Fuchs tenía 21 años y solo pesaba 38 kilos cuando
terminó el horror del genocidio nazi. Luego de vivir durante un tiempo en Estados Unidos, en 1963 se radicó definitivamente en Buenos Aires. “La vida es más fuerte que la morbosidad y la tragedia”, afirmó Fuchs en una oportunidad.
Fuchs nació en 1924 como Yankele Fuks, en Lodz, Polonia. A los 15 años los nazis lo encerraron en el gueto local, hasta que en 1944 lo deportaron a Auschwitz y lo ‘seleccionaron’ para trabajar en Dachau, donde permaneció hasta el fin de la guerra. Tenía 21 años y solo pesaba 38 kilos cuando terminó el horror. Padecía tifus y tuberculosis; y como pudo llegó a una granja de donde más tarde fue llevado hasta Saint Ottilien, un antiguo monasterio transformado en hospital. Fue allí donde, como solía decir que volvió a vivir.
“La gente no puede saber ni imaginar el dolor que significó el exterminio llevado a cabo por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial”, expresó en una entrevista con la Agencia AJN realizada en 2010. “Hay hechos que no recuerda nadie porque cada uno recuerda lo suyo. Por eso yo pregunto: ¿Qué es memoria? Es una palabra que no tiene definición. Le pregunté a un psicólogo y a un psiquiatra sobre el tema de la memoria, y me respondieron que tenemos una memoria selectiva porque sabemos cómo salir y volver a casa, pero memorial es como democracia, república e igualdad, palabras que es muy difícil de explicar”, afirmó. Por eso, Fuchs resaltó que frente al Holocausto, “la vida es más fuerte que la morbosidad y la tragedia”. “La gente se ha alejado de nosotros y es muy difícil que se pongan en nuestro lugar porque no entendían como luchábamos por mantener la memoria”, explicó.
“Uno no puede vivir con un dolor. La naturaleza misma te ayuda, hace un filtro. Uno no se propone recordar ni se compromete a no olvidar. La gente sigue”, expresó, además de contar a esta agencia que nunca relató a su hija ni a sus nietas su experiencia en los campos nazis.
En los últimos años, Fuchs se dedicó intensivamente a la difusión del tema de la Shoá en numerosas instituciones, escuelas y universidades en varias ciudades del país. Escribió los libros Tiempo de recordar (Editorial Milá, Buenos Aires, 1995) y Dilemas de la memoria (Editorial Norma, Buenos Aires, 2006) y fue colaborador de la sección Contratapa del diario Página/12.
“Ocho días en Auschwitz fue una eternidad, ocho horas en Auschwitz fue una eternidad, porque todo estaba limpio, no quedaba nadie. Es muy difícil que la gente entienda esto y al sobreviviente”, detalló hace unos años.
Fuente: www.agenciaajn.com