Con mucha cautela se acercó Rubén para confesarme que tenía miedo a la altura, o sea, vértigo;
y que en su grupo venía una chica a quien deseaba conquistar, sin que ella supiera de su temor.
Empezamos por enseñarle técnicas de alta montaña, tales como los amarres de cuerda, a rodar adecuadamente y a saber caer (es imposible no caer, si estás vivo, pero lo importante es saber cómo hacerlo y levantarse y seguir).
Después, junto a sus guías empezamos a subir a diferentes alturas y a probar su actitud… Él solo empezó a notar que la práctica era segura y empezó a soltarse y tener confianza en sí mismo.
Llegó el momento, frente al desafío y en la confianza de que era dirigido por expertos, llegó al borde de la montaña, respiró profundo y se tuvo confianza, empezó su descenso con la gratitud dibujada en su cara… Había vencido su miedo.
Una vez logrado su desafío, se había transformado en otra persona… él mismo, en esa nueva faceta que lo acompañaría por el resto de su vida para cuando el miedo apareciera. Una vez sabedor de que el miedo no desaparece, pero se le puede vencer, llevó este nuevo conocimiento a su conciencia.