Llegar al CDI, buscar tu salón, saludar a tu maestro y empezar tu clase. Sacas tu material,
te pones tus zapatillas, te agarras el pelo o haces el calentamiento… Y listo, ¡a tomar tu clase favorita! Están tus amigos, alumnos nuevos, el profesor en el salón dando las instrucciones… Y en marzo, nos cambiaron la jugada. ¿Cómo serían las clases? ¿Ahora con quién voy a platicar? ¿Y mi torta con papas curly? ¿Qué hará mi maestro para que podamos seguir? Esas preguntas que tú te hiciste, nosotros nos las hicimos también… y ¡encontramos la respuesta! Usamos toda nuestra creatividad, nos capacitamos, nos imaginamos cosas nuevas, nos adaptamos y ¡logramos seguir! Ahora la rutina era un poco distinta, pero ahí estaba: entrar al chat, encontrar el Zoom, cambiarme a mi ropa para la clase, juntar mi material, entrar al Zoom, y ya fuera con un celular o una computadora, seguir viendo a mis amigos y maestros. Todo fue distinto, pero aprendimos cosas que nunca nos imaginamos. – Pintamos con café. – Vimos videos de increíbles cuentos. – Hicimos nuestra propia plastilina. Logramos pararnos de manos. – Aprendimos a jugar con y contra la computadora. – Hicimos arte con dulces. – A veces, mamá nos acompañó en clase, y trabajamos juntos. – Hice más ejercicio que nunca. – ¡Hasta nos dejaban tarea! Y con todo lo nuevo logramos vivir un semestre diferente y único, que nos llenó de experiencias y anécdotas que nos acompañarán por siempre. Tuvimos que colaborar entre alumnos, familia, maestros… para que estos meses no fueran simplemente pasajeros, sino que estuvieran llenos de sorpresas, de imaginación y, sobre todo, de un amor incondicional por expresar, por movernos, por ser pequeños y grandes artistas.
//NURIT MENDELSBERG