Título: Galia
Categoría: Preparatoria / Cuento
Pseudónimo: Zeta
Era un miércoles común en la vida de Galia, una niña de 9 años que tenía una habilidad extraordinaria, pero aún no lo había descubierto.
Galia estaba jugando en el patio trasero de su casa al fútbol con su hermano Henry, 3 años mayor que ella. Estaban pasando un buen rato, hasta que en un momento Henry pateó el balón demasiado fuerte.
El balón iba directamente a la cara de Galia, que cerró los ojos por el miedo y, como un reflejo, en ese mismo segundo, deseó parar el tiempo para evitar el golpe.
Después de un segundo más, Galia abrió los ojos sin saber por qué no había sentido el balón en su cara, y al abrirlos vio algo totalmente increíble. El balón flotaba en el aire, justamente frente a su cara. Galia cerró los ojos sin entender si lo que había visto era real o una alucinación provocada por el golpe.
Pero al ver que no pasaba nada, Galia abrió los ojos por segunda vez y se da cuenta de que todo sigue en pausa. El balón flotando frente a su cara y su hermano quieto como una estatua. Galia decide hacerse a un lado, evitando la trayectoria del balón, cierra los ojos por tercera vez, pero ahora piensa en su mente que el tiempo vuelve a andar. En ese mismo instante siente el balón pasar a su lado rápidamente, sin golpearla. Galia abre los ojos y ve a Henry con cara de confusión, sin entender cómo no la golpeó si recuerda claramente cómo el balón iba directamente a la cara de su hermana.
Galia, sin poder comprender lo sucedido, le dice a Henry que está cansada y que ya no quiere jugar más. Se dirige a su cuarto y ahí agarra su Tablet con duda. Ve la hora claramente, eran las 3:41 pm y ella piensa otra vez en parar el tiempo.
-Quiero parar el tiempo. – Dice, firmemente y mirando fijamente su Tablet.
La hora en su Tablet no cambia, las 3:41pm permanecen, aunque el tiempo, para Galia, pasa. Asombrada, sale de su cuarto para ver lo que sucede afuera. Al igual que la vez anterior, su hermano, y ahora también su mamá, están quietos como estatuas, su madre en el sillón viendo una película y su hermano a medio paso hacia la cocina.
La película en la televisión seguía corriendo. Galia, sin creerlo, mira a su alrededor, tratando de entender todo el asunto. Regresa a su cuarto y pide otra vez en su cabeza, que el tiempo vuelva a correr. Toma su Tablet y ve el cambio en su Tablet: 3:42pm. Esto sí que fue un largo minuto.
Se escucha un grito, es la mamá de Galia, Aurora, preguntando quién tomó el control de la televisión y le adelantó a su película.
Después de ese día, Galia empieza a entrenarse en el uso de su poder, así como ella le llamaba, pero más incidentes empiezan a suceder y los papás de Galia sospechan que algo raro sucede. En una ocasión, Galia detuvo el tiempo mientras su mamá se lavaba las manos, y sin darse cuenta, hizo que toda la cocina se inundara, ya que el agua siguió corriendo.
Pasaron 6 meses más y Galia aprendió a controlar su poder, pero aún así, sus familiares sospechaban algo. Galia usaba su poder para muchas cosas. Cuando tenía pendientes, detenía el tiempo para así poder terminar.
A veces, en sus exámenes, paraba el tiempo para poder copiar. Siempre usaba su poder sin fin de dañar a otros, pero en un momento, se dio cuenta del poder que tenía y de que tenía la posibilidad de usarlo también para el mal.
Para la mala suerte de Galia y de sus familiares y amigos, ella decidió irse por el lado malo y como primer acto, le dice a su madre que la lleve a un centro comercial, en donde había un banco. Su mamá la lleva y Galia decide hacer lo inesperado: Detiene el tiempo y se acerca al baño, entra, y va hacia donde está el dinero, toma todo el dinero que puede y lo mete en sus bolsillos, sale tranquilamente del banco y vuelve con su mamá, pero ahora, con cientos de dólares entre la ropa.
Ese mismo fue el momento en que Galia se descontroló, ella ya dependía de su poder, no podía vivir sin usarlo, robaba todo lo que podía en el momento que quería, paraba el tiempo por horas, incluso por días enteros, pero no sabía el daño que realmente se estaba causando a sí misma.
Pasaron días, meses y años, pero Galia no se detuvo, siguió deteniendo el tiempo hasta que un día, su vida dio un giro de 360 grados.
Para este momento, Galia ya tenía 17 años y como todos los días, estaba a punto de detener el tiempo. Estaba en su cuarto y en el momento exacto en el que dijo: “quiero parar…” entró su madre por la puerta y gritó: “¡woo!”, a Galia no le dio tiempo de siquiera reaccionar, no pudo detenerse y terminó de decir: “… el tiempo”.
Aurora se quedó pasmada, con una expresión de angustia en su rostro. Galia no lograba comprender nada, así que cerró los ojos y dijo: “que el tiempo vuelva a correr” y en ese instante se escuchó el suspiro del grito de su madre. Galia intentó disimular, como si nada hubiera sucedido, pero claramente Aurora sabía algo más.
Galia preguntó: “¿qué pasa, madre?”, y Aurora se sentó lentamente junto a ella, suspirando marcadamente.
– ¿Hace cuánto tiempo lo descubriste? – le preguntó. Galia intentaba actuar como si no entendiera nada, pero su mamá insistía hasta que, con desesperación y subiendo la voz, Aurora insistió.
– Sabes perfectamente de lo que hablo, no hagas como si no.
Galia responde con voz decepcionada que cuando tenía nueve años. Aurora palidece, como si fuera a desmayarse.
Una lágrima, en ese momento, se deslizó por la mejilla de Aurora. Galia estaba confundida, sin entender cómo es que su madre la podría haber descubierto. ¿Cómo podría saber del tema?
Aurora, inhalando profundamente, visiblemente angustiada, le responde:
Galia bajó la mirada con decepción, sin poder creer lo que acababa de escuchar. Toda su vida pasó ante sus ojos, recordó cada vez que detuvo el tiempo. Fueron cientos de miles de veces. No podía creer lo que acababa de escuchar. Si lo que decía su madre, era verdad, ella no tendría mucho tiempo más de vida.
Pasaron unos meses y Galia cumplió su promesa, pero nada le quitaba el miedo de morir pronto y así mismo, como Aurora había dicho antes, comenzó a enfermarse gravemente y poco antes de morir, llamó a Galia.
Galia abrazó a su mamá lo más fuerte que pudo. Se dio la media vuelta y salió del cuarto del hospital mientras que la máquina que registraba los latidos de aurora, zumbó indicando que no vivía más. Galia lo sabía, y llorando prometió vivir el ahora sin pensar en el tiempo que le quedaba. Decidió comenzar a vivir, aún con una maldición, vivir feliz cada segundo, cada hora, cada día, sin importar cuántos quedaran.