Etgar Keret tiene entrenados a sus lectores en los altos vuelos a los que nos invita con su imaginación, pero quizás pocos estén enterados de que su nombre figura sobre una construcción en la ciudad de Varsovia, en Polonia, que ha sido bautizada como “la casa Etgar Keret” considerada “la casa más angosta del mundo”. Algunos testimonios que fueron difundidos a través de la Web presentan entrevistas realizadas a los que pasaban por la calle días antes de su inauguración. Muchos se muestran sorprendidos de que alguien pueda vivir en un espacio tan reducido.1 También difunden las primeras palabras del escritor al salir del edificio, donde menciona el hecho de que su madre —única sobreviviente de una numerosa familia asesinada en el Holocausto— estuvo en el Ghetto de Varsovia2 que colindaba justamente con las calles3 donde fue levantada esta nueva construcción.
Claudia Kerik: ¿Cómo es que se te ocurrió la construcción de una casa así? ¿Y por qué justamente allí?
Etgar Keret: No fue una idea mía. Un día mientras estaba en Israel con mi hijo en el parque, recibí una llamada telefónica desde Polonia, de un arquitecto que me anunciaba el proyecto de construcción de esa casa. Le contesté un tanto incrédulo y colgué. Medio año después recibí otra llamada de parte del mismo arquitecto, quien ahora había volado hasta Tel Aviv para encontrarse conmigo a fin de explicarme personalmente su plan y persuadirme de que era posible llevarlo a cabo. Le dije: “mira, me alegrará si lo haces, pero lo veo difícil, no tienes presupuesto y se requieren permisos especiales de la municipalidad local”. Y él me contestó: “no te preocupes, cuando yo me propongo algo, lo consigo”. Y así fue. Construyó la casa.
CK: ¿Pero ese proyecto tuvo algo que ver con tus cuentos, estuvo inspirado en tu tipo de escritura, o de dónde surgió una idea tan minimalista como esa?
Keret: Tiene que ver con mi escritura, pero también está ligado al hecho de que yo tengo un pasado polaco. Él sintió que mi familia proviene de Polonia y fue borrada de allí, y que la casa podría funcionar como un recordatorio por su ausencia.4
CK: Pero los polacos no son precisamente un pueblo amigo de Israel.
Keret: También hay quienes creen en los israelíes, y entre ellos hay de todo, antisemitas y filosemitas. El arquitecto también me dijo que la lógica de la casa era como la de mis cuentos, y que sintió algo en la estética, en la concepción… Y eso fue todo, la construyó, y cuando llegué al lugar organizamos una serie de lecturas en voz alta. Pero como solo se permiten dos personas en el interior de esa edificación (así lo exige el seguro), entonces tenía que hacer mis lecturas frente a una sola persona.
CK: ¿Y cómo elegías quién podía entrar?
Keret: Resolvimos hacer un concurso en el que los participantes escribieran en pocas líneas qué les gustaba más de mis relatos y por qué, y el que mejor lo explicara, o el texto que resultara mejor logrado ganaría el premio que consistía en un evento privado de lectura en la cocina, sentados, mientras nos hacíamos un té. Y así lo hicimos, y fue tan interesante como conmovedor. Tuvimos varios de esos encuentros.
CK: ¿Y quién decidía qué texto ganaba? ¿Tú eras el juez?
Keret: Sí, yo elegía a los ganadores. Escribían en polaco pero me lo traducían. Y, de hecho, ahora cada vez que regreso, cada cierto número de meses, tiene lugar una iniciativa cultural diferente. Y mientras tanto la casa funciona como un museo, que hasta la fecha ya ha sido visitado por miles de personas a las que les muestran la construcción mientras el arquitecto expone la concepción original del lugar.
CK: Qué bien, porque eso te representa por completo.
Keret: Yo estoy muy a favor.
CK: Creí que tú fuiste el que eligió ese lugar en Polonia para comprarte una casa y planeaba preguntarte…
Keret: ¿Cuánto me costó?
CK: ¡No! Pensaba preguntarte cómo es que no te duele ir allá.
Keret: La pregunta no es si duele o no duele. Siento que es algo lleno de sentido. Mi abuelo siempre le decía a mi mamá que justo porque ella era la última que había quedado con vida, debía continuar viva. Pues los nazis quisieron borrar nuestra familia del mundo, y ella tenía que permanecer a fin de que sepan en esa ciudad que nosotros existimos. Y hay algo en esa casa, y el hecho mismo de que haya una casa, y que tenga escrito en grande mi apellido en la pared, y que todo el que pase pueda verlo, y que los polacos la visiten como un museo, que es como un decreto de que nosotros aún estamos5 en esa ciudad y nada podrá quitarnos de allí. Desde mi punto de vista, eso es mucho más importante que si me construyera una casa como esta en una ciudad como Estocolmo. Y además, como dije, yo he sido completamente pasivo en este proyecto. No fue mi idea ni fui yo el que la materializó, he sido solamente un invitado.
