El pasado 24 de mayo, el Sumo Pontífice comenzó su gira de tres días, en la que visitó Amman (Jordania), Belén (Cisjordania) y Jerusalem (Israel). El conflicto entre israelíes-palestinos, la guerra en Siria, el papel del Islam en Medio Oriente, entre los principales problemas que abordó.
El papa Francisco emprendió el pasado sábado una importante visita de tres días a Tierra Santa, un viaje intenso y cargado que estuvo marcado por gestos simbólicos y desafíos diplomáticos.
El conflicto entre Israel y los palestinos, el vandalismo anticristiano en Israel, la guerra en Siria, el peso cada vez mayor del Islam en Medio Oriente, las disputas por la propiedad de los lugares santos, figuran entre el abanico de problemas que el papa argentino afrontó durante su breve estancia en esa región.
En su primer viaje a Tierra Santa, del 24 al 26 de mayo, el papa que llegó del fin del mundo -como él mismo se define-, visitó Ammán (Jordania), Belén (Cisjordania) y Jerusalem, (Israel).
Este recorrido histórico estuvo dedicado a renovar su pedido de paz entre judíos y palestinos, y sobre todo, a abogar por el diálogo entre las tres grandes religiones monoteístas: católica, judía y musulmana.
Pese a que el Vaticano califica el viaje de simple “peregrinación”, cada etapa de la gira tuvo un impacto político y encaró conflictos diferentes y sensibilidades distintas.
El papa pasó el 24 de mayo en Jordania, donde visitó el lugar tradicional del bautismo de Jesús en el río Jordán, después se reunió en Cisjordania con líderes palestinos y celebró una misa en Belén. En Jerusalem, oró ante el Santo Sepulcro de Jesús, y recorrió la Explanada de las Mezquitas, tercer lugar sagrado del Islam, y el Muro de los Lamentos, uno de los más sagrados del judaísmo.
Los desafíos políticos
“Atravesó fronteras, visitó tres realidades diferentes. Pidió a todos que se abran unos a otros, en una región dominada por el rechazo al otro”, comentó el jesuita David Neuhaus. “Será difícil que lo acepten todos después de decir tantas verdades”, agregó al mencionar los retos de la visita.
En Ammán, primera etapa de su gira papal, fue recibido por el rey de Jordania, celebró una misa en un estadio y se reunió con 600 discapacitados y refugiados, buena parte de ellos sirios.
El domingo 25 de mayo, en Belén, el papa se reunió con el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abas, y saludó a la muchedumbre de palestinos católicos desplazándose en un jeep desde la sede de la presidencia hasta la plaza del Pesebre para una misa.
El rabino Skorka y el profesor musulmán Abboud acompañaron al papa en la mayoría de los veinte eventos programados, como miembros de la delegación vaticana, algo inédito.
El último día fue el más delicado. Francisco visitó la Explanada de las Mezquitas, la Cúpula de la Roca y el Consejo Supremo Musulmán, acompañado por el gran muftí de Jerusalem, Mohamad Husein.
Como sus predecesores, Juan Pablo II (2000) y Benedicto XVI (2009), Francisco dejó un mensaje en las piedras del Muro de los Lamentos. El programa incluyó también una visita al cementerio nacional de Israel donde depositó una corona de flores al fundador del sionismo, Theodor Herzl, un homenaje que ningún papa había hecho hasta ahora.
El viaje concluyó con una misa en el Cenáculo, donde según la tradición se llevó a cabo la Última Cena de Jesús, lugar que alberga también la tumba del rey David, considerado sagrado por los judíos.
Catorce discursos en tres días
El papa latinoamericano, que pronunció catorce discursos -todos en italiano-, visitó también dos campos de refugiados sirios y palestinos en Jordania y en Cisjordania, almorzó con familias pobres y fue al Memorial Yad Vashem para rendir homenaje a las víctimas del Holocausto perpetrado por los nazis.
El nuevo jefe de la Iglesia católica, que suele sorprender con sus gestos y palabras innovadoras, viajó acompañado de un líder musulmán y de un rabino, un grupo que representa a las tres grandes religiones monoteístas.
“La presencia durante el viaje de integrantes de las diferentes religiones fue significativo”, explicó el jueves el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi.
El rabino de Buenos Aires, Abraham Skorka y el profesor musulmán Omar Abboud, presidente del Instituto del Diálogo Interreligioso de la capital argentina, ‘dos amigos’ y compatriotas, acompañaron a Francisco en su primer periplo por Tierra Santa para demostrar con hechos que la religión no debe ser un factor de división y de odio.
Con el viaje, Francisco desea conmemorar el 50 aniversario del histórico encuentro entre Pablo VI y el patriarca ortodoxo Atenágoras I de Constantinopla, ocurrido el 5 de enero de 1964 en Jerusalem, una reunión que rescindió la excomunión de 1054 que había provocado el cisma entre las iglesias de Oriente y de Occidente.
El papa se reunió en cuatro ocasiones con el patriarca ortodoxo con el que rezó ante el Santo Sepulcro de Jesús, en Jerusalem.
“Un hecho histórico”, resumió Lombardi, ya que por primera vez en esa ocasión representantes de las diversas confesiones cristianas, entre ellos greco-ortodoxos, armenios ortodoxos y franciscanos católicos oraron todos juntos y públicamente en ese lugar sagrado para el cristianismo.