Título: Un canto de auxilio
Categoría: Infantil A / Cuento
Pseudónimo: La sirenita
Carmen vivía con su perro, sus padres y sus dos hermanos en una hermosa ciudad. Realmente disfrutaban de su vida ahí pues iban al cine, a restaurantes, cafés, museos, entre otras diversiones. Sin embargo, cada vez que tenían días libres, no lo dudaban ni un segundo y se iban directamente a la playa. A Carmen le fascinaba estar ahí; desde chiquita se interesó por el océano. En cada cumpleaños pedía libros acerca del mismo; sabía mucho de los caballitos de mar, las ballenas, los pulpos, tiburones y demás criaturas. En su clase, la maestra le pedía a Carmen que hiciera presentaciones acerca de los animales marinos y curiosidades del mar, pues a todos les encantaba escuchar la pasión con la que contaba las cosas, y ella lo hacía con muchísimo placer.
Un día una noticia trajo al corazón de Carmen felicidad y tristeza al mismo tiempo: se mudaban de ciudad. Se acabarían las clases a sus compañeros y a su maestra, pero lo que sí le gustaba mucho, es que el nuevo lugar era una linda ciudad en la playa: ¡estaría cerca de todo aquello que más le gustaba!
La nueva escuela no era tan divertida como la anterior, pues la mayoría de los niños ya sabían mucho sobre el mar porque toda su vida habían vivido cerca de él, pero Carmen tomaba lo mejor de las cosas y en lugar de ponerse celosa o triste, decidió aprender ahora ella de sus compañeros.
Cuando llegaron los meses de enero y febrero, Carmen y sus hermanos estaban muy emocionados pues era la época en la que podían ver ballenas muy de cerca y nadar junto con ellas. Era la época en la que muchas ballenas migraban y pasaban al lado de su ciudad. Nunca en su vida, Carmen había visto ballenas en vivo, sólo en libros, documentales o películas. El primer día que las vio, una lágrima de felicidad salió de sus pequeños ojos, sus padres habían rentado un pequeño bote, así que pudo verlas a unos cuantos metros de ella.
Todos los días después de clases, Carmen iba al muelle para ver de lejos a las ballenas. Era su momento más esperado del día, sacaba sus binoculares y pasaba horas viendo cómo las ballenas asomaban sus grandes y bellos cuerpos. Un domingo muy temprano, mientras paseaba por el muelle completamente vacío, escuchó un canto que le pareció familiar. Volteó por todos lados hasta que… ¡No podía ser, el canto provenía de una ballena que estaba en la playa! Carmen corrió hasta donde estaba esa mágica criatura y se dio cuenta que, si no hacía algo rápido, la ballena moriría por falta de agua.
Era una ballena pequeña, seguramente se había perdido de su familia, pero aunque fuera pequeña, era unas cien veces más pesada que Carmen y sería imposible tratar de moverla por ella misma. “¿Qué hago?”, pensó angustiada. Tenía que moverse rápidamente. Lo primero que se le ocurrió fue ir con sus papás, ellos podrían ayudarle. Así fue como lo hizo.
Al llegar con sus padres, no dejó que nadie hablará, contó lo que estaba ocurriendo y sus padres rápidamente corrieron por la manguera y se fueron corriendo con Carmen para la playa. Al llegar, conectaron la manguera a una toma y mojaron a la ballena. Esto no sería sufienciente, pues si no se movían, pronto el agua de la pileta se acabaría y llenarla sería tardadísimo. “¡Ya sé!”, pensó Carmen y le pidió a su mamá su celular, se metió a su cuenta de YouTube y comenzó a hacer un “en vivo”.
Toda la comunidad de la pequeña ciudad vio ese video. Nadie se quedó sin trabajar, todos se reunieron en la playa para ayudar a la pequeña ballena. Algunos llevaron sus gruas de construcción; otros, palas; e incluso hubo quien llevó cubetas de agua. Toda ayuda fue buena.
Carmen, que toda la vida había puesto sonidos de ballenas en videos porque le encantaban, empezó a cantar como si fuera uno de esos mamíferos acuáticos. Fue como un milagro: la pequeña ballena que ya se veía muy mal, en cuanto escuchó a Carmen, abrió los ojos y la miró fijamente… le contestó con otro bello canto. Parecía que se entendían y que la ballena sabía que mucha gente la quería ayudar. Todos guardaron silencio para observar ese mágico momento. Minutos después, gracias a las grúas, pudieron arrastrar a la pequeña ballena hasta el mar, en donde poco a poco pudo nadar solita.
Antes de alejarse por completo, la pequeña ballena volvió a cantar y todos entendieron que ese sonido significaba un “gracias”.
Fue un momento mágico para toda la ciudad, pues gracias a todos, habían logrado salvar a un ser marino. Y aunque todos ayudaron, Carmen fue la heroína de esta historia porque tuvo un plan maravilloso. Ahora no sólo sus compañeros le enseñarían cosas del mar, sino que también ella podría hacerlo, sobre todo, del canto de las ballenas.
Desde ese día, el pueblo es más cuidadoso con sus playas y mares, pues descubrieron que la pequeña ballena se había enredado en una malla de pescar y por eso su familia se fue alejando y ella quedó atrapada. Carmen siguió yendo casi todos los días al muelle y asegura que a veces la pequeña ballena, ahora convertida en casi una adulta, se asoma por los mares de esa ciudad. ¿Cómo lo sabe? Porque el canto que escuchó aquel día, es el mismo que escucha cuando ve a aquella grande y hermosa ballena.
Fin.