En un mundo en el que ya no hay animales salvajes y todas sus criaturas están
domesticadas, ¿será posible que la humanidad busque una manera de recuperar algo de la anarquía que venía con la naturaleza? En esta obra del dramaturgo absurdista francés Eugéne Ionesco, conocemos un mundo en el que ya se extinguieron todos los animales, y de repente, aparece un rinoceronte. ¿O serán dos? Nuestros personajes no se deciden si tenía un cuerno o dos, o si vieron uno de cada uno. Pronto eso no importará, ya que la naturaleza de la aparición de estos rinocerontes revela una nueva moda ante la sociedad, y el único que parece estarse resistiendo es Berenguer (David Nessim), un hombre que solo parece estar cómodo en este mundo cuando se mete algo de alcohol. El elenco incluye a Sully Mitrani como Daisy, una compañera de trabajo de la que Berenguer está enamorado, Alan Arbitman como su mejor amigo Juan, Daniel Salame como su jefe el señor Papillon, Dan Jinich y Jack Smolensky como sus compañeros de trabajo Dudard y Botard, Daniel Treistman y Rafa Kalach como un anciano y un lógico profesional que tienen entendido que lo que tenga cuatro patas es un gato. Dalia Stofenmacher, Danit Frenkel, Vicky Mitrani, Fabi Haidenberg y Amir Charnevich completan este elenco guiado por Carlos Hadid en esta puesta que presenta un teatro diferente.
Lo que vi en escena
El público hubiera apreciado un intermedio (ya que dura dos horas y el ritmo es pesado), pero fuera de eso, es una puesta que maneja muy hábilmente las peculiaridades del teatro del absurdo, y aprovecha todas las interpretaciones a las que está abierto el texto. Son cuatro escenas en cuatro locaciones (un restaurante, la oficina, el departamento de Juan y el de Berenguer), cada una con su propia vibra, convirtiendo lo que comienza como una comedia de modales en una historia de terror psicológica (sin perder lo absurdo de su premisa, convirtiéndola en una comedia negra), resultando en una variedad de reacciones de los diferentes miembros del público. Resalta una escena de transformación en la que vemos cómo el actor se va maquillando en escena para señalar que se va convirtiendo en rinoceronte, resultando en una metáfora de lo que es esta moda de irse convirtiendo en rinoceronte como algo que el humano está buscando.
¡Esto es el teatro, confiando que el público llenará los huecos que deja la puesta con su imaginación para que cada uno vaya creando su experiencia!