El misterio de la cámara

Título: El misterio de la cámara
Categoría: Secundaria / Cuento
Pseudónimo: Florencia

Estaba caminando por la calle cuando vi una tienda de segunda mano que vendía cámaras y equipo de video, viejo y usado. Como no tenía mucho presupuesto decidí entrar y ver qué podía comprar. Necesitaba una cámara con alta definición, lo más nueva posible. Cuando entré a la tienda, me recibió un anciano de barba larga y blanca pero con un olor a naranjas dulces que contrastaba con aquel antiguo lugar. Era el dueño de la tienda y me preguntó si venía por algo en específico y le dije lo primero que se me vino a la mente porque en realidad siempre había tenido un deseo, un anhelo que me abordaba desde mi niñez. Siempre soñé con ser detective. Sí, de esos que aparecen en las películas y sacan una lupa de la larga y oscura gabardina. Le mentí diciéndole que buscaba un reloj de cadena.

El anciano lo encontró con facilidad dentro de uno de los cajones de su escritorio. Lógicamente no era de la mejor calidad porque estaba usado, pero con ese objeto yo podría seguir alimentando mis deseos de convertirme en discípulo de Sherlock Holmes y decidí adquirirlo. Cuando estaba a punto de salir de la tienda, me llamó la atención una vieja cámara. Estaba en una caja mediana con un letrero amarillo fosforescente anunciando que estaba en una súper rebaja. Algo en mí me dijo que la comprara, entonces eso hice, pagué mis dos artículos y salí de la tienda.

Al llegar a mi casa decidí examinar la vieja cámara que acababa de comprar. Abrí el compartimento donde normalmente se colocaba el disco duro. En vez de una memoria, encontré una carta doblada varias veces en sí. Me dispuse a leerla y me di cuenta que estaba firmada por un señor llamado Manuel. La carta decía que el que la leyera debía de encontrar a su hija llamada Isabella y daba explicaciones sobre cómo llegar a una cabaña muy alejada a la mitad del bosque a las afueras del pueblo. Al principio decidí ignorarla, después sentí como si algo me dijera que debía encontrar a Isabella. Antes de buscarla, pensé en investigar sobre Manuel. El pueblo era pequeño y todos se conocían entre sí, pero yo en cambio acaba de llegar. No conocía a nadie pero aun así decidí acercarme a preguntar.

Entré a un restaurante y me acerqué al encargado, al parecer él conocía a todo el pueblo porque incluso, para mi sorpresa, conocía mi nombre. Me acerqué y le pregunté. Al parecer Manuel, era un político del pueblo. Había sido un señor muy conocido por las personas, tenía mucho dinero, era viudo y su única familia era su hija Isabella. El barista me dijo que Manuel desapareció hacía treinta años, que investigaron su caso por varios meses hasta que su hija decidió dejar de buscarlo y dejó de pagarle a la policía para que dieran por cerrado el caso. Luego fui en busca de Isabella. La carta indicaba dónde vivía.

Al llegar me encontré con una casa un poco vieja, toqué la puerta y me abrió una mujer alta, castaña, de unos 60 años. Pregunté por Isabella y me dijo que era ella y qué se me ofrecía. Le pregunté si me invitaba a pasar y me asintió con la cabeza, su casa se veía vieja y vivía sola.  Empezamos a hablar y le expliqué la historia desde cero, ella lo único que hacía era negarlo y decía: “Mi padre desapareció y murió hace ya casi 30 años”. Ella no me creía hasta que le enseñé la carta. De inmediato reconoció la letra de su padre.

Observé su cara y pude ver cómo las lágrimas recorrían su cara. Me vio a los ojos y me agradeció por haberla encontrado. Inmediatamente después me preguntó cuándo salíamos a buscar a su padre. Le respondí que al día siguiente por la mañana. Ella se veía fuerte, entonces supuse que sí podía caminar en las montañas, le expliqué lo que necesitaba saber y fui a mi casa para prepararme para mañana.

Al día siguiente la recogí y salimos. La carta indicaba un lugar a la mitad del bosque, empezamos nuestro camino, no era un bosque muy agradable, tenía mucha neblina y los árboles eran grandes y robustos. El camino era complicado pero Isabella y yo íbamos a muy buen paso. Llegó la noche y cada una armó su casa para acampar. Cenamos muy ligero y descansamos.

Al amanecer nos despertamos temprano. Tenía buen humor pero Isabella tenía angustia en su cara, le pregunté porqué estaba así y me dijo que no tenía esperanzas. La calmé y le dije que todo iba a estar bien. Seguimos nuestro camino y después  de varias horas llegamos donde el mapa apuntaba. Al llegar a la cabaña, Isabella suspiró y con mucha fuerza empujó la puerta. Se sentía una vibra extraña, fea y tenebrosa. Cuando entramos observamos una cama, un armario y una caja de color negro con un candado. El lugar era viejo, se podía oler la humedad, el polvo y se podía percibir que nadie había estado ahí en mucho tiempo.

Encontramos un marco, era una foto de Manuel con Isabella. Cuando ella la miró no pudo contenerse a llorar, me preguntó que cómo su padre pudo haberla abandonado para estar aquí. Podía sentir su furia, apoyé mi mano en su hombro y eso la calmó un poco, me giré para ver que la caja tenía una combinación de cuatro dígitos. Le pregunté a ella si tenía alguna idea de cuál podía ser la combinación, intentamos varias pero ninguna abría. Isabella me dijo que intentara la combinación 2808, le pregunté por qué esa combinación y me dijo que era el día en el que su madre murió. Sentí pena por ella pero me concentré en abrir la caja y lo logramos juntos.

Dentro de la caja, encontramos muchas pertenencias de Manuel, papeles, dinero, imágenes y una carta. Isabella la empezó a leer y su mirada tenía expresión de sorpresa, en la carta decía que él fue amenazado por un viejo conocido que le debía dinero. Amenazó con matar a Isabella y él fue la causa por la que su esposa había fallecido hace ya tantos años. Isabella se puso a llorar como yo nunca había visto a nadie. Me quedé frío, no supe como reaccionar, salí de la cabaña y miré a mi alrededor. Isabella salió y me dijo que regresáramos al pueblo. Tardamos dos días en llegar, el regreso fue incómodo ya que Isabella no supo cómo reaccionar. Cuando llegamos, ella me agradeció por haberla encontrado y darle una explicación a la desaparición de su padre. Cuando creí que todo había terminado una pregunta me surgió. ¿Cómo es que esa carta llegó a esa cámara? ¿Quién entregó esa cámara y por qué? Las preguntas se revolvían por mi cabeza hasta que me di por vencido y decidí ignorarlo, pero son preguntas que siempre rondarán por mi mente.