Mi cuarto es un desastre

Título: Mi Cuarto Es Un Desastre
Categoría: Preparatoria / Cuento

Pseudónimo: Juan Pérez

Mi nombre es Jack, soy un niño de 7 años a quien le encantan los juguetes.  Tengo de todo tipo: dinosaurios, coches, pelotas, Playdough, la familia Cara de Papa, muñecos, los tengo todos. Mi único problema es que no me gusta recoger mi cuarto y  al tener muchos juguetes, todo se vuelve un desastre. De hecho, eso para mí no es un problema, pero mi mamá lo odia. Me dice frecuentemente que lo recoja, que no pasan ni hormigas por ahí, sin embargo, a mí me encanta; sé donde está cada juguete y con eso me basta.

O bueno, me bastaba, hasta que un día quise jugar con Dino, mi dinosaurio rojo con picos amarillos y naranjas en el lomo y no lo encontraba. Lo busqué por todas partes; en todos y cada uno de mis cajones, debajo de mis calcetines sucios, entre mi ropa tirada en el vestidor, debajo de mi cama, por todo el suelo, incluso fui a la cocina y mi dinosaurio no estaba. Me di cuenta que era hora de recoger mi cuarto.

 Antes que nada, recogí toda la ropa sucia, ¡no podía creer que tuviera ropa tirada desde hacía ya seis meses! Ya que todo estaba despejado, comencé poniendo todos los demás dinosaurios en la repisa más cercana a mi cama, ya que son mis juguetes favoritos, con los que más juego y los quiero cerca. Después, puse los coches en un cajón, ya que son tantos que no cabrían en ninguna repisa, lo intenté, pero por sus ruedas se deslizaban y acababan cayendo, están mejor en el cajón. Seguí con la familia Cara de Papa, claramente ellos no podían estar encerrados en un cajón, ellos tenían que estar juntos y a la vista porque me encanta verlos; me causa demasiada gracia ver cómo les pongo la nariz chueca, orejas grandes y diferentes sombreros. Seguí con las pelotas, ordenarlas me fue fácil. Como son grandes, las encontré rápidamente entre todo lo demas y las metí en un canasto de color azul.

Lo que más me costó fue encontrar y limpiar la Playdough, me di cuenta que la mayoría estaba pegada en el piso y seca por lo que la tuve que tirar. Toda la demás la mezclé en un solo bote, se hizo de un color extraño, por lo menos la sigo teniendo.

Mientras recogía los muñecos, me di cuenta que uno abrazaba algo, se me hizo raro ya que en ese entonces pensaba que los juguetes no podían moverse por sí mismos. Era un juguete realmente antiguo, ni siquiera recuerdo el nombre que le había puesto, pero era un explorador, haría sentido que lo que estuviera abrazando fuera un dinosaurio. Al acercarme, vi que estaba en lo correcto, ¡el explorador tenía a Dino! En ese momento, me surgieron muchas preguntas:  ¿Qué hacía él con Dino? ¿Cómo llegó ahí?  ¿Cómo el explorador era capaz de abrazarlo?

No iba a dormir hasta contestar mis tres preguntas, no sabía cómo lo iba a hacer, pero estaba seguro de  que lo cumpliría y así fue. Pasé, lo que para mí fueron tres horas, acostado en mi cama mirando las nubes pintadas en el techo cuando escuché un ruido, pero era tan bajito que lo ignoré. ¡Lo volví a escuchar!, ¿qué será?

Ahora sí me levanté de mi cama, y en ese momento lo volví a escuchar, ahora ya era más claro, alguien me estaba llamando por mi nombre, pero no era un volumen normal, era mucho más bajo, tanto que estoy seguro que mi abuela no hubiera sido capaz de escucharlo. Después de escucharlo algunas veces más, me di cuenta que el sonido venía de los juguetes, al acercarme, vi que era de uno en especial, el explorador Max. En fin, Max era quien me estaba llamando, yo realmente no podía creer que los juguetes hablaran, menos podía creer que me hubiera enterado hasta ese momento, pero es lo que hay, por lo menos hoy ya lo sé.

