//Esther Shabot
Una evaluación de los resultados que ha mostrado el acuerdo entre Irán y el G5+1 (Estados Unidos, Rusia, China, Francia, Gran Bretaña y Alemania) es sin duda pertinente, ahora que se han cumplido dos años de su firma en Viena. Por ello, lo primero a tratar es el tema del cumplimiento iraní de su compromiso de anular su desarrollo nuclear con fines bélicos, a cambio del levantamiento de las sanciones que la comunidad internacional le tenía impuestas. Los reportes al respecto son hasta el momento, positivos. La Agencia Internacional de Energía Atómica ha informado que Irán ha reducido su reserva de uranio enriquecido a bajo nivel en 98 por ciento, ha eliminado su reactor de plutonio rellenándolo con concreto, ha desmantelado doce mil centrifugadoras usadas para enriquecer uranio, y ha abierto el historial de su desarrollo nuclear previo. El equipo de investigación y verificación de estos datos ha contado con las más modernas herramientas de monitoreo necesarias para efectivamente constatar los hechos. En ese sentido, cabe suponer que la amenaza que significaba el desarrollo nuclear bélico iraní ha quedado conjurada por ahora sin una guerra de por medio, o sea que el acuerdo está funcionando.Lo anterior ha sido reconocido incluso por la administración actual estadunidense, la cual, a regañadientes, lo admitió ante el Congreso en abril pasado, no obstante la postura insistentemente repetida del presidente Trump de que se trató de un pésimo acuerdo. En otro espacio, habría que recordar que de igual manera, la mayoría de los miembros de los cuerpos de inteligencia y seguridad israelíes, lo mismo que ex oficiales y directores del Mossad y la Shin Bet, se manifestaron a favor del acuerdo a pesar de la postura fervorosamente en contra del Primer Ministro israelí Netanyahu. Dos años después, Uzi Eilam, ex director de la Comisión Israelí de Energía Atómica, ha escrito que “…con todo respeto al Primer Ministro Netanyahu, él estaba equivocado, y mis colegas y yo estábamos en lo correcto. Este era y sigue siendo un buen acuerdo. Ha hecho a Israel y al mundo más seguro”. También Carmi Gillon, ex director del Shin Bet, escribió esta semana que “…dos años después, los resultados muestran un claro éxito”.
Ahora bien, las más recientes encuestas y estudios de opinión indican que el acuerdo cuenta con una aprobación mayoritaria del público estadunidense, aprobación que ha crecido notablemente en los dos años transcurridos. En la sociedad iraní también el acuerdo fue recibido con aprobación entusiasta debido a que se percibía como el fin de las sanciones que la oprimían y la aislaban de la comunidad internacional. Y aunque las expectativas al respecto no se han cumplido a cabalidad y el entusiasmo popular ha disminuido, la reciente reelección del presidente Rohani apunta a que sigue existiendo un consenso notable respecto a las políticas de acercamiento a Occidente.
Es así que, por lo pronto, el curso que lleva el proceso detonado por el acuerdo es positivo, aunque las amenazas a su continuidad se hayan fortalecido en los últimos meses. Y es que ha despuntado una peligrosa dinámica entre las posiciones de halcón del presidente Trump y sus allegados por un lado, y las fuerzas extremistas, violentas y aislacionistas de Irán encarnadas sobre todo, en el Cuerpo de Guardias Revolucionarios, por el otro. El que esos sectores lograran imponer su línea de confrontación abierta haciendo uso de justificaciones reales o imaginarias, es una posibilidad que pone los pelos de punta, por las consecuencias catastróficas que tendría el abandono de la diplomacia y los acuerdos negociados, que sin duda han brindado mejores resultados en la región que las intervenciones armadas cuyos respectivos desastres no hace falta reiterar a estas alturas.
Fuente: Excélsior, 16 de julio, 2017.
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