Cuando sufrimos, lo importante es observar  ¿por qué sufrimos? Detectar en la pantalla de nuestra conciencia ¿qué es exactamente lo que nos lastima?

 

En un 99.9 por ciento sufrimos porque deseamos que las cosas ocurran como nosotros queremos. Queremos que las personas actúen como nosotros quisiéramos. Y como no sucede nos frustramos, y lo peor es que vamos acumulando resentimientos por nuestra necedad, por nuestro capricho de querer que ocurra algo distinto a la realidad. Total que sufrimos en demasía por lo que ya pasó. Y sobre todo, por lo que no pasó como nosotros hubiéramos querido.

De entrada el hubiera no existe; es un verbo lastimoso. Dos: lo importante es hacer un alto para no hacer las cosas más grandes. Respirar profundo y dejar de engañarnos queriendo remediar en nuestra mente lo que ya pasó. Entendámoslo así de simple. El pasado siempre será lo que fue. Dejemos de tratar de cambiarlo y debemos de reconocer que no podemos exigirle a nadie que vea las cosas como nosotros las vemos. Esto es un engaño de la mente, que nos hace infelices y tontamente lo proyectamos en nuestras discusiones.

¡Qué lejos de aportar soluciones! Son una forma de rascar, de cavar y enterrarlos en el pasado. 

A la hora de discutir, no es nada conveniente sacar a relucir cosas del pasado. El presente se arregla con el presente, cada cosa en su momento.

Las posturas de yoga o asanas, muestran simbólicamente situaciones en la vida, que a base de practicarlas paciente, respetuosa y alivianadamente nos ayudan a crear más conciencia de nuestra propia persona.

Cuando discutimos normalmente comenzamos con un asunto, con el fin de llegar a un acuerdo, y en seguida olvidamos el objetivo del acuerdo, nos quedamos enredados en asuntos del pasado.

Yoga no está en las posturas, sino en la vida.

Esta semana vamos a meditar un poco en esta frase: “Si no sueltas el pasado, no ha pasado”. 

¡Que tengan una muy bonita semana!

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