CK: Pero una vez que asumiste tu lugar en esa casa, tiene un significado doble. Ellos te eligieron y tú aceptaste.
Keret: Claro. La casa está en un lugar en donde ya no hay judíos. Eso es algo enorme. Al comienzo llegaban muchos vecinos ancianos a tocar a mi puerta trayendo para mí una botella de vino, un tarro de mermelada,6 y me hacían comentarios acerca de que sentían la ausencia de los judíos en el lugar, y que la presencia judía de antaño le había dado a la ciudad una energía, una fuerza e inteligencia, que lamentaban mucho haber perdido.
CK: Pues los judíos vivieron casi un milenio en Polonia.7
Keret: Claro, en Varsovia y en toda Polonia. Y en la cultura y en las artes había una nota judía. Por lo mismo la relación es compleja. Hay antisemitas, pero hay también quienes sienten afecto e incluso nostalgia por el pueblo judío.
CK: Es la primera vez que oigo algo así.
Keret: Por eso te digo que el diálogo entre judíos y polacos es muy complicado. Polonia no es cualquier lugar. Yo escuché que en México, por dar un ejemplo, también hay antisemitismo. Pero no podría ser lo mismo, pues en Polonia lo judío forma parte del lugar. Cada cosa, cada recuerdo, cada estatua en la calle, tiene un vínculo con lo judío. El alcalde de la ciudad en Varsovia era judío. El lugar de lo judío en la vida pública ha sido esencial. Tú no puedes pensar en una definición de Polonia, sin tomar en cuenta el elemento judío en ella.8 El país que es hoy en día no existiría. Por eso digo que hay algo en ese vínculo que, aun estando muy cargado de implicaciones, es como una dinámica entre hermanos que no se quieren el uno al otro, pero que sientes que forma parte de su esencia, de su identidad. Y además, ellos alimentan una cierta mistificación en una dirección positiva y extraña, pues suponen que los judíos son criaturas místicas dotadas de posibilidades y de un cerebro que no poseen el resto de los seres humanos, como si fueran magos. Algo interesante. Debo decir, junto con esto, que tengo muy buenos amigos polacos que no son judíos. Es una cultura en general muy interesante. Y yo tengo una liga muy fuerte con Polonia. Además, fuera de Israel, es el país donde más éxito tengo. Un éxito de locos tengo allí.
Notas
1 La edificación tiene 14 metros cuadrados, y fue concebida para caber en el espacio que separa dos edificios, por lo que se dice que solo tiene el ancho de una cama matrimonial en la que únicamente caben dos personas. Se inauguró a fines de 2012.
2 Entre los ghettos levantados durante la ocupación nazi de Polonia, el Ghetto de Varsovia, amurallado en el centro de la capital polaca, fue denominado por Léon Poliakov como “la capital del judaísmo polaco”, quien así nos refiere el proceso que siguió a su creación: “A partir del verano de 1940, los alemanes erigieron muros en las calles, con el fin de aislar un conjunto de manzanas. Poco a poco los muros discontinuos se fueron uniendo, aislando un sector donde se concentró a los judíos expulsados de los pueblos y pequeñas ciudades de provincias. El 1 de julio de 1940, se les prohibió la residencia fuera del sector así delimitado. La ordenanza del 16 de octubre prescribía el traslado a este distrito de 140 mil judíos de Varsovia que residían fuera de estos límites, así como la evacuación de 80 mil polacos residentes en aquella zona. Y a partir del 16 de noviembre los judíos de Varsovia no pudieron salir del ghetto sin autorización especial. […] Se calcula que la población del ghetto no distaba mucho de medio millón de habitantes en el verano de 1941 […] el hacinamiento era espantoso […] no era de extrañar que el ghetto fuera foco de epidemias […]. Con todo, estas calamidades eran males menores en comparación con la atroz hambruna que imperaba en este gigantesco campo de concentración que era el ghetto […] los alemanes aplicaban una política deliberada de exterminio por inanición […]. La duración del Ghetto de Varsovia fue de apenas dos años. Mientras sus habitantes se las ingeniaban para vivir a pesar de su destino, se ponía en marcha el engranaje genocida. A principios de 1942, comenzaron en Polonia los exterminios masivos […]. A principios de 1943 solo quedaban en el ghetto 40 mil judíos […]. La mayoría de los últimos habitantes del ghetto pereció entre abril y mayo de 1943 durante su sublevación. El barrio fue bombardeado, incendiado y destruido en su totalidad”. Véase, Breviario del odio. El tercer Reich y los judíos, trad. de Marta Pino, Cómplices, Barcelona, 2011, pp.115-135.
