Hace 42 años, Siria y Egipto atacaban por sorpresa al

estado judío aprovechando la gran fiesta religiosa judía para recuperar los territorios perdidos en 1967.

Altos del Golán, mediodía del 6 de octubre de 1973. El zumbido de los motores de los cazabombarderos MIG-17 sirios rompía, sin previo aviso, el silencio sepulcral que suele reinar en el estado judío durante la solemne fiesta de Yom Kipur. Las calles y carreteras, como ocurre cada año en el día más sagrado del calendario hebreo, estaban completamente desiertas, las emisiones de radio y televisión interrumpidas y el país paralizado. Nadie imaginaba que estaba a punto de comenzar el último gran conflicto armado entre Israel y un frente de países árabes.

La Guerra de Octubre o del Ramadán, como prefieren llamarla los árabes, se inició con el ataque sorpresa de Siria y Egipto a Israel. El objetivo era aprovechar la celebración religiosa en la que las guarniciones fronterizas cuentan solo con la mitad de las tropas, para recuperar los territorios perdidos en 1967. Una acción relámpago que finalmente se alargó más de dos semanas sin resultado alguno, y en la que murieron 13,500 soldados: 2,500 israelíes, 3,500 sirios y 7,500 egipcios.

«Fue una sorpresa para todos nosotros. Los periódicos hablaban de movimientos en la frontera del norte por parte de Siria, pero aquellas maniobras de entrenamiento eran habituales. No había ningún indicio de que estuvieran preparando un ataque», cuenta a ABC Guido Ruda, que se encontraba ayunando en un kibutz cerca de una base militar en el norte, cuando escuchó caer las primeras bombas.

Un guerra no acabada

Tanto el presidente egipcio, Anuar el-Sadat, como el presidente sirio,Hafez al Assad, padre del actual presidente, se habían tomado las derrotas en las guerras del Canal de Suez (1956) y de los Seis Días (1967), como batallas perdidas de un conflicto que no había acabado. En la última, Israel había conseguido conquistar la península del Sinaí, la Franja de Gaza, Cisjordania, los Altos del Golán y, sobre todo, Jerusalem. Era la hora de recuperarlo todo de una vez, para lo que consiguieron el respaldo de varios países árabes, que enviaron efectivos al frente de batalla.

El Gobierno israelí, presidido por Golda Meir, la tercera mujer en el mundo en asumir tan alto cargo, estaba tan convencida de su superioridad militar, que desoyó los informes de sus servicios de inteligencia. Cuando quisieron darse cuenta, Siria había lanzado ya su ofensiva contra los Altos del Golán, primero bombardeando las fortificaciones fronterizas israelíes y, después, iniciando un avance arrollador con 30,000 soldados y 1,260 carros de combate.

Egipto se encargó de la península del Sinaí, desencadenando un verdadero infierno sobre la línea de Bar Lev, la cadena de fortificaciones construidas por Israel a lo largo de la costa este del canal de Suez. En el ataque utilizaron 150 cazabombarderos MIG-21, 800 tanques y cerca de 9,000 hombres. El ataque árabe fue de tal envergadura que, dos días después, el Ministro de Exteriores israelí, Abba Eban, aprovechó para decir en la ONU que si hubieran estado asentados en las fronteras de 1948, el año en que fue declarado el estado de Israel, su país habría desaparecido.

Desconcierto israelí

El desconcierto inicial israelí fue grande. Siria y Egipto consiguieron hacerse por momentos con sus objetivos. De hecho, las tropas de Anuar el-Sadat llegaron a cruzar el Canal de Suez, pero la capacidad de respuesta del ejército judío permitió que los reservistas acudieran rápidamente a sus puestos de combate, integrándose en la lucha mucho antes de lo que sus enemigos tenían previsto. «Fue una lástima que perdiéramos tanto tiempo y no nos defendiéramos incluso antes, porque, cuando nos llamaron, tuvimos que volver a la misma zona donde habíamos estado realizando maniobras», cuenta Werner Leopold, teniente israelí que fue enviado al frente sur. Si este sistema no hubiera funcionado, explica, los árabes se habrían alzado con la victoria en los primeros días de la guerra.

Sin embargo, el ejército israelí consiguió recuperar el terreno aprovechando las bajas enemigas. El 22 de octubre, los árabes se vieron obligados a aceptar el alto el fuego del Consejo de Seguridad de la ONU y a emprender negociaciones para alcanzar una paz justa y duradera, aunque la resolución no hizo, finalmente, ninguna mención a la retirada de Israel a las fronteras anteriores a 1967.

En las memorias publicadas por Henry Kissinger en 1982, el ex secretario de Estado estadounidense afirmó que esta guerra estuvo a punto de provocar un conflicto armado entre la URSS y Estados Unidos. Desde entonces, por suerte, no ha vuelto a producirse ninguna gran guerra árabe-israelí en Oriente próximo, aunque la tensión siempre esté presente.
El petróleo, la última «bala»

Tras la guerra, los países árabes productores de petróleo decidieron emplear sus recursos energéticos para forzar la retirada de Israel de los territorios ocupados en 1967. Aprobaron un embargo contra varios países occidentales, entre ellos, Estados Unidos. En 80 días, el precio del barril se triplicó, desde los 3 hasta los 12 dólares.

En este clima, con el problema del petróleo de fondo, Kissinger se propuso debilitar los intereses soviéticos en la región y crear un clima adecuado para instaurar una «pax americana». La Casa Blanca estaba dispuesta a presionar a Israel para que se retirase de la península del Sinaí, si Egipto se comprometía a alejarse del campo de batalla y de la órbita de la URSS. Finalmente, Israel aceptó marcharse de los territorios ganados en la Guerra de Yom Kipur y se comprometió a iniciar negociaciones en torno al Sinaí. Egipto, por su parte, renunciaba a emplear la fuerza.

Fuente: www.abc.es

Share.

Leave A Reply

Exit mobile version