La noche del pasado viernes 5 de febrero, un grupo de desconocidos prendieron fuego a varios

libros sagrados en una sinagoga construida en Cisjordania en memoria de los tres adolescentes israelíes – Gilad Shaer, Naftali Frenkel y Eyal Yifrach – secuestrados y asesinados por miembros del movimiento islamista palestino Hamas, en julio de 2014.

La policía indicó que afortunadamente el lugar estaba vacío al momento del ataque por lo que no hubo víctimas pero que los terroristas apilaron los libros y los prendieron para luego darse a la fuga.

Asimismo, informó que las huellas encontradas en el lugar conducen a la aldea palestina de Halhul, lo que les hace concluir que los autores del ataque fueron palestinos de esa localidad.

Tras los hechos, al Primer Ministro israelí, Benjamín Netanyahu, condenó enérgicamente el ataque, aseguró que se hará todo lo posible por llevar a los perpetradores ante la justicia, e hizo un llamado a la comunidad internacional para que condene el acto, esperando que “todos los que, tanto en el país como en el mundo, condenan con razón cada profanación cometida en una mezquita, mantengan la misma actitud ante este acto abominable”.

Por su parte el secretario de Defensa, Moshe Yaalon, afirmó que la quema de los libros sagrados fue “impactante” y, advirtió que “cualquiera que enseña a odiar a los judíos, es responsable de este horrendo suceso”.

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