EL SÉPTIMO DÍA DE OCTUBRE

Título: El séptimo día de cctubre
Categoría: Preparatoria / Cuento
Pseudónimo: Karen


Viernes 6 de octubre del 2023

En la escuela me pidieron que empezara a escribir un diario para que pudiera documentar mis emociones y mis sentimientos, entonces empecemos. Me llamo Naomi Melamed y tengo 11 años, vivo en un kibutz llamado Nirim cerca de la franja de Gaza, vivo con mi mamá, mi papá y mi hermano grande.

Hoy me desperté con muchos nervios, ya que tenía examen de Pensamiento Judío y no había estudiado nada, pero está bien porque me va muy bien en esa materia. Me subí al camión; me senté con mi prima, que es mi mejor amiga, y que a diferencia de mí sí estudió; platicamos sobre el examen. Llegué a la escuela y saludé a todas mis amigas, me acerqué a mi salón, me di cuenta a través de la ventana que ya iba tarde. Me apresuré para sentarme en mi pupitre, la clase pasó y ya era hora del examen. Saqué mi cuaderno e hice mis respiraciones para poder tranquilizarme, no quería que me diera un ataque de pánico en medio del examen.

Pasé la mayoría del tiempo del examen a la perfección, hasta que la maestra dijo que quedaban diez minutos y fue entonces cuando empecé a hiperventilarme;  mis manos empezaron a temblar y a sudar. Todo parecía una horrible pesadilla. La maestra me vio con los ojos llorosos y me sacó del salón; me pidió que me sentara en el piso y me sostuvo las manos. Después de cinco minutos de hablar con ella, pude calmar mis nervios y mi respiración volvió a la normalidad; entramos de nuevo al salón como si nada hubiera pasado para que pueda acabar el examen. Se lo entregué junto con todos mis compañeros y nadie más se enteró de lo que pasó.

Llegó la hora de regresar a la casa, mi amiga Gina, que es mi vecina, se regresaba caminando conmigo porque pasábamos a comer un helado, entonces me la encontré en la salida de la escuela y empezamos a caminar. Llegamos a la heladería y yo pedí el mejor sabor del mundo: caramelo salado, y mi amiga pidió el de chocolate. Seguimos caminando juntas hasta llegar a la desviación para llegar a nuestras casas y cada quien tomó su  camino despidiéndonos con la mano. Llegué corriendo a mi casa a contarle a mi hermano David lo que me pasó en la escuela durante el examen hasta que llegó mi mamá a preguntarnos qué estábamos haciendo. Los dos alzamos los hombros indicando la nulidad del día, nunca hemos tenido una relación muy abierta con mamá, pero eso no implica que no la amemos. Me acerqué a darle un abrazo, ella me dio un beso en la cabeza.

Sábado 7 de octubre del 2023

Eran alrededor de las 5 de la mañana, y yo estaba profundamente dormida cuando de repente un estruendo muy fuerte retumbó a través de las paredes y toda la casa tembló; mis legos, que tenía sobre unas repisas, cayeron al piso destruyéndose por completo. Yo estaba debajo de la sábanas cuando de la nada entró mi mamá al cuarto de prisa; me agarró muy fuerte de la mano, y me guio a la sala donde estaban mi hermano y mi papá con bolsas de comida con caras de preocupación. Mientras me tallaba los ojos, les pregunté sobre lo que estaba pasando y nadie me contestó; en vez de eso salimos de la casa y nos fuimos al búnker que teníamos asignado en caso de emergencia.

Durante nuestro trayecto, vi a todos los habitantes del kibutz corriendo por las calles, entonces pude inferir que estábamos siendo atacados. Cuando ya estábamos todos dentro del búnker, me acerqué a mi mamá que estaba en una esquina con la cabeza entre las piernas, le toqué el hombro y me senté junto a ella y fue en ese momento que empecé a comprender lo que estaba ocurriendo. Mis manos empezaron a temblar y a sudar, se me hizo un nudo en la garganta y la vista se me nubló; el corazón me empezó a palpitar como a 180 por minuto y solo sentía que las paredes se hacían chicas, todo volvía a parecer una pesadilla. De pronto, mi mamá me abrazó muy fuerte y poco a poco sentía cómo toda esa ansiedad, inquietud y estrés se desvanecía.  Pasaron dos minutos, y poco a poco me fui calmando.

Pasaron las horas y no teníamos ni una sola noticia de lo que estaba pasando afuera y nadie se atrevía a hablar más de lo necesario, eso hizo que las horas se pasaran cada vez más lentas. Desde adentro, solo se podía escuchar cómo caían los misiles muy cerca de nosotros.  Yo no podía parar de pensar sobre lo que les podía estar pasando a los kibutzim vecinos.

Domingo 8 de octubre del 2023

Todos nos despertamos a las 7:00 a.m. porque cayó un misil tan cerca de nosotros que hasta el búnker se sacudió. Todos teníamos unas ojeras muy grandes, ya que en la noche no pudimos dormir bien por la angustia y los estallidos. Nos formamos todos para esperar a que nos dieran nuestra ración de comida.  Llegó mi turno y me dieron un plato con la mitad de una lata de atún y un pan pita chico, el atún estaba frío y tieso, olía muy fuerte y el pan estaba también duro. Mi mamá me obligó a comerme por lo menos el atún, lo hice a regañadientes. Me acabé todo menos el pan, ese se lo di a mi hermano, que se pasó toda la noche despierto parado al lado de la puerta por si alguien quisiera entrar, por lo que se estaba muriendo de hambre.

Acabando de comer, todos nos sentamos en un círculo esperando a que tuviéramos algún tipo de noticia del exterior. Pasados 20 minutos,  Roi, un señor de mediana edad, empezó a hablar: “Tomémonos este tiempo para reflexionar sobre todo lo bueno que tenemos en nuestras vidas que damos por hecho que siempre estarán; por ejemplo, los pequeños detalles, ir a la escuela, llegar del trabajo y ver a tu familia, poder cenar todos juntos en Shabat, porque hay gente que después de esto no lo va a poder hacer del todo normal. Las cosas no van a volver a ser como antes pero a pesar de que van a ser diferentes, el cambio también es bueno”. Volteé a ver a mi mamá y pude notar que de su rostro brotaban lágrimas.

Después, en voz alta, empezó a hablar mi hermano. Yo ya estaba un poco ansiosa por lo que dijo Roi y no esperaba que mi hermano, de pronto, volteara a verme y me dijera lo mucho que me quería y lo poco que convivía conmigo. De mis ojos brotaron lágrimas cuando dijo: ‘‘No sé si salgamos de aquí con vida, pero lo único que quiero que sepas es que ¡te amo con todo mi corazón y siempre vas a ser mi hermanita chiquita!’’. Me le eché encima, le di el abrazo más fuerte de mi vida y le dije que  yo también lo amaba.

 Se me cayó el corazón al piso cuando empezamos a escuchar pasos y gritos que venían de afuera del búnker, todos nos quedamos fríos cuando de repente empezamos a escuchar que estaban forzando la puerta. Mi mamá y mi papá se juntaron a nuestros abrazo. Hubo 30 segundos de silencio cuando se empezó a mover la manija de la puerta y entró un rayo de luz…

Esta situación es la que mucha gente

todavía vive al día de hoy.

Este es un buen momento para juntarnos

 como pueblo y apoyar a los nuestros.

¡Esto va a acabar pronto, solo hay que esperar!

Karina Marcushamer

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