Desde que el ser humano nace, empieza a luchar por y con su destino…
Ese llanto incontrolado, esas manitas que no paran de moverse, ese inexplicable gesto de lucha, llanto incontrolado, hasta de protesta, dentro de una gran ternura.
Desde el interior del ser humano hay, existen, fuerzas negativas que se tratan de imponer: envidia, rebeldía, coraje, debilidad ante las pasiones.
Sinrazones muchas.
Así empieza nuestro peregrinar, mientras se vive…
La lucha entre el bien y el mal a veces resulta titánica; el camino fácil del fruto mal habido, la circunstancia favorable por falsa y por perversa, la ventajosa trampa en contra de mi semejante…
Si se acepta que somos criaturas; que somos creados.
Que efectivamente existen esas tendencias desde la cuna debe haber una poderosa razón.
Quizá sea cincel y el mazo del Gran Arquitecto, que insiste en que se dé la superación en el ser humano…
Más allá de las tendencias del bien y del mal existe una actitud que podemos ejercer para ser felices.
Esa característica que es de dioses y meritoria es que el ser humano la adopte, la desarrolle, es el perdón.
Por el perdón nos liberamos nosotros antes que nadie de las pesadas cadenas del odio, la envidia, el deseado mal hacia…
Para algunos es muy difícil perdonar…
Para otros no tanto…
Si se tiene un desarrollo interior enriquecido por la cultura y el estudio, si se entiende lo finito del ser humano, si no gano nada con odiar, envidiar.
Si realmente el finalmente afectado soy yo…
El perdón otorgado cabalmente desde mi interior me genera casi de inmediato una libertad total de mi persona.
¿Quieres ser feliz un instante? Véngate.
¿Quieres ser feliz toda la vida? Perdona.
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