3 Para poder visualizar las calles que conformaron el paisaje urbano creado tras la edificación del muro que enmarcaba al ghetto (“la asombrosa experiencia de una colectividad humana herméticamente cerrada”, Poliakov p. 114) remito al lector a la película El pianista de Roman Polanski, que recrea el proceso de construcción del ghetto en el corazón mismo de la ciudad, desde el desplazamiento de las familias judías de sus hogares al nuevo sitio asignado para su exclusión, así como el fin del ghetto con la histórica resistencia de sus últimos habitantes (conocido comúnmente como “El levantamiento del Ghetto de Varsovia”) junto con las imágenes de la destrucción de Varsovia, al finalizar la guerra. Como se sabe, la película está basada en las memorias de Wladyslaw Spilman (retiradas de circulación en el mismo año de su publicación: 1946) donde podemos encontrar referencias directas a las calles en que se sitúa la actual edificación que lleva el nombre del escritor israelí: “El ghetto estaba dividido en dos zonas, una grande y otra pequeña. Tras las sucesivas reducciones de tamaño, el ghetto pequeño, delimitado por las calles Wielka, Sienna, Zelazna y Chlodna, solo tenía una conexión con el ghetto grande, a través de la calle Chlodna por la esquina con Zelazna”. Véase, El pianista del Ghetto de Varsovia, trad. de Ma. Teresa de los Ríos, Turpial-Amaranto, Madrid, 2001, p. 67. “La casa Etgar Keret” se encuentra ubicada entre el número 22 de la calle Chlodna y el número 74 de la calle Zelazna, en el mismo sitio donde se situaba el límite entre el ghetto judío y la capital polaca.
4 Para conocer más sobre la génesis conceptual de este singular proyecto urbano, remito al lector a la lectura de las declaraciones hechas por su arquitecto, Jakub Szczesny (del despacho Centrala), que figuran en Internet recogidas por la periodista Abigaíl Klein Leichman, y de cuya traducción se ha hecho cargo el Instituto Chileno-Israelí. Szczesny explica allí su idea original vinculándola a un intento por intervenir creativamente en la ciudad de Varsovia en aras de operar un cambio en la situación actual de la sociedad polaca, restituyéndole un espacio a la presencia judía. “Uno de los efectos secundarios del comunismo fue la uniformación de la sociedad. La política oficial del Estado era erradicar las diferencias entre ciudadanos porque eran muy difíciles de controlar y entender, y eran considerados peligrosos. El multiculturalismo suprimido resplandeció en 1001, pero ha habido aún una falta de presencia judía. Nuestro grupo quiso hacer algo al respecto”. La inspiración golpeó a Szczesny mientras caminaba por el lugar hace tres años, señala la entrevistadora. “En el cruce de las dos calles estaba el límite del ghetto […]. Había un psicópata de la SS de pie en el balcón allí y disparándole a la gente cuando se le daba la gana. El lugar está lleno de karma negativo. Así que pensamos que sería el lugar perfecto para mostrar la falta de conexión entre las Varsovias antes y después de la guerra […]. Necesitaba diseñar una estructura arquitectónica que desarrollara vida —una revitalización de un espacio vacío, un conector. También necesitaba a algún israelí lo suficientemente excéntrico para que se quedara en un espacio tan angosto, que jugara el rol de un ojo externo observando y comentando cómo Varsovia ha ido cambiando tan rápida y drásticamente. La idea fue decirle (a los israelíes): ‘Miren, un joven de su país no está simplemente lidiando con este lugar como un lugar del cual huir; él tiene su segunda residencia aquí’. Inmediatamente fui tras Etgar […]. Él fue la representación de un ‘nuevo Israel’ para mí […]”. Y “Dijo que le parecía una oportunidad perfecta para volver a Varsovia […]. Su madre dice que él es un escritor polaco que escribe en hebreo”. Véase,http://institutochilenoisraeli.cl/2012/11/12/varsovia-polonia-la-casa-mas-delgada-del-mundo-nombrada-en-honor-al-israeli-etgar-keret/. Szczesny también concibió como una de las funciones del proyecto la de invitar a los israelíes (que en adelante visiten Polonia, con la finalidad de realizar “peregrinaciones de la muerte”, es decir, recorridos por los campos de exterminio) a “entrar en la cultura real de Varsovia” visitando la casa-museo que lleva el nombre de Etgar Keret.
