Queridos amigos:
Pocas palabras, imágenes, conceptos -y por supuesto, ciudades- generan tanta movilización en nuestro ser judío como Jerusalem.
Jerusalem es precisamente eso: una ciudad milenaria, prometida, que se trasformó durante los siglos de desposesión en una idea, un anhelo, un sueño… el símbolo mismo de nuestra redención nacional, tan esperada, y tan, tan tardía- si sólo la hubiéramos logrado una década antes, en 1938… qué distinta hubiera sido nuestra historia moderna…
Los promotores de esa dualidad de Jerusalem fueron nuestros mismos Sabios del Talmud, quienes vieron el final de nuestra vida nacional o que sufrieron por sus inmediatas consecuencias. Ellos, frente a una Jerusalem conquistada, destruida, en ruinas impuestas por la tiranía de Roma, comenzaron a imaginar otra Jerusalem, etérea, perfecta, sanadora, cuna de todos los judíos y de la Humanidad que decidiera sumarse a ella ante la llegada del Mesías. Tan triste, tan demoledora era la realidad de la Jerusalem agotada por la imposición romana, que los Sabios propusieron refugiarse en un concepto de Jerusalem redimida y liberada, celestial, que en la terrena, abusada y angustiada. Nació la Yerushalaim shel Mala – la Jerusalem Celestial – frente al dolor de Yerushalaim shel Mata – la Jerusalem Terrenal -.
Esta salida, este recurso para poder sobrellevar una realidad tan demoledora, no acabó con el deseo de retorno, de reconstrucción terrena, de redención concreta, nacional, en esa Jerusalem que fue una vez “la poseedora de 9 de 10 medidas de belleza mundanas”. Ni siquiera entre los Sabios. Rabi Yojanán, por ejemplo, sugirió con firmeza que “El Santo Bendito Sea Él declaró: ‘No ingresaré a la Jerusalem Celestial hasta que vuelva a ingresar a la Jerusalem Terrenal’ [1]… Sin redención concreta, nacional, nuestros Sabios imaginan a D-os mismo incapaz de vincularse con una Jerusalem ideal, etérea, desconectada del sufrimiento de Su Pueblo, expulsado de esa misma Capital prometida… Cómo hacerlo… si fueron los Hijos de Israel los únicos, en 3000 años desde que el Rey David fundara Jerusalem, que establecieron en ella su Capital Nacional, su sede de Gobierno (Palacio Real), su corazón espiritual (el Gran Templo), su sistema legal (Sanhedrin), la Comandancia General de su Ejército… todo aquello que caracteriza a la vida de la Capital de un Estado.
Nosotros vivimos una época redentora, maravillosa, promisoria; una era de reconstrucción nacional. La Jerusalem Terrenal, reconstruida, bella, desafiante y culturalmente rica, está al alcance de todos los miembros del Pueblo Judío y de todos los hombres y mujeres que deseen visitarla. El deseo milenario por el retorno y el restablecimiento de la vida judía en Israel fue satisfecho – hemos vuelto a Jerusalem, que recobró su belleza, encanto e inspiración, regalándonos un presente de creación, de fortaleza, de crecimiento y de gloria.
Al festejar Yom Yerushalaim, el Día de Jerusalem, celebramos nuestra alegría por haber recuperado nuestra vida nacional en la recuperación de esa Capital que unió siempre al Pueblo Judío por doquier – antaño, uniendo al Reino del Norte, Israel, con el del Sur, Yehudá; ahora, llenando los corazones de judíos mearbá canfot haáretz, de los cuatro rincones de la Tierra…
Celebremos hoy a Jerusalem; celebremos hoy la libertad de caminar por sus calles, reconocer sus aromas y volver a elevar sus dinteles. Y sintamos en ese festejo la alegría y emoción de cientos de generaciones que imaginaron, ensalzaron en sus poemas y cantaron a Jerusalem en sus canciones, y que ahora, sobre nuestros hombros, ingresan a sus estrechos pasajes y sendas.
¡Yom Yerushalaim Saméaj!
¡Jazak ve’ematz!
*Vice-Director General & Director de Educación
Unión Mundial Macabi
// Rabino Carlos A. Tapiero *