Todos esperamos que la gente reconozca, de algún modo, el bien que se le ha hecho. Esto, en una sociedad, se llama sentido común, civilidad o humanismo. La ingratitud forma parte de nuestro lado más oscuro. Somos muy mal agradecidos en lo personal. Ya sea que estemos involucrados o no, todos esperamos que la gente reconozca de algún modo, el bien que se le ha hecho. La ley de la reciprocidad es algo de lo que no se habla, pero que está implícita en una buena convivencia. Es un tema recurrente en las obras de Shakespeare: “Odio la ingratitud en un hombre, más que la mentira, la vanidad, la palabrería, la borrachera o cualquier otro hedor de vicio, cuya fuerte corrupción habita nuestra sangre”.
En su libro Thanks, el doctor Robert A. Emmons, expone que hay diferencia entre el “olvido” y la “ingratitud”. Cuando decimos que alguien es “ingrato” es porque después de haber recibido un favor, muestra notoriamente hostilidad o resentimiento. En el olvido quizá todos hemos caído.
Recibiste un detalle de tu hermana y olvidaste llamarla. Cenaste en casa de unos amigos y se te pasó el día sin llamar para agradecer. Aunque no tiene el mismo impacto que hacerlo de inmediato, todos podemos entender un agradecimiento tardío. En cambio, la ingratitud es más difícil de aceptar. La pregunta es: ¿por qué la ingratitud? De acuerdo con el doctor Emmons hay varios niveles de ingratitud, así como teorías de sus causas. Una de sus motivaciones son conscientes, otras inconscientes
1.- Rehusar aceptar que una persona le debe algo a otra. ¿El motivo? resentimiento, sentido de inferioridad, autoestima baja. Cuando uno se siente poco merecedor de un beneficio, no reconoce la benevolencia del otro, por ende, no hay gratitud.
2.- Para evitar una reciprocidad futura, una obligación de correspondencia, quizá por la sensación de que la cantidad o el favor es tan grande, que nunca la podrá reponer.
3.- Por soberbia. Aceptar que se le debe algo a otro, coloca al receptor en una posición de vulnerabilidad o dependencia del donante.
4.-Porque el receptor puede ver un regalo, un favor o un préstamo como un pago “insignificante” de alguna deuda pasada, ya sea imaginaria o real. En este caso, el “ingrato” nunca se siente satisfecho por lo que recibe.
5.-Porque el receptor, al recibir un bien, puede ver de manera distorsionada al benefactor, como débil. Como él odia la debilidad, justifica en su mente ingrata tratarlo de manera hostil y agresiva.
6.- Porque el beneficiado malinterpreta los motivos de su benefactor. Si soy un ingrato, puedo asumir que la persona fue generosa para sentirse bien consigo misma, para ganar publicidad, para humillar.
Cualquiera que sea la razón, la ingratitud no sale bien librada. Socialmente rompe el círculo de “Hoy por ti, mañana por mí”. Además quienes prefieren la ingratitud, nunca podrán experimentar el gozo pleno que da ser agradecido.