Según David Mamet, escritor de Glengarry Glen Ross: como hablamos, nos

comportamos. No lo contrario. Esta propuesta se refleja en el formato de sus guiones, los cuales ofrecen mínima dirección actoral e insisten que el trabajo del actor y director sea determinar las acciones de los personajes y la puesta en escena con base a un estudio profundo de cada coma, énfasis y tartamudeo —transmitiendo del diálogo, su visión directoral. En esto, reside el mayor reto al montar Glengarry Glen Ross.

Glengarry Glen Ross trata sobre cuatro vendedores de bienes raíces —Levene, Moss, Roma y Aaronow— y su supervisor Williamson, quienes se ganan la vida vendiendo propiedades indeseables a precios inflados, cuando un día, sus jefes dan un ultimátum: “Aquel que venda más al terminar el mes, se llevará un Cadillac El Dorado, mientras que los dos que menos vendan serán despedidos”.

La relevancia de la trama mora en el diálogo de los personajes. Los personajes eligen entre dos maneras distintivas de hablar… hablar con sustancia o hablar por hablar. Dependiendo de la habilidad de cada personaje de utilizar ambas maneras de hablar a su favor, es como se determinará su hombría, su poder y su destino en este mundo ultra macho, y altamente competitivo.

Los personajes constantemente nos marcan esta diferencia: “Hablemos de algo importante”.(Al comienzo de la obra, introduciendo el concurso). “¿Eso es hablar?” (Cuando Levene frustradamente negocia con un desinteresado Williamson). “¿Estamos hablando, o estamos hablando?” (Aaronow, después de que Moss le sugiera robar la oficina). 

Levene, el protagonista trágico, es completamente inepto para hablar; usualmente hablando de más, presumiendo sus antiguos éxitos, sin entender las repercusiones de hablar con sustancia lo que debe callar, y corto de palabras cuando solo tiene que hablar.

Si bien Levene es el epítome de una ineptitud completa al hablar, Roma permanece en el lado opuesto del espectro. Él es nuestro mejor vendedor, enamorando a sus clientes con un sinfín de palabras profundas, y mentiras elaboradas.

Así también, los demás personajes ambulan entre ambos extremos del espectro, definiendo si son hombres o payasos.

De este tema recurrente se establece la fundación para que los demás temas que se desarrollan —la hombría, se determina según los vendedores por un trabajo que requiera de tu talento, y no de tu capacidad para seguir las órdenes de un jefe-, por lo que Williamson, el supervisor, es despreciado por los demás. Para ellos, su opinión no es importante. “No sabes lo que dices, ¿cuándo fue la última vez que hablaste con un cliente?”

Con base en un profundo estudio sobre cada línea de diálogo para que nuestra puesta en escena sea lo más fiel a la visión de Mamet, se llevó a cabo el proceso de montaje, una exhaustiva disección del texto.

La obra termina por ser una crítica al ambiente de trabajo capitalista, donde el más hábil en tranzar, mentir y chantajear, es el que termina por alcanzar el éxito, mientras que los demás terminan por permanecer en una categoría de esclavitud laboral, donde sus probabilidades de ser exitosos son un mito inexistente.

Glengarry Glen Ross

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