Hace 2 200 años, bajo el reinado de Antíoco IV de
Siria, un improvisado ejército algo desarrapado consiguió un milagro.
No es un equivalente a la Navidad, como se ha llegado a identificar en algunos países occidentales, sino la celebración de la libertad religiosa y de expresión; una fiesta con un profundo contexto social y teológico, que los últimos acontecimientos ponen de actualidad.
Entender su origen y su verdadero significado actual nos ayudará a comprender un poco mejor una de las partes más visibles de la cultura judía, y quizá algunos de los eventos que podemos ver estos días en los informativos.
La victoria de un ejército desarrapado
Aunque se remonta 2 200 años atrás, Janucá es una de las celebraciones judías anuales más nuevas, y ni siquiera aparece en la biblia hebrea. El evento histórico que marca su origen se recoge en los libros postbíblicos de los macabeos, que aparece en el canon bíblico católico, pero que no se considera parte de la Biblia por los judíos y muchas de las denominaciones protestantes.
Basándose en el modelo grecoromano de festejar los triunfos militares, Janucá se instauró en el año 164 a. e. a. para conmemorar la victoria de los macabeos —un desarrapado ejército judío— contra la poderosa tropa del rey Antíoco IV, de Siria.
En 168 a. e. a. Antíoco prohibió el judaísmo y obligó a quienes profesaban esa fe a adoptar rituales paganos y a asimilar la cultura griega; pero los macabeos se alzaron en contra de esta persecución. Tomaron la ciudad de Jerusalem y retiraron los símbolos de culto pagano de los templos, reinstaurando así el culto ordenado por D-os, que Antíoco había atacado.
El triunfo de la fe sobre las armas
No obstante, este triunfo militar no duró mucho. Los descendientes de los macabeos —la dinastía hasmonea— violaron constantemente sus propias leyes y tradiciones judías.
Y lo que es aún más: los siglos posteriores fueron testigo de la devastación que se produjo cuando los judíos trataron de emular los logros de los macabeos. Por aquel entonces, Roma controlaba la tierra de Israel y los judíos se levantaron contra este poder opresor extranjero en dos revueltas: entre el 68 y 70 e. a. y entre el 133 y el 135 e. a.
La primera de estas rebeliones culminó en la destrucción del Segundo Templo de Jerusalem, centro del culto judío, que se había mantenido en pie durante 600 años. Durante el segundo levantamiento, Jerusalem acabó devastada e innumerables judíos fueron condenados a muerte.
La guerra ya no parecía una solución efectiva a las tribulaciones de los judíos a lo largo de la historia.
Como respuesta, una nueva corriente de pensamiento tiraba por tierra la idea de que los judíos debían o podían cambiar su destino por medio de la acción militar. Lo que necesitaban, predicaron los rabinos, no era la batalla sino la perfecta observancia de la ley moral y el ritual de D-os. Esto conduciría a la intervención de D-os para restaurar el control del pueblo judío sobre su tierra y su destino.
El ritual de las velas
En este contexto los rabinos se replantearon el origen de Janucá como una celebración de la victoria militar. En su lugar, dijeron, esta celebración debía conmemorar el milagro ocurrido durante la restauración del templo por parte de los macabeos: la historia que debía contarse a partir de ese momento era la de cómo una jarra de aceite que alcanzaba solo para un día de luz, iluminó la Luz Eterna (Ner Tamid) del templo durante ocho días enteros, el tiempo suficiente para poder producir una nueva remesa de aceite ritual. [La luz eterna debe permanecer siempre encendida].
La versión más reciente de esta historia aparece en el Talmud, en un documento del siglo VI. Desde ese momento, Janucá celebra el milagro de D-os en lugar de la victoria militar de los macabeos.
Esto se simboliza encendiendo un candelabro de ocho brazos (más uno noveno situado en el centro), que se llama menorá o januquiá, prendiendo una vela la primera noche de la celebración de la Janucá y prendiendo una nueva vela cada noche hasta completar las ocho velas al finalizar los ocho días de fiesta. La novena vela de la menorá se utiliza para encender las demás.
No obstante, durante el periodo medieval, la Janucá fue una celebración judía de menor importancia.
El significado de Janucá hoy
En los últimos cien años, esta celebración ha ido adquiriendo prominencia en la vida de los judíos en el mundo entero. Entonces, ¿cómo se debe interpretar hoy la Janucá
Esta fiesta ha sido un reflejo de las necesidades de los judíos a lo largo de la historia, y hoy en día se ha reinterpretado de nuevo para adaptarse a las circunstancias modernas, algo que queda recogido en el libro Hanukkah in America (Janucá en América) de la académica en religión Dianne Ashton.
Ashton demuestra que a pesar de que Janucá ha ido evolucionando en países como Estados Unidos de la mano de la extravagancia de la época navideña, su historia va mucho más allá.
La Janucá hoy [en Estados Unidos] responde al deseo de los judíos de ver su historia como una consecuencia o un reflejo de la libertad religiosa, un valor que comparten con el resto de los estadounidenses. Con sus decoraciones brillantes, las canciones y las celebraciones orientadas a la familia y la unión de la comunidad, Janucá también cumple la función de inyectar a los judíos más desafectados y a los niños la ilusión por el judaísmo.
Janucá cuenta un relato de persecución y redención y proporciona un paradigma histórico que podrá ayudar a los judíos de hoy a reflexionar sobre el Holocausto y la emergencia del sionismo [movimiento político judío que defiende el estado independiente israelí en territorio palestino].
En resumen, Janucá es una fiesta conmemorativa tan poderosa hoy por hoy porque responde a una variedad de factores pertinentes a la historia y vida contemporánea de los judíos.
En el transcurso de dos mil años, Janucá ha evolucionado para cubrir las necesidades de las sucesivas generaciones de judíos. Cada una cuenta la historia como se necesita oír en ese momento, en relación con los valores del judaísmo a lo largo de la historia, pero también según la cultura, ideología y experiencia particulares del momento.
Alan Avery-Peck es profesor en estudios del Judaísmo en el College of the Holy Cross.