Las bombas no matan. Los seres humanos matan, y las bombas son solamente una de muchas herramientas
que utilizan para eliminar a otros seres humanos. El ser humano es de las pocas especies que tiene como su mayor amenaza a sí mismo (si no es que sea la única) y en esta obra original de Helen Marcos y Enrique Presburger, se exploran las diferentes mentalidades y razonamientos que llevan a que un ser humano sienta que se justifica al eliminar a otro ser humano. En una versión de nuestro mundo en la que los países son colores y en el que existe un grupo de terroristas llamados los ‘Polvorientos’ (que, cualquiera que haya leído noticias en estos últimos años sabrá en qué están basados), nos encontramos con una junta en un lugar que es análogo de las Naciones Unidas, un momento feliz de una pareja que está a punto de vivir una tragedia, dos amigas que en medio de un reencuentro se enteran de esta tragedia, y al final, una visita con los mismísimos terroristas que parecen ver el mundo de una manera que se siente extranjera.
Lo que vi en escena
Una propuesta de mucha valentía que presenta un tema muy actual, un temor que vivimos afuera del escenario todos los días (más en esta Comunidad). La puesta decora hasta los asientos del público con periódicos y todo lo posible para traer este tema a la luz. Un esfuerzo admirable de todo el elenco (de 18 personas, cada uno con su propio personaje) y de los que trabajan tras bambalinas.