En un principio me negué rotundamente a viajar a Polonia. A mi esposa la habían invitado a dar una conferencia magistral en la Universidad de Varsovia.
Mis antepasados de ambas ramas nacieron y vivieron en Polonia. Gracias a la providencial y muy corta apertura de una ventana migratoria hacia Mexico de judíos para modernizar la economía devastada por la Revolución en los años veinte del siglo pasado, ambas ramas familiares pudieron emigrar a este maravilloso y extrañamente diferente país, eso fue ya hace casi un siglo.
El Holocausto propiciado por los alemanes cambió a todo el mundo y en especial al pueblo judío, con el asesinato de la tercera parte de los israelitas, de manera industrial, brutal y técnicamente planeada y ejecutada en campos de exterminio, especialmente en Polonia, con otras masacres en Europa Oriental.
En mi casa jamás se hablaba de su vida en Polonia. Mi padre y mi madre llegaron siendo niños. Nunca oí una palabra en polaco y, al mandarme a un colegio judío, aprendí un poco de hebreo, yidish (una especie de alemán dulce salpicado de palabras en hebreo) y, sobre todo, escuché constantemente sobre la hecatombe del pueblo hebreo en cursos de historia, ceremonias luctuosas anuales y canciones desgarradoras del levantamiento del Gueto en Varsovia. También del silencio y en algunos casos la complicidad de algunos polacos, ucranianos, lituanos y de otras nacionalidades ante este criminal evento.
Mi esposa me convenció a acompañarla, primero a la bella ciudad de Cracovia y luego a la capital polaca. En esta última, se había inaugurado recientemente un museo de historia de un milenio de los judíos en Polonia, y además de ser una magnifica obra arquitectónica, la curiosidad y algo de morbo lograron su cometido. Voy a Polonia.
Puedo afirmar que esta semana en Polonia ha sido intensa, dura, pero inolvidable. Busqué y encontré (en parte) mis raíces familiares de varios siglos en ese país.
Un poco de antecedentes. Los antepasados de mi rama paterna vivían en la pequeña ciudad de Kutno, a unos cien kilómetros de Varsovia, y los judíos llegaron a ser un gran porcentaje de la población. Había personajes importantes de Kutno como el escritor Scholem Asch famoso por sus novelas. La invasión nazi fue catastrófica para los pobladores. Miles de judíos fueron encerrados en La Constancia, un ingenio azucarero abandonado, y tras un tiempo sin comida fueron deportados al campo de exterminio de Chelmno y asesinados en masa.
De la rama materna, pude obtener más información, y gracias a los buenos oficios de un amigo de mi hijo, Arek Dybel fui a la Sociedad Histórica Judía de Polonia y en el departamento de Genealogía, encontré una serie de documentos y fotografías de los archivos de Varsovia y su constante investigación sobre las raíces de la población judía.
Aquí reside la importancia de este viaje, ya que pude localizar las tumbas de mis ancestros, hasta mis tatarabuelos (Guedalie Sztajder y su esposa Rachel Lea) nacido en Varsovia en 1826, y su tumba está en el cementerio judío de Varsovia. También están ahí mis bisabuelos maternos y otros tíos. Fui a localizarlos, pero fue casi imposible por lo inmenso de este panteón, con más de 200 000 tumbas. Ahora conozco exactamente donde están. Mis abuelos y padres ya fallecidos están sepultados en México, en el panteón israelita. Los recuerdo a todos con profundo respeto y amor.
Nota: a los que no pudieron asistir a la presentación de la novela Jacobo el emigrante, en la sinagoga de Justo Sierra, los invito a una nueva presentación el sábado 17 de marzo, a las 17:00 horas, en la librería Gandhi, avenida Paseo de Palmas, en las Lomas de Chapultepec.
Arek Dybel es un talentoso joven polaco, dedicado a hacer audiovisuales, diseños en museos y presentaciones interactivas. Él fue el líder del proyecto del Museo Polin de 1 000 años de historia judía en Polonia, del cual hablaré después.
