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La lucha que dio forma a una nación
Hablar de Israel es hablar de cada batalla que moldeó a esta nación. Con la llegada de Yom Hazikarón, honramos a los caídos que lucharon por la libertad, la seguridad y el derecho del pueblo judío a vivir en su tierra. Es un día para recordar a quienes defendieron el presente que hoy habitamos y el futuro que aún se construye.
Desde su origen en 1948, Israel ha tenido que enfrentar una realidad marcada por el conflicto. La Guerra de Independencia, librada inmediatamente tras la declaración de Estado, fue una lucha por la supervivencia frente a fuerzas que se oponían a su existencia. Más de seis mil personas perdieron la vida, entre ellas civiles y jóvenes que apenas estaban comenzando sus vidas.
La independencia tuvo un precio, y ese precio quedó grabado en la memoria de un pueblo que aprendió a levantarse incluso en sus momentos más oscuros.
En los años siguientes, el país continuó enfrentando desafíos: la Guerra del Sinaí en 1956, impulsada por el bloqueo marítimo egipcio y la amenaza en el sur; la Guerra de los Seis Días en 1967, que transformó por completo el mapa regional y añadió una nueva dimensión a la política de seguridad; y la Guerra de Yom Kipur en 1973, un golpe profundo al corazón de Israel, que evidenció tanto la vulnerabilidad como la fortaleza de su pueblo.
Cada conflicto trajo consigo heridas abiertas y preguntas difíciles.
Pero también dejó un mensaje claro: Israel no está dispuesto a renunciar a su derecho de existir, y su pueblo ha demostrado una y otra vez que la resiliencia no es solo una palabra, sino una forma de vida.
A pesar de ello, los conflictos no se detuvieron ahí. Las guerras del Líbano, en 1982 y 2006, llevaron a Israel a nuevos escenarios de combate, enfrentando amenazas no estatales como Hezbolá. Las intifadas y las múltiples operaciones militares en Gaza pusieron a prueba no solo al ejército, sino también a una sociedad civil que ha tenido que vivir con la sombra constante del peligro.
En ese contexto, el conflicto con Gaza ha sido una herida prolongada, compleja y profundamente dolorosa. No es una guerra tradicional, pero ha cobrado vidas, ha dejado cicatrices y ha condicionado la vida diaria de millones de personas. La amenaza persistente de grupos terroristas, los cohetes lanzados sobre ciudades israelíes y, hoy más que nunca, la tragedia de los secuestrados, que aún permanecen en manos de Hamás, hacen imposible la indiferencia. No puede haber paz mientras haya rehenes, mientras el terror se utilice como arma y no se condene con claridad.
Cada guerra, cada operación, cada acto de defensa dejó nombres que hoy son recordados en cementerios militares, en placas conmemorativas, y sobre todo, en la memoria viva de las familias y la nación. Esos caídos no son números ni estadísticas. Son historias de entrega, de amor por la vida y de responsabilidad colectiva.
Israel no olvida. Israel resiste. En Yom Hazikarón, el dolor se transforma en determinación: la determinación de vivir, de proteger, de traer de vuelta a los nuestros y de prevalecer.