Este domingo 6 de agosto a las 13:00 horas, te
esperamos en el Minian CDI, de invitamos al alma de Francia.
Todo viaje en el fondo es una búsqueda interior; la mejor forma de transformar nuestra alma y vivir otras vidas. Cuando en el verano del 2011 me adentraba con un grupo de personas en el fascinante valle de Le Chambon-Sur-Lignon y su desconocida memoria, no era consciente hasta qué punto aquella historia cambiaría mi vida.
Vistamos las comunas hugonotas (calvinistas franceses) que habían sobrevivido a más de dos cientos años de persecución y pudimos contemplar el hermoso valle situado en la región de Auvernia, en el Alto Loira. Las casas de piedra de granito ennegrecido, los tejados de pizarra y las contraventanas de manera, pintadas en azul, rojo o blanco, parecían sacadas de una historia de Víctor Hugo. Aquel viaje quedó en mi memoria, en la recámara de las buenas historias, esperando ver la luz en algún momento.
En aquel entonces llevaba un año dedicado por completo a la literatura. Tras una larga relación con la extinta Factoría de Ideas, contacté con una editorial estadounidense y conocí a Larry Downs, el vicepresidente de Harper Collins Español, un estadounidense alto, desgarbado y con un profundo acento yanqui, comenzando a publicar para el público americano.
En el 2014 descubrí la historia de Helen Hannemann y su familia de una manera providencial y, en cierto sentido, aquella dramática vida de la enfermera que regentó la guardería de Auschwitz, me dejó sin aliento. ¿Qué novela podría alcanzar los niveles de dramatismo épico que había logrado con Canción de cuna de Auschwitz?
Me pasé seis meses pensando en diferentes argumentos, investigando en esos resquicios que deja la Historia a la esperanza. Entonces recordé el viaje a Francia y la impresión que me había dejado la historia de Le Chambon-Sur-Lignon. Comencé a investigar y comprendí que Los niños de la estrella amarilla, como titulé al proyecto, constituía un homenaje a los miles de héroes anónimos que evitaron que la Segunda Guerra fuera aún peor. El poder de la gente común para cambiar el mundo; la oportunidad que tiene cada generación de comenzar de nuevo.
La Francia de Vichy
En los momentos de crisis se demuestra que hay de verdad en el corazón de una nación. La Segunda Guerra Mundial, la derrota inesperada de Francia y el humillante armisticio, desempolvaron las viejas ideas reaccionarias y dividieron a Francia entre la supuesta Francia Libre y Ocupada. En la Francia Libre se constituyó un gobierno fascista y ultranacionalista capitaneado por el mariscal Philippe Pétain, antiguo héroe de la Primera Guerra Mundial. Desde casi el primer momento el gobierno de Vichy, bajo el mandato del primer ministro Pierre Laval, reprimió a los disidentes y encerró a cientos de miles de personas por antisociales o peligrosas para el Estado. Entre ellas se encontraba un gran número de españoles republicanos, que en algunos casos llevaban vagando de un campo a otro de internamiento desde el final de la Guerra Civil.
Algunos de los primeros grupos en sufrir el azote de las autoridades nazis fueron los judíos. Desde la ascensión al poder de los nazis, miles de judíos alemanes, austriacos y checos habían huido a Francia y otros países. En París se había instalado la élite intelectual judía, pero la ocupación les puso de nuevo en peligro.
Mientras en la zona Libre se iban llenando de internos los campos de concentración como Gurs, Angelès-sur-Mer o Rivasaltes, los hombres judíos comenzaron a refugiarse en el sur, confiados en que las mujeres y los niños no serían molestados en la zona ocupada. El gobierno francés en connivencia con las autoridades alemanas preparó una gran redada en París los días 16 y 17 de julio de 1942. El comisario Hennequin dio la orden de no respetar edad, estado de salud o sexo de los detenidos. Tampoco debían dar explicaciones, dejando totalmente desamparados a los judíos extranjeros.
Mientras se desataba la tormenta de racismo e intolerancia, la mayor parte de la sociedad francesa miró para otro lado o apoyó la persecución a los judíos, a los que consideraban culpables de la derrota.