Max, aun con un volumen muy bajo, me dijo que agarrara los audífonos que estaban en mi buró, yo no recordaba que estuvieran ahí pero, después de buscar entre los juguetes que me faltaban por recoger, los encontré, me los puse y ahora lo podía escuchar perfectamente. No sabía si él me escuchaba también, pero de igual manera pregunté: “¿Cómo es que puedes hablar?”.  Él contestó que siempre ha podido, simplemente que no lo había necesitado hasta ahora. Le pregunté si Dino podía hacerlo también, a lo que me respondió que sí podía, solamente que es un poco tímido.

-¿Y porque dices que no lo habías necesitado hasta ahora? ¿Qué sucede?    -pregunté.

-Dino está lastimado, mira cómo tiene algunas de sus placas dorsales levantadas -respondió inmediatamente. 

Yo sí podía verlo, pero me preguntaba cómo fue que pasó. Quizás se peleó con algún otro dinosaurio, o se cayó de algún lugar, tal vez el mismo explorador lo pudo haber lastimado. Me di cuenta que tenía que dejar de hacer mis propias conclusiones y preguntar, así que lo hice:

-¿Cómo le pasó eso a Dino?

Max respondió:

-Jack, dejas todos tus juguetes tirados, ¿cómo esperabas que estuvieran intactos después de eso? Claramente algo les podría pasar y a Dino le pasó.

 Me sentía muy mal por Dino, no podía creer que por mi culpa él ahora estuviera lastimado, aún así yo ya no podía volver al pasado para arreglarlo, pero sí lo podía ayudar. Busqué entre mis juguetes un doctor, pero me di cuenta que no tenía ninguno. Recordé que mi hermana tenía varias Barbies con diferentes trabajos y quizás alguna de ellas pudiera ser doctora. Me llevé los audífonos, cargué con mucho cuidado a mi dinosaurio y fui al cuarto de mi hermana.

Su cuarto es todo lo contrario al mío, todo es rosa y todo combina. Sus juguetes están perfectamente ordenados por tamaño y color. Cuida tanto sus juguetes que estoy seguro que a ninguna de sus muñecas le pasará lo que le pasó a Dino. Emma, mi hermana, estaba en su clase de gimnasia por suerte, ¡no sé cómo le hubiera explicado que los juguetes podían hablar!  Entré a su cuarto y grité:

-¡Barbie doctora! ¿Dónde estás? ¡Te necesito!

Una hermosa muñeca con cabello rubio y una bata como la de mi doctor saltó de una alta repisa, dando cuatro marometas en el aire, me pregunto si yo podría hacer eso.

-¿Qué pasa? -me preguntó Barbie doctora. Me sorprendió que hubiera hablado tan fácil.

Le conté a Barbie lo que había pasado y me dijo algo que yo no sabía, los animales no van al doctor, ellos van al veterinario. Afortunadamente, mi hermana también tenía a Barbie veterinaria.

-¡Barbie veterinaria! -gritó la doctora y la otra Barbie llegó.

-¿Qué le pasó a tu dinosaurio?- preguntó Barbie.  Yo con vergüenza contesté:

-Debido al desorden de mi cuarto se ha lastimado, ¿tú lo puedes ayudar?

-¡Claro que puedo! -respondió Barbie.

Comenzó a revisar a Dino. Estaba muy lastimado y yo me sentía terrible. Barbie dijo que lo podía arreglar y eso hizo. Acostó a Dino en el piso de la habitación y con un pegamento le comenzó a pegar sus placas dorsales.

-¡Ouch!- se quejó Dino.

Cuando Barbie acabó su trabajo, él se veía mucho más contento, movía su cola de lado a lado. Le agradecimos a Barbie y nos fuimos a mi habitación donde Max nos esperaba preocupado.

-¿Qué ha pasado? -preguntó Max.

-¡Ya estoy bien! -le dijo Dino-, ¡Me ha curado la veterinaria!

Su voz era muy dulce y cálida, no habría esperado eso de un dinosaurio,  siempre nos podemos llevar sorpresas. Una vez que Dino se recuperó, jugamos entre todos. ¡Es mucho más divertido jugar cuando puedes hablar con ellos!

Ahora, cuando acabamos de jugar, recojo todos mis juguetes y los pongo en su lugar. De ahora en adelante, siempre ordenaré mi cuarto. No puedo esperar a que mi mamá lo vea, estoy seguro que va a estar muy orgullosa.Título: Mi Cuarto Es Un Desastre

Categoría: Preparatoria / Cuento
Pseudónimo: Juan Pérez