Cuando hablamos de la mujer en la empresa, se suele invocar el término de gestión de la diversidad, pero cuando nos referimos a las mujeres directivas, es difícil que el concepto de diversidad se aplique en su sentido más amplio. Aún más complejo, cuando hablamos de mujer judía directiva.
La diversidad definida por la Equal Employment Opportunity Comisision (EEOC) de Estados Unidos, considera el término diversidad, como las diferencias de género, etnia y edad. Sin embargo, otras fuentes complementan esta definición, añadiendo condiciones como: la religión, la orientación sexual, la cultura y la discapacidad, pero no profundizan lo suficiente en el tema, porque no toman en cuenta aspectos que se viven en la empresa y mucho menos la situación de la mujer en la Alta Dirección en los diferentes países.
La diversidad se establece en tres niveles, en primer lugar, lo que se ve a simple vista: género, etnia, características físicas; el segundo, sería la diversidad tangible, características que se pueden comprobar o documentar como: edad, estudios, la trayectoria profesional, y el tercer nivel es el más profundo e intangible que hace referencia a la manera de aprender, pensar y sentir. Tomando en cuenta estos tres niveles, el estudio que me permito compartir con ustedes, propone conocer la configuración de la mujer directiva en México e involucrar un poco lo que la mujer judía está haciendo en este tema.
En esta investigación, se detectaron algunas discrepancias entre las mujeres ejecutivas que afectan al óptimo desarrollo profesional, debido a la falta de conocimiento y validez de sus propias competencias directivas.
El problema de esta inseguridad femenina, puede radicar en ciertas premisas que se dan de facto. Una de ellas, y la más común, es que las personas juzgan a la mujer en un primer nivel, es decir, simplemente por las características físicas, siendo un tema que llama la atención como parte de los casos analizados, que la mujer es la que define la belleza, y en cierta forma, es la que cataloga a la propia mujer en su definición, marcando diferencias a través de este primer nivel, que dicho sea, define lo que se le conoce como el capital erótico, mismo tema que profundizaré en otra investigación. Esta postura, aun que la propia mujer la define, es mencionada como un aspecto discriminante, ya profundizaremos.
Por otro lado, en este estudio también se menciona el “pensamiento masculino”. Este es un comportamiento atribuible a las mujeres también, quienes adoptan una actitud masculina, en términos profesionales, piensan y actúan como hombres, perdiendo, poco a poco, las cualidades que forman su esencia, y marcan una diferencia en la cultura de la empresa, estamos hablando de la sensibilidad. Cuando profundizamos en este tema de la mujer judía, se complica más, ya que observamos que dependiendo de la generación (edad), se involucra este tema mezclado con toda la asimilación religiosa y de fe.
La contribución de las mujeres a la cultura empresarial, se debe entender desde la base de diferenciar a la mujer y al hombre, qué características los diferencian, para comprender mejor su entorno laboral y social, asimismo, estas características cómo marcan un aspecto de dirección empresarial, y cómo marcan prospectivamente a la empresa y la sucesión de empresa, este último tema es de mucha preocupación entre nuestra Comunidad, cuando se tienen negocios propios para heredar a mujeres, claro está pasando primero por el escalón de hacer a un lado muchos aspectos de tipo tradiciones.