André Trocmé
Una pareja de jóvenes pastores protestantes llegó a Le Chambon-Sur-Lignonunos años antes de que se desatara el odio y opresión del Régimen de Vichy. André había conocido a su esposa en los Estados Unidos, Magda era una italiana, descendiente de rusos blancos, una mujer libre e independiente, que siempre aportó a André una perspectiva diferente. Los dos dirigieron varias congregaciones en ciudades del norte del país, en barrios de mayoría obrera. En la parroquia de Sin-le-Noble, por ejemplo, ayudaron a los obreros en sus reivindicaciones sociales. Al final regresaron a París, pero la Iglesia Reformada les negaba cualquier parroquia por el carácter pacifista de André. Al final viajaron hasta Le Chambon-Sur-Lignon, con la esperanza de que en un lugar tan apartado, les permitieran ejercer su ministerio sin cortapisas.
La llegada de la familia fue como un soplo de aire fresco en una comunidad cerrada, desconfiada aunque muy solidaria. Durante años los vecinos de Le Chambon-Sur-Lignon recogían durante el verano a los hijos de los obreros de Lyon, para que al menos durante unos meses comieran bien y respiraran aire puro.
André y su ayudante Edouard Theis crearon el Collège Cévenol, una institución educativa pionera y con una pedagogía totalmente pacifista. Pero la llegada de los primeros refugiados en el invierno de 1940, cambiaría para siempre la historia de esa desconocida región de Francia y sus habitantes.
El viaje de Jacob y Moisés
Durante el verano de 1942 muchos niños viajaron por Francia buscando a sus seres queridos o refugio entre las familias francesas que se atrevían a acogerlos. Los hermanos Stein son un ejemplo del peligroso trayecto entre la Francia Ocupada y Libre. Hijos de un dramaturgo alemán, tuvieron que huir tras las redadas al perder la pista de su cuidadora, su tía Ruth. En el camino encontrarán todo tipo de resistentes con diferentes motivaciones. Desde obreros comunistas, pasando por burgueses conservadores o artistas que arriesgaban todo por ayudar a los refugiados que escapaban de una muerte segura en los Campos de Exterminio de Alemania y Polonia.
Le Chambon-Sur-Lignon
En el verano del 2016 viajé a Le Chambon-Sur-Lignon con mi familia, después de una semana cerca de Carcasona y tras visitar el Campo de Internamente de Rivasaltes y su actual museo. Aún recordaba las praderas verdes, los bucólicos pueblos escasamente habitados, aun en medio del cálido invierno y los bosques de abetos inmensos, que parecían oscurecer la carretera, como si el intenso sol de septiembre no fuera suficiente para iluminar su espesura. En aquel insignificante pueblo, aislado del casi resto de Francia, el presidente Jaques Chirac pronunció un discurso emociónate: Aquí, en la prueba, se confirmó el alma de la nación. Aquí, se encarnó la conciencia de nuestro país. Chambon-sur-Lignon es un lugar de memoria. Un lugar de resistencia. Un lugar símbolo de Francia fiel a sus principios, fiel a su herencia, fiel a su genio.
Durante unos pocos años, Le Chambon Sur-Lignon se convirtió en el alma de Francia, el lugar donde los valores de la República y sobre todo los Derechos Humanos, fueron respetados, a pesar de la locura en la que estaba envuelto el mundo. Se calcula que casi unos cinco mil niños judíos se refugiaron en la región, pero también disidente comunistas o intelectuales como Albert Camus.
El presidente Obama comentó sobre la gente de este humilde lugar cercano de los Alpes suizos, que ante la pregunta a los habitantes sobre su heroísmo: “¿Cómo podría usted llamarnos buenos?”: dijeron. “Nosotros hicimos lo que había que hacer”.
Los niños de la estrella amarilla trata sobre el poder de la gente común y la capacidad de cada generación de escribir un nuevo episodio de la Historia, en un mundo como el actual, que cada vez se parece más al de aquel verano de 1942.