La ciencia ha demostrado que todo en el Universo, incluyendo nosotros los seres humanos, estamos hechos de energía, la cual se expande o se contrae constantemente, como si fuera un acordeón, lo cual nos da una visión diferente de la vida. Todo lo que hacemos, pensamos o decimos, tiene un efecto directo o indirecto en nuestro campo energético. Cuando nuestra energía se expande, nos sentimos felices y cuando se contrae, experimentamos lo contrario.
¿Por qué no procuramos aquello que nos expande? Cuando nos sentimos felices y nuestra energía se expande, nos inunda y traspasa el cuerpo, como los rayos del sol; todo en tu organismo funciona mejor, la absorción del oxígeno aumenta, los vasos sanguíneos se dilatan, tus músculos se relajan, los latidos del corazón son suaves y rítmicos, y las funciones cerebrales se optimizan. Por otro lado, los pensamientos negativos vienen a la mente con palabras como ansiedad, pesadez, algo se cierra dentro de ti, te sientes agitado, contraído. Las emociones negativas como miedo, envidia, enojo, tristeza, celos, nos contraen físicamente y bloquean el flujo de energía. Nuestros músculos se tensan, nuestra respiración se vuelve corta y superficial, la circulación sanguínea se restringe.
Todo esto provoca que las hormonas del estrés se eleven y nuestro sistema inmunológico se deprima, lo cual eleva el riesgo de infecciones y enfermedades, y nos provoca la sensación de descontento permanente. Todos tenemos un GPS interno que nos dirige a nuestro destino, y a vivir una vida más plena.
El reto está en estar a lo que nos envía. Reaccionar como víctimas, quejarse de todo, culpar a otros o a las circunstancias, preocuparse, criticar, juzgar. Nosotros mismos provocamos la contracción de energía. En cambio, al reaccionar con la cabeza, enfocarnos en las soluciones, aprender de la lección, pensar de manera positiva, aceptar, confiar en los demás, apreciar lo bueno que nos sucede, abrimos y liberamos, y hacemos más grande nuestro campo energético.