado y guapo…

Hicimos shabat y yo sabía que esa noche era una noche mágica y especial, ya que mis papás habían invitado a los vecinos Rozen a cenar, y por supuesto que fué Anat, la niña que me gusta, y estuvimos platicando toda la noche hasta que empezó la pesadilla. 

Estábamos acostados en el patio trasero viendo las estrellas y poniéndoles nombres,  haciendo figuras imaginarias. Nos reíamos muchísimo, y por alguna razón no teníamos ganas de regresar a casa hasta que el sol saliera.

Y no salió el sol… sino que empezaron a sonar las sirenas de emergencia y todos nos tuvimos que meter al “miklat”, Ese es el cuarto de seguridad, y me asusta muchísimo meterme ahí, porque desde pequeño he escuchado las historias de la guerra. Poco antes de cumplir 9 años, tuve el mismo sueño, más bien la misma pesadilla todos los días por una semana.

Soñé que un día un grupo de personas atacaba a mi gente y nadie volvía a verse jamás. Entonces, preparé mi mochila con cosas importantes y fui a defender a mi pueblo y logré solucionar algunas cosas, mis papás me felicitaron por ese gran trabajo “Jaim Shelí,eres único”.  Ese había sido solo uno de tantos sueños.

Esa noche antes de ir al “miklat”, busqué cosas que realmente fueran importantes. Metí en mi mochila: el Nintendo Switch con su cargador, la foto de mi familia que estaba junto a mi cama,  mis tres libros favoritos: El diario de Greg y otros dos, mi estuche de la escuela y un cuaderno.

Lo primero que vimos al entrar fue a los niños de la familia Plup. Nunca nos llevamos bien, simplemente jugábamos a cosas diferentes, pero en ese momento estábamos en el mismo equipo, en el de la angustia, el miedo y la sorpresa. Lo único que se me ocurrió fue invitarlos a pintar lo que vimos en el patio apenas unos minutos antes.

Ben Plup no podía creer que estuviéramos juntos compartiendo esa tristeza y ese momento. Llorábamos y llorábamos y nos abrazábamos con todos los que estaban ahí con nosotros. Lo más raro fue que los Rozen no estaban por ningún lado.

Llegué a pensar que se los llevaron los malos con ellos.

Tampoco encontré a mis abuelos pero, mi mamá me dijo que estaban visitando a sus mejores amigos en Jerusalem pues ahí vivían ellos.

Después de tres días de estar ahí adentro, se me ocurrió cantar una canción que solo mi amiga Anat y yo conocíamos pues la habíamos inventado una tarde que estábamos en el Kotel juntos. Se la repetí muchas veces a todos los niños que estaban con nosotros ahí en el “miklat”.  Les dije: “Ahora es momento” y empezamos a cantar la canción todos juntos abrazados y llorando. Al acabar de cantar escuchamos una voz bajita que seguía cantando, era Anat mi amiga, que se había quedado afuera en el jardín, después de que cerraron la puerta.

¡Corrí a buscar a mi papá para que los ayudara a entrar!

Abrieron la puerta y ahí estaban, escondidos detrás de unas cajas negras en un rincón.

Mi amiga me contó que se quedó afuera, porque le estaba pidiendo a las estrellas que acabara eso y no hubiera más explosiones y gritos.

No sé cuánto tiempo falta para que acabe esta pesadilla que, la verdad, no es ningún sueño, sino que es una realidad espantosa que nunca pensé vivir, Pero al menos no estábamos solos: D-os, nuestros amigos de adentro, los soldados de afuera, todos los judios de Israel y del mundo, estábamos juntos.

Fue en ese momento en el que trate de hacer realidad mi sueño, salí del “miklat”, con mucho cuidado y estaban los malos, ahí afuera a unos metros de mi casa , le pedí a uno de ellos que por favor  se fueran, por que me asustaba muchísimo tenerlos ahí y, más estar en el “miklat” que me da tanto miedo  y empecé a cantar con Anat la canción que nos da paz,  por lo que me dijeron:

“Ok, muchacho, nos vamos a ir pero no le digas a nadie que hablaste con nosotros”.

Y no regresó nadie más al kibutz donde vivimos.

Anat me tomó muy fuerte de la mano y me dijo que soy increíble, me propuso un sueño nuevo, me dijo: “Omi, deberías de soñar que estamos todos juntos, abrazados y cantando de alegría  porque se acabó la pesadilla”.

Le respondí que no estaba seguro de poder volver a soñar después de estos días tan horribles.

Varios días después, pude volver a soñar y, soñé que los yehudim volvíamos a estar juntos, a salvo y seguros en Eretz Israel, y ahora solo falta esperar el gran milagro.

Tengo fe en que se haga realidad lo antes posible y todos los malos desaparezcan de Israel.

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