En el Tanaj hay cinco libros pequeños llamados meguilot
(literalmente: rollos).
Una de estas meguilot cuenta la historia de Ruth, una mujer moabita que se convirtió al judaísmo.
Ruth llegó a Israel y se estableció en Bet Lejem, en la provincia de Yehudá en Israel, para acompañar y ayudar a su suegra, Naomi, una mujer mayor que había perdido a su marido y a sus dos únicos hijos. Ruth sabía que a Naomi le sería muy difícil, sino imposible, pedir o esperar ayuda de los habitantes de Bet Lejem, ya que diez años atrás, según nos explica el Midrash, su marido Elimélej abandonó Bet Lejem y se exilió en Moab, para no ayudar a los pobres en tiempos de sequía… Ahora Naomi regresaba en tiempos de abundancia, sola, viuda, sin hijos, pobre, emocionalmente destruida y absolutamente avergonzada.
Cuando Ruth decidió acompañar a Naomi y quedarse a vivir con ella, lo hizo consciente de que abandonaba la comodidad de su hogar, de su familia, de su pueblo, etcétera. Y todo ese sacrificio con la única intención de ayudar a una pobre mujer viuda a sobrevivir en la absoluta indigencia. En el segundo capítulo de la meguilá vemos las condiciones en las cuales vivían Naomi y Ruth, quienes al parecer, ni siquiera tenían un techo para protegerse. Ruth, también viuda pero más joven que Naomi, tuvo que salir a juntar comida (lequet) en los campos, como hacían los pobres y los extranjeros (guer toshab), y proveer así pan de cebada para ella y su suegra Naomi. Sin la ayuda de Ruth, Naomi probablemente hubiera preferido morir de hambre que salir a pedir ayuda… Lo que hizo Ruth fue un increíble acto de altruismo: dejar toda su vida atrás para ayudar a que una viuda no se muriese de hambre y vergüenza.
La meguilá también nos cuenta sobre Boaz, un familiar de Elimélej, el esposo de Naomi. De acuerdo a la ley judía, cuando alguien empobrece, pierde su tierra o tiene que empeñar su libertad para sobrevivir, la obligación de ayudar y rescatar a esta persona y su familia recae sobre el familiar más cercano. En hebreo a este familiar se le llama goel, el que debe rescatar de la indigencia a su familia. Esta regla, en cierta manera, rige hasta el día de hoy. La Torá establece que en términos de Tzedaká, (ayuda económica), existe un orden de prioridades. Nuestra primera obligación es asistir a nuestros familiares (hermanos, primos, etcétera, y por supuesto, padres e hijos), luego a los pobres de mi ciudad y recién al final a los pobres de otra ciudad (la excepción son los pobres de la tierra de Israel, que siempre tienen prioridad). Al principio no vemos que Boaz se haya apresurado a ayudar a Naomi. Pero luego sí. Ruth fue a recoger cebada de casualidad en un campo que pertenecía a Boaz. Cuando Boaz se enteró, se comportó con mucha generosidad con Rut. Mientras que lo normal era que los pobres buscaran su propia agua, y que se sentaran en el piso a comer lo que recogían, Boaz le permitió a Ruth compartir el agua y la comida con sus empleadas, y le encargó a todos los trabajadores que trataran con mucho respeto a Ruth. Boaz se comportó con Ruth, y por extensión con Naomi, con extrema generosidad excepcional. Al final, Ruth terminó convirtiéndose al judaísmo y Boaz se casó con ella. Boaz así restableció la familia de su pariente Elimélej, que de otra manera hubiera desaparecido para siempre. Tanto Ruth como Boaz tuvieron la oportunidad de actuar con generosidad, y no la desaprovecharon.
De Ruth y Boaz nació Obed. De Obed nació Yshai y de Yshai nació David, el gran rey de Israel. Como podemos apreciar la más importante dinastía judía, la dinastía mesiánica, no se caracteriza por surgir de guerreros o gladiadores sino de un hombre y una mujer que se caracterizaron por su jesed, un altruismo excepcional.
Creo que de la sencilla y hermosa historia de Ruth y Boaz debemos aprender, entre otras cosas, que muchas veces Hashem nos presenta con situaciones donde podemos actuar con generosidad y bondad. Estas situaciones ponen a prueba (nisionot) nuestra moralidad. Son oportunidades para hacer el bien que no debemos dejar pasar.
Fuente: www.unidosxisrael.org