Durante el año, pero particularmente en tiempos de la Pascua, millones de
turistas de todo el mundo convergen a Jerusalem buscando las huellas de Jesucristo en las piedras seculares de la ciudad y repiten con fe el camino de su pasión, muerte y resurrección.
Estuvimos en el templo del Santo Sepulcro y recorrimos la llamada vía dolorosa, de la Ciudad Vieja de Jerusalem que recuerda el camino que siguió Jesús desde su detención hasta que fue crucificado y sepultado.
En ese camino se suceden los cánticos y oraciones en lenguas diversas en cada estación de este Vía Crucis, el camino de la cruz.
“Es la semana del Pésaj, tiempo donde los israelitas visitan Jerusalem y es un mundo de locales y turistas”, reportó nuestro enviado Fidel Figueroa al pisar Jerusalem.
“Turistas, presidentes, Papas y hombres de todas las religiones y lenguas estuvieron en este sitio emblemático de Israel y del mundo”, resaltó. Venir a Jerusalem reconforta en su fe a los peregrinos. Para ellos, y así lo atestiguó Figueroa, peregrinar por las estrechas y antiguas calles de piedra, es verdaderamente emocionante. Pisar las mismas piedras sobre las que caminó Jesús es sobrecogedor.
En el templo del Sagrado Sepulcro, visitar y tocar la piedra donde lo recostaron a Jesucristo, todo custodiado por los franciscanos, es una experiencia maravillosa. En nombre de la Iglesia Católica, los franciscanos custodian los lugares sagrados de Tierra Santa, junto a otras iglesias cristianas. Uno de los sitios más venerados en los días de Semana Santa es el Cenáculo, la sala donde Jesús lavó los pies a sus discípulos y cenó con ellos antes de ser apresado.
Los franciscanos fueron expulsados de este convento en el siglo XVI y el lugar es administrado hoy por Israel. Dolorosamente, los franciscanos realizan celebraciones allí solo en jueves Santo y en Pentecostés. La iglesia del Santo Sepulcro corona el Vía Crucis.
En el interior de esta basílica, también destruida y construida varias veces, se encontrarían los restos del monte Gólgota, donde Jesucristo fue crucificado, y el sepulcro nuevo en el que fue colocado su cuerpo.
Las ruinas de los romanos
Se trata de las ruinas que quedaron cuando tropas romanas tomaron y destruyeron los templos sagrados.
La destrucción de Jerusalem efectuada por los romanos para reprimir la primera gran rebelión del pueblo judío, trajo la ruina para el Templo de Jerusalem y para otros lugares tradicionales de la antigua ciudad puesta entonces bajo el comando de los paganos.
Si bien los primeros cristianos huyeron hacia Petra antes de la destrucción siguiendo una interpretación profética de Jesús (Lucas 21, 20-22), los mismos dejaron por escrito en los evangelios la descripción del lugar de la Crucifixión y de la sepultura: Mateo 27, 33; 57 – 61; Marcos 15, 22; 42 – 47; Lucas 23, 33; 50 – 55; Juan 19, 17; 38 – 42.