La joven Zohar Rebeca Chiprut se aventó a escribir y dirigir su primera obra y para
ser su primera obra, entabla personajes interesantes, una burla muy atinada a la comunidad en la que vivimos y encuentra maneras inesperadas (aunque no siempre atinadas) de girar la trama. Como si fuera capítulo de Cheers, la mayor parte de la trama sucede en un bar. Acaba de morir Yankele y como en muchos casos, eso significa que hay familiares que quieren saber qué les toca de la herencia. Yankele dejó instrucciones en el bar de Bobby, donde se unen sus dos hijos (uno gay que nunca tuvo buena relación con su papá, y uno que vive en una institución), su esposa (de segundo matrimonio, que aparentemente tiene la edad de sus hijos) y una señora que resulta que fue su amante (y aparentemente es de la edad de Yankele). En ese bar se van dando cuenta que Yankele tenía un plan para este bonche insólito para que aprendan unas cuantas lecciones que nunca les pudo enseñar cuando estaba vivo.
Lo que vi en escena: Un equipo muy bien armado de actores que están ahí para divertirse y para entretener al público. El tono de la puesta es de comedia pura, y aunque hay ocasiones en la que la comedia sacrifica la profundidad de estos personajes (y hay personajes que se pudieron aprovechar más), los chistes mantienen al público entretenido. La ambientación le da mucha personalidad al montaje (mi detalle favorito son unos discos montados en la pared de atrás que aunque estén ahí simplemente de adorno, nos dicen mucho del lugar en el que estamos) y el ritmo aprovecha el caos causado de un grupo de personas que se están emborrachando y de las cosas que dicen cuando no tienen su filtro. Como sucede mucho con primeros guiones, la dramaturgia nos cuenta detalles de cómo son estos personajes en vez de dramatizarlas en el escenario, pero esas son cosas que se van aprendiendo y lo que le diría a esta chava es que siga experimentando con nuevas historias para ver qué tan lejos puede llegar.
¡Felicidades a este grupo!