Desde que somos niños nos dicen que hay que juzgar a
la gente por lo que tienen en su interior y no por cómo se ve su exterior, pero… ¿a quién engañamos? Nadie está ciego y el aspecto exterior de las personas si juegan un papel en cómo reaccionamos al mundo exterior. Soni Mizrahi nos presenta esta obra del autor Neil LaBute en la que explora cómo las apariencias afectan las decisiones que tomamos, especialmente cuando un comentario no aparenta ser lo que es (si es que el autor del comentario está seguro de lo que es). Gerardo (Arturo Joloy) dijo algo acerca de su novia Sandra (Lilian Cohen) que la fuerza a enfrentarse con todas sus inseguridades acerca de su apariencia, en particular su cara, que ella siempre pensó que era la mejor parte de su cuerpo (pero que según su novio, está… bien). Mientras, Carlos (Jonathan Picazo), compañero de Gerardo en el trabajo y el béisbol, le está poniendo el cuerno a su esposa Lucy (Michelle Klapp), una mujer que está muy consciente de lo guapa que es.
Lo que vi en escena
Una puesta que se aprovecha de un texto que tiene mucho que decir acerca de las relaciones y lo que sucede cuando chocan los temperamentos y los sentimientos de las dos personas que conforman una pareja, así como un elenco comprometido a conectarse con cada faceta de sus personajes, incluyendo sus características más desagradables (Carlos es grotescamente superficial, Gerardo es muy cobarde, Sandra dice muchas groserías y se toma muy en serio todo lo que oye). Como tiende a ser con una puesta como esta, la escenografía es minimalista para que luzcan los actores y el texto (aunque sí encuentran maneras muy creativas de representar las diferentes locaciones en diferentes lados del escenario). La moraleja del final es demasiado explícita (aunque dado el tono cínico del texto, es posible que no sea sinceramente una moraleja), pero resulta una puesta muy atinada en explorar las maneras en las que como seres humanos nos lastimamos, a veces sin querer y otras con toda la intención de hacerlo.