Sucede que en muchas ocasiones es difícil percibir la forma en que las cosas más sencillas en la vida de las

personas hacen una diferencia trascendental, y por ello, es natural darlas por hecho. Valorar los aspectos más simples de la existencia parece ser una tarea sin un alto grado de complicación, sin embargo, se trata de un ejercicio que acarrea un alto grado de complejidad, mismo que el Comité de Juventud invitó a practicar a los Socios del Dépor, buscando compartir una experiencia de aprendizaje en comunidad.

Con tal tenor, como una vivencia única de tzedaká, concientización y empatía, la cena en la oscuridad, celebrada el pasado sábado 26 de noviembre, fue un éxito rotundo. Gracias al apoyo de la fundación Ojos que Sienten, A. C., alrededor de ciento cincuenta personas se congregaron en el CDI para responder a la pregunta de cómo es la vida de una persona afectada por una discapacidad visual.

La actividad consistió en llevar a cabo una parte de la rutina de todos los asistentes —algo tan habitual como comer la cena — en completa oscuridad, sin que fuera perceptible mediante la mirada siquiera la palma de la mano, pretendiendo con ello acercar a los participantes a la idea de lo que implica no tener el privilegio de poder ver. Desde luego, el ambiente oscuro convirtió una cosa tan fácil como degustar un menú de tres tiempos en un verdadero reto. Por otra parte, debe anotarse que las circunstancias generaron el ambiente ideal para poner a prueba el resto de los sentidos: pareciera que los olores y sabores de la comida se exaltan, y que es imposible tener una conversación a un volumen de voz natural. Por supuesto, cuestiones como encontrar los cubiertos en la mesa, o simplemente beber algo para acompañar los platillos implicó un reto desconocido para los asistentes.

Para sorpresa de los presentes, demostrando los pocos límites que conoce la humanidad, y cómo todo lo que rodea a la vida de alguna persona es susceptible de comprenderse de manera distinta según la perspectiva que se aborde, resultó ser que los meseros del banquete, guías de la experiencia, están completamente invidentes, situación que abrió un diálogo entre los presentes y sus respectivos meseros, buscando generar una valiosa lección para todos, cosa que sirvió para dar un enriquecedor cierre a la experiencia vivida por ambas partes. Por si lo anterior fuera poco, para deleite de los asistentes pudo disfrutarse también de una exposición fotográfica de composiciones creadas por invidentes y débiles visuales, demostrando la relatividad de su presunta limitación.

Sin duda alguna, todos los presentes volvieron a casa con un nuevo aprendizaje.

Cena en la oscuridad 2016

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