La tradicional fiesta de la naturaleza nos hace reflexionar en el valor que tiene esta y especialmente el verdor de los bosques.
Tiempo de celebrar a nuestro amigo el árbol, el fruto, oxígeno y cobijo que nos brinda.
El 15 de shevat nos convoca a ello y después a repetir la celebración el segundo jueves de julio con el Día del Árbol en México, el cual data desde 1959. Antes, el 26 de marzo está el Día Mundial del Clima y el 5 de junio el Día Mundial del Medioambiente y después el 27 de noviembre el Día Nacional de la Conservación. Un calendario con muchas fechas alusivas.
Por ahora, el Dépor a través del Comité de Actividades celebra con los Socios Tu Bishvat con el correspondiente culto al árbol, pero además con manualidades y juegos. Desde sus inicios, el CDI se ha caracterizado por sus amplias y bien cuidadas áreas verdes como lo son sus jardineras, el área de asadores, el espacio entre Alberca y canchas de Tenis y el jardín de la Plaza Macabi, esta última además muy arbolada y lucidora con sus florecientes jacarandas en primavera. También es menester recordar que el CDI es un espacio verde que tiene dos plantas de tratamiento de aguas negras y jabonosas para su reutilización, así como un sistema de celdas solares, todo ello a favor de contribuir a mejorar nuestro medioambiente.
Hace algunos años en nuestro país se difundió una campaña bajo el lema “Verde que te quiero verde”, cuyos ecos continúan hasta hoy en día. La frase que invita a la fácil recordación es por demás llena de simbolismo pues apela al deseo de que todo punto verde que pueda identificarse en nuestro globo terráqueo no deje de serlo jamás, que siempre permanezca ese verde oxigenante que generosamente nos permite habitar en el mismo.
Abonar a favor de la naturaleza muestra un bello rostro humano, en contraste del patético que se inclina por la destrucción.
Siempre será tiempo de sembrar semillas que a la larga fructifiquen en nuestro propio corazón, en nuestro hábitat y hablen bien de nuestra cultura ecológica.
En este Año Nuevo de los árboles es más que significativo recordar la sentencia de la Torá: “El hombre es un árbol del campo”.
En un tono romántico Antonio Machado asentó:
“…buen árbol, quizá pronto te recuerde,
cuando brote en mi vida una esperanza
que se parezca un poco a tu hoja verde…”
Y con una visión filosófica Nietzsche expresaba:
“Un árbol nos recuerda que, para crecer hacia lo alto, hacia lo espiritual, lo abstracto, es necesario estar bien arraigado en la tierra, en lo concreto, en la materia”.