5 El sentimiento de Keret recuerda al de George Steiner cuando decidió volver a Europa porque si no “Europa estaría libre de judíos” tal como fue el deseo de Hitler. Véase, Los Logócratas, FCE, México, 2007, pp. 126-127.
6 Keret ofrece un testimonio de la historia de su nuevo hogar polaco en la crónica titulada “La casa estrecha”, en el que incluye los detalles de la visita de la vecina anciana que le trajo un tarro de mermelada (la misma mermelada que había sido usada por su madre en los sándwiches preparados para las amigas judías de su hija, antes de ser enviadas al ghetto). Véase, Los siete años de la abundancia, trad. de Raquel Vicedo, Sexto Piso, México, 2013, pp. 151-154.
7 Según Iwo Cyprian Pogonowski, “la comunidad judía más antigua de Polonia existió en Przemysl, compuesta tal parece por judíos del reinado de Khazar y fue mencionada por vez primera junto con la comunidad judía de Cracovia en 1028 como ‘Primis’. La palabra polaca para designarlos era ‘Zyd’ (zhid); (se cree que era una adaptación de la palabra veneciana ‘giudeo’)”. El historiador señala que “la inmigración judía a Polonia comenzó como un minúsculo goteo en la décima centuria […] y para el tiempo de Casimiro el Grande (1333-1364) ya había 10,000 judíos en Polonia”. Véase, Jews in Poland, Hippocrene Books, Inc., Nueva York, 1998, p. 263 (la trad. es mía). Léon Poliakov, por su parte, señala que “muchas monedas antiguas polacas llevan inscripciones en hebreo” y menciona “una tradición popular según la cual un judío fue elevado de forma pasajera al trono de Polonia”. Sin embargo, aclara que los primeros datos precisos de la presencia judía en Polonia pueden constatarse en las cartas reales, a partir del año 1200, en donde los judíos aparecen compartiendo los mismos privilegios que los nobles. Polonia fue un lugar en el que la comunidad judía gozó de excepcional autonomía durante siglos (“se organizaron como un Estado dentro del Estado”), y no fue sino a partir de los disturbios de 1648, con la masacre llevada a cabo por las tropas (conformadas en su mayoría por rebeldes cosacos) de Bogdan Chmielnicki, de la que “no conseguirían recuperarse jamás”, que la situación comenzó a cambiar. Véase, Historia del antisemitismo 1. De Cristo a los judíos de las cortes, Raíces, Buenos Aires, 1988, pp. 226-237. Para 1939 en que dio comienzo la Segunda Guerra Mundial “el 10 por ciento de la población polaca era judía; de 33,000.000 millones de habitantes, 3,300.000 eran judíos”. Véase, Raoul Hilberg, La destrucción de los judíos europeos, Akal, Madrid, 2002, p. 202. Al terminar la guerra, el saldo de víctimas judías polacas fue de 3,000.000 de personas. id., p. 1368.
8“En Polonia el judío era un elemento permanente de la existencia cotidiana de su vecino: formaba parte integrante del cuerpo social. El polaco cristiano, tanto si era noble o villano, campesino o ciudadano, acudía al judío para vender o para comprar, para pedir un préstamo o para pagar un impuesto, para viajar o para ir al cabaret. Y tanto si era humilde u orgulloso, rico o pobre, servicial o duro, ese judío era una realidad humana omnipresente, y tras ella acabó por diluirse parcialmente la satánica máscara sagrada”. Véase, Léon Poliakov, Historia del antisemitismo 1, ed. cit. p. 233.
9Shoá: Palabra hebrea que designa al Holocausto. “De ‘masacres’ a ‘holocausto’ y de ‘holocausto’ a ‘genocidio’, esta realidad ha encontrado finalmente su asiento en la palabra shoáh (tempestad, destrucción, desolación), tomada del lenguaje litúrgico de las comunidades aniquiladas”. Véase, Georges Bensoussan, Historia de la Shoáh, trad. de Juan Carlos Moreno Romo, Anthropos, Barcelona, 2005, p. 8.
2014 julio, Ciudad de libros.
Fuente: www.nexos.com.mx