Por conducto de mi hijo, Arek me acompañó todo un día al museo, y luego a la sociedad histórica judía para buscar las raíces familiares, en especial el lugar del nacimiento de mi madre y sus hermanos. Encontré mucho más de lo que me esperaba, además de una gran sorpresa.
Una historia especial
Desayunamos en una cafetería llamada Jas i Malgosia (Hansel y Gretel, en español) en la esquina un tanto irónica de la avenida Juan Pablo II y Mordejai Anielewicz (héroe de la resistencia judía del levantamiento del Gueto de Varsovia en 1943). Este local está a unas cuadras del museo por lo que era muy conveniente.
Visitamos el museo y posteriormente, fuimos al Departamento de Genealogía de la sociedad arriba mencionada a solicitar informes. Contaba con las actas de nacimiento de mi madre y otros tíos, y nos dimos a la búsqueda del edificio exacto donde ella había nacido.
Varsovia fue devastada totalmente por los nazis al finalizar la guerra y llegar las tropas soviéticas, por lo que recurrimos a mapas antiguos, de acuerdo a los archivos.
En primer lugar, encontré la casa donde nació José, el hermano mayor de la familia Sztajder en 1913. ( José Steider (Z“L), mi tío es fundador del CDI). La visité y tengo varias fotos, ya que sigue en pie, en el distrito de Praga en Varsovia. Posteriormente, buscamos la dirección en varios mapas sobrepuestos para conocer la localización actual de mi familia. En 1917 nació Felizia, mi madre, en el número 3 de la calle Lubeckiego, dentro del barrio judío de Varsovia. Comparamos mapas con la actualidad y ¡aquí nos llevamos una enorme sorpresa! Resulta que el lugar donde estuvo ese edificio (destruido totalmente) es ahora la banqueta y parte del local ¡dónde habíamos desayunado esa mañana Arek y yo! Todavía me dan escalofríos al revivir esta emoción tan agridulce.
Obviamente todo está muy cambiado y moderno, pero se pueden imaginar una calle comercial de clase media baja, bulliciosa y viva. Esto desapareció completamente.
Cerca del lugar de mis raíces polacas hay varios monumentos de la tragedia como son la calle Mila 18, fuente de la novela de León Uris sobre el levantamiento del gueto. A una calle están las tétricas instalaciones de la temida GESTAPO donde tantos hombres fueron torturados por los alemanes, y un poco más lejos el sitio llamado Umschlaugh, que significa matanza, de donde mandaron a las víctimas deportadas a ser exterminadas en Treblinka, otro siniestro campo de concentración.
Todo Polonia está lleno de recuerdos trágicos de la enorme cultura judía destruida, y subsisten muchas preguntas sin respuesta acerca de la población polaca y su actitud ante la masacre. Yo tengo dos planteamientos.
1. El ayudar o proteger a cualquier judío en la ocupación nazi se castigaba con la muerte, y sin embargo, existieron varios miles de polacos católicos que protegieron a las víctimas y las salvaron. El proyecto de Yad Vashem sobre el Holocausto en Israel constata entre su lista de Justos entre las Naciones a estos héroes. Por otra parte, es importante saber que existen muchos polacos que tienen raíces judías olvidadas o escondidas por miedo a ser delatados y mandados a las cámaras de gas, discriminados en la época comunista… o simplemente maltratados por gente con tendencias antisemitas ancestrales o ignorantes que aún existen en el país.
2. Hay un renacimiento de parte del gobierno polaco, ayudado por organizaciones judías en Estados Unidos e Israel, sobre todo para generar festivales de música judía, recuperar sinagogas destruidas, construir museos y generar interés del turismo sobre todo judío hacia este país, sin por eso olvidar el Holocausto. Es un buen proyecto y mi resistencia inicial hacia ir de visita fue ampliamente recompensada al encontrar mis raíces. Este fenómeno se está ensombreciendo por las últimas leyes del gobierno polaco.
¡Qué pena!
Fe de erratas: la presentación de mi novela Jacobo el emigrante, es el 10 de marzo de 2018, a las 17:00 horas, en Gandhi de Palmas. Los libros se encuentran disponibles en todas las librerías de Gandhi. Lamento este error involuntario.
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