Mi Cuenta CDI

OUR TIMES cambia tus tiempos

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Orit Gugenheim y Eduardo Abadi

Todos queremos cambiar el mundo, o crear nuestros propios mundos. Mundos en donde todo pueda suceder. Donde las reglas no existan. Donde las reglas no importen. Atrévete a desafiar tus más ilógicas locuras, a probar de esa dulce adrenalina que promete lo prohibido. Porque en el mundo que tú creas, nada es imposible.

Unthaar
//Eduardo Abadi

Hoy cumplí un año de haber llegado a Unthaar.
Parecía como si hubiera sido ayer cuando el Anciano había venido por ella a través del portal que había aparecido en su pared.
No le había costado tanto aprender cómo vivir en Unthaar: el chiste era entrenar, ejercitarse, practicar, sobrevivir para algún día formar parte de la elite.
La elite era el grupo de magos más expertos de todo Unthaar, y desde el día que llegó, ella quiso ser parte de ellos.
Cuando lo lograra, dejaría de ser una bruja cualquiera; se convertiría en una de las Auroras, las cuidadoras del mundo, las que se encargaban de mantener la naturaleza en vida y a la gente en acción, las que traían las estaciones y los rayos de sol... pero más importante, las que protegían el Universo de los demonios.
Ya llevaba un año con ese sueño, pero seguía ardiendo con la misma intensidad dentro de ella.

La Cenicienta
//Eduardo Abadi

Tras la doceava campanada, se despertó, curiosamente, con una sola zapatilla puesta.

La maldición de la bruja
//Gabriella Colin

Me llamo Jane Copperfield y vivo con mis papás en Inglaterra, cerca del bosque llamado Sherwood en Nottinghamshire. Tengo 20 años, aunque nací en el año 1891. He tenido 20 años por los últimos 100 años, sin cambiar de aspecto, sin envejecer.

¿Cómo olvidar la noche que lo empezó todo? Los vampiros irrumpiendo en mi casa; los últimos suspiros de mis padres mientras me dejaban huérfana; la ilógica, la estúpida, la ridícula petición de unirme a su clan, de involucrarme en sus crueles aventuras. La misma petición que me hizo aprovechar mi extraordinaria velocidad –recientemente adquirida- y huir de ahí a donde mis pies me llevaran, hacia lo desconocido.

De repente, un hambre atroz se apoderó de mis entrañas, obligándome a seguir ese escalofriante instinto animal, a seguir el rastro de sangre que ahora percibía tan claramente, como si me llamara, como si me dominara. Mis presas aparecieron frente a mí en forma de tres adorables niños, los cuales desaparecieron, aunque me cueste admitirlo, en un dos por tres. ¿Cómo olvidar sus llantos, sus desgarradores gritos? mientras el tóxico sabor de la sangre nublaba mis sentidos. De lejos, la madre me miraba con un terror petrificante grabado en sus facciones. La madre, que resultaba ser la bruja más fuerte y peligrosa del Reino. Nos miramos a los ojos, mientras mi boca goteaba sangre de sus hijos y ella, con lágrimas lentas, me sonreía con odio.
Continuará*

Un sueño profundo
//Yonathan Schabes

Silencio. Todo tranquilo. Yo dormía. Soñaba. Soñaba con un mundo ideal, un mundo perfecto, sin problemas, sin preocupaciones… un mundo irreal.
De repente, empezó a temblar. Me desperté. Tenía miedo. Gritaba, sin que nadie me oyera. Seguía temblando, cada vez más fuerte. El piso crujía, se movía.
Se abrió una ranura, que se hacía más y más grande, hasta formar un hoyo.
Caí. Cuando desperté, no había nada. Ya no estaba temblando. Ya no tenía miedo. Por primera vez en mi vida me sentía libre.
Todo estaba oscuro. A lo lejos, una luz se asomaba con aire de misterio. Fui hacia ella.
No lo podía creer: por fin había llegado a ese mundo maravilloso con el que tanto había soñado. Estaba feliz, impresionado, atónito. Pasé días, semanas, meses en ese lugar. Todo era increíble. Sin embargo, me empecé a sentir solo. Recordé ¿cómo había llegado a este lugar? Me sentía cobarde por haber huido aquí, en lugar de haber luchado en el mundo que me hallaba para conseguir la felicidad. Ya no estaba feliz, ya no estaba impresionado. Ya no quería ese mundo perfecto. Quería luchar. Quería ganarme mi felicidad.¡Cómo desearía no haberme tomado las pastillas mágicas que me había dado ese duendecillo! ¡Cómo desearía no haber pedido este maldito deseo antes de haberlas ingerido! Ahora ya no hay nada que hacer. Ya no hay vuelta atrás…

El deber de un fantasma
//Miriam Sidauy

Eran las 6:45 del jueves 10 de abril.
Me di cuenta que las gotas que manchaban el piso de mi cuarto, rojas, no pertenecían a la pintura de mi proyecto de ayer; provenían de mí.
Asustada, corrí a limpiarme.
Horas más tarde, estaba acostada en mi cama viendo fotos del viaje con mis amigas a Australia, cuando sentí un dolor agudo y repentino que tomó el dominio de mi cabeza completa.
Grité con un llanto desgargante pidiendo ayuda, pero nadie vino.
Me paré, tambaleante, mientras el horror y el sufrimiento bajaban de nivel.
Caminé unos pasos y recuerdo haberme mareado...
Son las 6:45 del jueves 17 de abril.
Estoy acostada en una cama extraña. Siento tubos que me conectan a máquinas. Estoy en un hospital. Tranquilamente, me deshago de los tubos y me levanto. Camino unos pasos y, al voltear, descubro algo bastante asombroso. Tendido en la cama yace mi cuerpo, plácidamente dormido. La confusión, miedo y dolor son demasiado que afrontar. Escapo de ese maldito cuarto, dejando un horrible rastro de gotas rojas igualitas a las de mi cuarto tras de mí.
Entonces, como si fuera por arte de magia, el dolor se acaba.
Aparezco al lado de un cuerpo.
Una familia lo rodea, llorando.
¿Por qué lloran? ¿Qué importa que esa niña desconocida ya no viva?
Mi deber ahora es recordarles su muerte.
Atormentarlos.

El mejor final que recibimos para el cuento “Terrible resplandor”...
//Gabriella Colin

Desperté tirado en el bosque. Al incorporarme vi sangre derramada, pero no encontré un cuerpo al que perteneciera.
Estaba muy confundido. No recordaba qué había pasado.
Me levanté y corrí a donde mis piernas decidieran llevarme.
De pronto, tropecé con algo. El cadáver de mi hermana Lucy.
No entendía qué pasaba.
Lloré y grité de dolor.
Todo era tan confuso.
Quería saber qué había ocurrido.
Y entonces vi la respuesta en mi propia mano -donde detenía un revolver.

*Revisa nuestra próxima publicación para leer el final del cuento La maldición de la bruja.

20 de noviembre de 2014